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El panorama electoral 2016

Desde finales del año pasado surgió en algunos sectores políticos y grupos de reflexión democrática, la esperanza de que Daniel Ortega pudiera estar considerando una apertura del espacio político e institucional para la participación de la oposición en las elecciones de noviembre de 2016.

Para abrigar esa esperanza se han considerado factores internacionales como, por ejemplo, la posible próxima presidencia de Hillary Clinton en Estados Unidos, quien supuestamente podría modificar la política de ese país hacia Nicaragua, aunque no de manera radical, en favor de la democracia y los derechos humanos.

También se ha estimado que la declinación de la influencia del proyecto Alba en la región latinoamericana, por la caída estrepitosa de los precios del petróleo que lo financiaba y la crisis existencial del régimen chavista de Venezuela podría motivar a Daniel Ortega a aflojar un poco las riendas de control del sistema electoral.

En el ámbito interno, al parecer desde fuentes oficiosas del orteguismo se comenzó a difundir el rumor de que en el cuartel general de Daniel Ortega, en el reparto El Carmen, se pudiera estar fraguando algún cambio en relación con las próximas elecciones.

La falta de convocatoria a las elecciones de noviembre de este año, que se debía hacer a finales del año pasado por costumbre más que por ley, se vio como un indicio de que el régimen orteguista estaría examinando la situación para modificar de alguna manera su estrategia electoral.

Finalmente, la sorpresiva renuncia de un magistrado oficialista del Consejo Supremo Electoral (CSE) y la necesidad de su reemplazo por la Asamblea Nacional, aumentó la expectativa de la posibilidad de un gesto de buena voluntad orteguista permitiendo que la vacante fuese ocupada por un magistrado de la oposición. Sin embargo una orteguista de cepa fue la nominada por Ortega para llenar la vacante en el CSE

Para nosotros esas expectativas eran infundadas. Partimos del criterio de que Daniel Ortega no afloja nada por su espontánea voluntad, solo cuando es sometido a fuertes presiones. Así fue en 1989, cuando permitió elecciones libres solo por el acoso de la guerra, la crisis económica, la resistencia cívica interna y la presión de la comunidad internacional, principalmente de las Naciones Unidas y la OEA.

Es cierto que Ortega enfrenta actualmente una situación un poco adversa, por la crisis petrolera y del chavismo que no le permite seguir recibiendo todos los recursos que le llegaban de Venezuela. También el panorama político latinoamericano ha comenzado a cambiar, en favor de la democracia, a raíz de la elección de Mauricio Macri en Argentina y la estrepitosa derrota electoral del chavismo en Venezuela.

Pero eso no significa que Ortega esté abocado a una crisis que lo obligue a ceder algo de su absoluto control del poder y del sistema electoral. Para llegar a esa situación la oposición tendrá que seguir luchando cuesta arriba, aprovechando todos los espacios y oportunidades que se le presenten para avanzar poco a poco en esa dirección.

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