Las recientes declaraciones de la congresista republicana Ileana Ros-Lehtinen de enlazar la suspensión del waiver a Nicaragua si no se convoca a elecciones libres y transparentes, como las pide y clama la ciudadanía en general, hubieran resultado ser una buena presión política y diplomática para que el presidente Daniel Ortega se comprometiera a garantizarlas si el enlace se hubiera dado. Solo así el Gobierno y el partido rojinegro hubieran podido considerar que deben celebrarlas con entera objetividad, lo que ellos temen pues saben que con una buena y ética gestión del Consejo Supremo Electoral y con la unidad de las fuerzas democráticas en una gran coalición, ellos las perderían.
¿Le temen a esto? Pareciera que sí, pues se iría al carajo su proyectos dinástico y de perpetuidad en el poder. Pero como no hay cuerpo que dure cien años ni cuerpo que lo resista, las condiciones sociales y políticas, más el agobio en que se encuentra la ciudadanía, cada vez más desmejorada y empobrecida, están generando las condiciones para que el gobierno de Daniel Ortega recapacite y entienda de una buena vez que Nicaragua no es su finca, como Somoza o los conservadores así la han concebido en sus desgobiernos, sino una república de hombres y mujeres que aspiran a una vida digna con igualdad de oportunidades para todos.
Las últimas encuestas de la firma M&R no parecieran del todo ajustadas a la verdad, ya que mientras por una parte indican un alto grado de popularidad para Ortega y algunos de su equipo de trabajo, por otra revelan el descontento, la apatía y el desinterés ante la contundente realidad nacional, lo que evidencia que si desde ahora se vislumbran las condiciones para unas elecciones libres, respeto a las libertades ciudadanas, menos amedrentamiento de la Policía Nacional (que cada vez parece más sandinista) y un cuadro rayado con oportunidades electorales que demuestren que no se las van a robar, esa masa dispersa se sumaría al voto democrático.
Ya en Nicaragua no se trata únicamente de las elecciones robadas o amañadas, a diario se ven nuevos descontentos en contra de la forma como el Gobierno y sus estructuras se vienen manejando por no ser la más viable para el país, pues si bien es cierto que se han construido carreteras y hecho algunas obras de infraestructura y se ha demostrado apertura a la inversión extranjera y estabilidad macroeconómica —obligación de todo gobierno pues para eso se supone que está en el poder—, los espacios se han cerrado política y socialmente y es ahí donde la congresista Ros-Lehtinen y la geopolítica estadounidense y continental más la Unión Europea, deberían entrar en juego en un marco de respeto mutuo y soberano al Estado nicaragüense, pues a fin de cuentas son los intereses y economías de sus pueblos los que están compartiendo con nosotros.
No se trata de ir en contra de los intereses nacionales si EE. UU. hubiera retenido el waiver para que se dieran elecciones libres, tampoco eso es ir en contra de la soberanía nacional, como el régimen empezaría a cacarear. Pero bueno, EE.UU. decidió eliminar el waiver y nos corresponde a nosotros, los nicaragüenses, hacer cumplir nuestras demandas.
El autor es Administrador de Empresas y miembro de la Mesa Directiva de la Coalición Nacional por la Democracia
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