El grandioso proyecto chino de construir un Gran Canal Interoceánico en Nicaragua, ha creado un encantamiento oficial y general con la China comunista. Pero no solo Nicaragua, sino el mundo entero, ha sido infectado por el virus del embobamiento chino, la fascinación por su dinámico crecimiento, sus fabulosas inversiones y la realización o proyección de empresas faraónicas.
El mundo está tan embobado con China, que incluso países sólidamente democráticos que durante mucho tiempo condenaron enérgicamente la falta de libertad y el atropello a los derechos humanos en ese país asiático, se han olvidado de su compromiso con los valores de la democracia y la solidaridad con el pueblo chino.
El director del Centro para la Apertura y el Desarrollo de América Latina (Cadal), el periodista y escritor argentino Gabriel Salvia, en un artículo publicado recientemente en el diario El País, de España, recuerda que en el último examen periódico universal de China en el Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, el año pasado, se constató la aplicación sistemática e indiscriminada de la pena de muerte; las desapariciones forzadas; los tratamientos inhumanos y degradantes que sufren disidentes y opositores en instituciones psiquiátricas; la imposición de trabajo forzado a personas con discapacidad intelectual; la esclavitud de niños en grandes centros industriales; la represión a comunidades religiosas; las detenciones y acoso a periodistas y profesores universitarios; la persecución a defensores de los derechos humanos; falta absoluta de libertad de información y de manifestación pública, etc.
Según Salvia, es lamentable pero comprensible la falta de sensibilidad de la comunidad empresarial de Occidente, ante la violación masiva de los derechos humanos en China, por la lógica capitalista de que los “negocios son negocios”. Lo más penoso —dice— es observar que “a ningún gobierno democrático de América Latina —ya sean de izquierda, centro o derecha— se le ocurriría plantear un reparo a China por las violaciones a las libertades fundamentales que allí se producen. Incluso han claudicado casi todas las democracias desarrolladas y hasta puede pasar con países con tradición comprometida internacionalmente con los derechos humanos”.
Eso es absolutamente cierto. Y lo peor es que China, con su enorme poder de compra no solo de recursos naturales, soberanías y territorios nacionales, sino también de conciencias y lealtades empresariales y políticas, trata de estandarizar internacionalmente su modelo de crecimiento económico sin libertad ni democracia, sin derechos humanos y sin libertad de información ni derecho de crítica de los ciudadanos.
Promoviendo su modelo de prosperidad sin libertad, el presidente chino Xi Jinping anda en gira por América Latina (Brasil, Cuba, Venezuela y Argentina), aprovechando su participación en la cumbre BRICS, o sea la Asociación de Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica. En esta gira Xi Jinping concretará una inversión china en Argentina de 6,000 millones de dólares, para construir dos gigantesca represas. Pero de la inversión de cincuenta mil millones de dólares o más que costaría el Canal por Nicaragua no se dice nada, pues según los chinos y el gobierno autoritario y prochino de Daniel Ortega el financiamiento de ese proyecto, que es del máximo interés público y nacional, es absolutamente secreto.
Ver en la versión impresa las páginas: 10 A