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Marc-Thomas Bock

Los miedos argentinos

Casi ningún residencial de Buenos Aires es tan urbano y amplio como Palermo. Es allí donde los argentinos adinerados tienen su segundo domicilio en preciosos condominios que utilizan durante el fin de semana para hacer compras, ver amigos y ser vistos, y para disfrutar en los cafés con terraza los últimos rayos solares del mes de mayo.

Turistas de todo el mundo deambulan a lo largo de las boutiques, los artistas de la calle en la Plazoleta Julio Cortázar dan lo mejor de sí mismos, y las parrillas y las casas de bistec son muy visitadas. Es exactamente allí en donde me encontré con un colega para tomar una taza de café. Mi colega me pidió que le contara algo sobre Nicaragua, la patria de Rubén Darío, al que admira, y sobre las personas en este país centroamericano tan lejano al que le gustaría viajar un día. Martínez dirige un colegio privado mediano en el barrio Los Polvorines con aproximadamente 800 alumnos en primaria y secundaria. Los padres de familia de estos alumnos pertenecen en su mayoría a la clase media alta; muchos son empresarios o practican una profesión como la de abogado, médico o ingeniero. En realidad todos están económicamente bien situados y participan en el progreso social de Argentina. Sin embargo, me confiesa Silvio, se hace notar un ambiente que revela un cierto miedo subliminal.

En primer lugar, está la inflación obvia que se puede identificar fácilmente en el comportamiento del tipo de cambio de la moneda nacional, el Peso. El curso oficial del peso con el dólar norteamericano está cinco pesos por un dólar. Sin embargo, a esa tasa de cambio nadie, excepto los turistas ingenuos, cambiaría dólares, a menos que tenga que hacerlo, porque el tipo de cambio extraoficial está a diez pesos por un dólar norteamericano, llamado dolarblue. Todo argentino puede informarse en una página web llamada dolarblue, sobre la devaluación diaria de su moneda. Es ilegal poseer cantidades grandes de dólares, a menos que sea para un viaje al extranjero, o para pagos en el exterior. No es posible retirar más de mil pesos de un cajero automático. El billete más grande es el de cien pesos, razón por la que para muchas compras, por ejemplo de casas o vehículos, hay que transportar el dinero en grandes portafolios. Esto, por otra parte, aumenta los miedos ante una criminalidad creciente ya que los ladrones saben muy bien dónde los vecinos están ocultando su dinero en efectivo. En caso de que sea necesario, los ladrones arrancan toda la caja fuerte de la pared.

Gracias a las intervenciones del gobierno de Kirchner con su política monetaria aislacionista se evitó un enorme endeudamiento del Estado al momento de la nacionalización de las empresas de energía, minería y transporte. Sin embargo, debido a las prestaciones sociales forzadas para empresas estatales como la de aviación LAFSA, el endeudamiento interno sigue incrementándose desesperantemente.

Silvio, mi interlocutor, subraya que los miedos existenciales económicos de la población trabajadora son profundos y reales. Algunos padres de familia han retirado a sus hijos de su colegio, con el fin de inscribirlos en otros más económicos, aun a sabiendas de que la calidad de la educación de sus hijos en el otro colegio será menor. También esto es un indicador de la amenaza real para todo un estrato social cuyo orgullo ha sido durante décadas que sus hijos obtengan la formación escolar y universitaria más alta de toda Latinoamérica. No obstante, lo más doloroso para Silvio es que los peligros económicos conllevan una nueva crisis de miedos sociales, la que durante generaciones no se ha conocido en Argentina como típico país receptor de inmigrantes. Hablo de la solidaridad con los pobres y los más pobres, con los últimos inmigrantes de los países andinos, y con los desempleados y la población rural sin medios. El gobierno de Kirchner fomenta medidas sociales generosas. Por ejemplo, está previsto que cada persona socialmente necesitada obtenga una subvención por cada recién nacido. A pesar de que estas medidas, efectivamente, son solidarias y humanistas en su enfoque, muchos argentinos suponen que también es una táctica para ganar las próximas elecciones. El amplio apoyo ofrecido a parte de la población sin medios, el que solamente tiene un carácter económico y no prevé a la vez la implementación de posibilidades sostenibles en lo que concierne la profesión y a la formación, presenta un potencial de conflictos para el futuro, como los que desembocaron en 1973, en Chile, en la toma del poder por parte del dictador Pinochet, durante el gobierno de la Unidad Popular.

Últimamente Silvio percibe voces cada vez más agresivas de parte de los padres de familia que hablan de segregación de los económicamente débiles o inmigrantes. Esta radicalización neoliberal la considera extremadamente peligrosa. Cuando, después de haber charlado por una hora, finalmente nos dijimos adiós, lo invité a viajar a Nicaragua y a visitar la casa de Rubén Darío que se encuentra en la ciudad de León. Allí también se encuentra una placa de reconocimiento de parte del Gobierno de Argentina. Silvio mira hacia arriba y hacia debajo de la Calle Armenia y señala a las tantas personas que están disfrutando relajada y felizmente la caminata de esta tarde soleada. Luego dice: “Tanto ustedes como nosotros disfrutamos la libertad, siempre y cuando sea posible”. El autor es director del Colegio Alemán Nicaragüense


Opinión argentina Palermo archivo
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