Las fuerzas de seguridad israelíes instalaron ayer puestos de control en vecindarios palestinos en Jerusalén para controlar los vehículos que salen del área. Una medida tomada por el gabinete de seguridad de Israel y que no se veía desde 2005, cuando finalizó la llamada segunda intifada.
Además, el Ejército de Israel desplegó unos trescientos soldados en ciudades israelíes para asistir a la Policía ante una oleada de apuñalamientos y balaceras de palestinos contra civiles y soldados israelíes, que han sembrado el pánico en todo el país.
En las últimas semanas ocho israelíes fallecieron a puñaladas, tiros y la pedrea a un automóvil, mientras 31 palestinos han muerto: 14 de ellos identificados por Israel como atacantes y 17 mientras enfrentaban a pedradas a las fuerzas israelíes.
El gabinete además anunció que la Policía podrá acordonar zonas donde se produzcan fricciones o provocaciones. Muchos de los últimos agresores procedían de zonas árabes de Jerusalén, lo que causó peticiones de que se cierren esos barrios.
CADÁVERES
El gabinete también autorizó despojar de derechos de residencia a algunos atacantes y demoler sus casas.
El ministro de Seguridad Interna de Israel, Gilad Erdan, dijo que los cadáveres de los atacantes no serán devueltos a las familias para su entierro.
Explicó que los funerales de palestinos que matan a israelíes suelen convertirse en “una exhibición de apoyo al terrorismo e incitación al asesinato”.
Erdan sugirió que los atacantes serán enterrados discretamente en cementerios lejanos, donde ya recibieron sepultura otros agresores palestinos.