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Alfonso Cortés en su mecedora, en uno de los corredores del Hospital Psiquiátrico de Managua.

Alfonso Cortés: El divino poeta loco

Uno de los más grandes poetas que ha dado Nicaragua, sucumbió a la locura en 1927, y estando loco produjo muchos de sus mejores escritos.

Alfonso Cortés perdió la razón una noche de febrero de 1927 y ya nunca la recuperó. Tenía 34 años y por esos días andaba leyendo  Un Filósofo Perplejo, libro de Henry George.

En la mitad de esa noche aciaga, el poeta despertó sobresaltado y buscó a su padre, don Salvador Cortés. Le dijo: “Papá, no sé lo que me pasa, pero me siento como que no soy yo, me parece que soy el papa o el antipapa. Se me vienen unas ideas horribles, no puedo dormir”.

Cortés sentía remordimientos por haber escrito y publicado un irreverente artículo religioso, contaría después su padre. Don Salvador, que había estado preocupado por la bohemia de su hijo, esa noche le aconsejó así:

—Hijo, eso es que has comido algo con los tragos que has tomado estos días y estás indigesto, te daré una magnesia.

Pero esa no era la medicina indicada para una ya inminente locura. El poeta fue a su cuarto y al rato regresó.

—No papá, a mí me pasa algo muy serio. No puedo conciliar el sueño y se me vienen ideas terribles- insistió.

Esa fue la primera noche de sus delirios. Al día siguiente el diagnóstico de los médicos Abraham Marín y Fernando Cortés estaba listo. El poeta se encontraba irremediablemente loco.

Así cuenta Francisco Fuster en su libro Alfonso Cortés: Vida e Ideales , citado por la periodista Dora Luz Romero, en un reportaje publicado por la revista Magazine en enero del 2011.

“Al principio pasó períodos de meses con los ojos herméticamente cerrados sin que hubiera fuerza capaz de hacérselos abrir, otros períodos con la boca herméticamente cerrada sin querer probar bocado, y otros en que no dormía”, narra el escritor y poeta Ernesto Cardenal, en un amplio ensayo publicado en el libro Alfonso Cortés , que recoge una antología de los poemas del leonés.

Así estuvo muchos años, dice Cardenal, hasta que fue llevado al manicomio de Managua.

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Alfonso Cortés en 1920.

Orígenes y la ventana

Alfonso Cortés nació en León, el 9 de diciembre de 1893. Hijo de Salvador Cortés Fonseca, leonés, y de Mercedes Bendaña Mendieta, diriambina. Fue el primero de ocho hermanos, cuatro de ellos murieron siendo niños o jóvenes.

Era blanco y tenía los ojos azules, como el trozo de cielo de su poema Un detalle . Ese que escribió estando loco y encadenado, en la casa donde casualmente transcurrió la infancia de otro gran poeta nicaragüense, Rubén Darío.

Cortés estuvo encadenado por más de 15 años, primero del tobillo y después por la cintura.

Y ese es el poema sublime al que José Coronel Urtecho puso el nombre de Ventana cuando entendió que en su reclusión, para el poeta loco un pedazo azul era más azul que todo el cielo. Lo hizo, considera Cardenal, para que no fuera a pasar por intrascendente “uno de los poemas más altos de la lengua castellana”.

Años después, estando en el manicomio de Managua, Cortés diría que en ese poema no se refería a una ventana, sino a los ojos azules de una muchacha llamada “Angélica” a quien, según sus hermanas, nunca conoció.

Luego las versiones del poeta acerca del origen de su más famoso poema cambiarían como la dirección del viento. Unas veces aseguraría que el poema era para una muchacha y otras, para una ventana.

Pleito imaginario

Por alguna razón que tal vez ni él entendía, en el ocaso de su vida Alfonso Cortés mantuvo una rivalidad imaginaria con Rubén Darío.

El historiador Roberto Sánchez recuerda que en una ocasión fue a visitarlo junto a dos amigos. Estuvieron platicando con él y en medio de la conversación, el poeta preguntó:

—¿No han visto a Rubén Darío?

—No poetá, no lo hemos visto —respondieron. Porque les habían dicho que no lo contradijeran y que, al contrario, debían seguirle la corriente.

Cortés, enojado, exclamó:

—Si lo ven, ¡díganle a ese hijo de la gran puta que no ande diciendo que es mejor poeta que yo! Si anda hablando eso lo voy a verguear.

Distinto fue el encuentro de Alfonso Cortés con el historiador Jorge Eduardo Arellano. Se conocieron en noviembre de 1965, cuando los jóvenes lo consideraban “el más loco de los poetas y el más poeta de los locos”.

Su hermana, María Luisa Cortés, lo había trasladado a su ciudad natal el 10 de septiembre de 1965, después de permanecer en el Psiquiátrico 21 años y 5 meses, cuenta Arellano, en su artículo Encuentro con Alfonso Cortés .

“Alfonso me impresionó tanto que permanecí sumido en el más respetuoso silencio. Nos comunicó —y esto no es sino un breve recuento de mis recuerdos— que había realizado una traducción cristiana del monólogo de Hamlet, porque tal pieza era calvinista. O cosa así. Que la cuestión para Shakespeare es ser o no ser (to be or not to be), pero que ser o no ser no era la cuestión. ‘Porque la cuestión es salvarse’, sostuvo con énfasis”, relata el historiador.

Arellano lo recuerda como “una especie de semidiós visionario”, vestido de blanco impoluto y encorbatado, que desplegaba una “locuacidad erudita, evocando vivencias y obsesiones de épocas diversas esquistadas en su cerebro admirablemente disparatado”. El poeta creía que Juan B. Sacasa, obligado en 1936 a dejar la Presidencia de la República, seguía al mando de Nicaragua.

Últimos días de Alfonso Cortés

Seguramente Cortés recibió muchas terapias de electrochoque estando en el Hospital Psiquiátrico, pues ese era un tratamiento convencional en la época en que él estuvo internado, considera la doctora Gioconda Cajina, psiquiatra. No lo puede asegurar, porque hace unos años, cuando llegó a buscar el expediente del poeta, le dijeron que “desapareció del archivo”.

Ella lo conoció en una de esas expediciones que los colegios organizaban para que los niños visitaran al “loquito”. “Era como un espectáculo. Pero lo recuerdo encerrado en un cuarto y nos decían ‘no está en condiciones, no está de buen humor, no puede recibir visitas’. No recuerdo haberlo visto tranquilo y conversando”, cuenta la psiquiatra.

Ella tiene dudas de que Cortés haya podido escribir poemas estando loco. “Es como pensar que Rubén Darío hiciera algo estando borracho”, señala.

Pero Ernesto Cardenal ha visto hojitas de papel diminutas, del tamaño de una cajetilla de cigarros o más pequeñas, en las que Cortés escribió poesía con la letra demente que solo sus hermanas supieron interpretar.

En febrero murió el poeta. Era 1969 y contaba 75 años de edad. A las 11:10 de la noche su cuerpo dejó de respirar y su mente, al fin, tuvo paz.

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