Inés Izquierdo
Nos escribe el lector Franklin Flores, quien nos cuenta que “hace unos años en un ensayo de Metodología de la Investigación el profesor me corrigió la palabra seropositivo (él puso ceropositivo) cuando me referí a los portadores del virus de la inmunodeficiencia”.
Qué pena, Franklin, nos da que existan profesores con errores de ortografía, porque está muy claro para todos que no existe la palabra ceropositivo, en todo caso podemos hablar desde el punto de vista matemático de un cero positivo.
Con respecto a seropositivo se escribe con s, porque su etimología se relaciona con el término sero (del latín serum), que se refiere al “líquido amarillento que deja trasudar poco a poco un coágulo”.
Según el Diccionario de la Real Academia Española, seropositivo significa: “Dicho de una persona o de un animal: Que contiene anticuerpos específicos en el suero sanguíneo, especialmente el virus del sida”.
De manera general, es seropositivo alguien que presenta en la sangre anticuerpos que, en una prueba diagnóstica apropiada, confirman la presencia de un determinado agente infeccioso.
Más que un estado patológico o enfermedad, seropositivo se aplica a una condición inmunitaria, donde hay un anticuerpo específico en la sangre, en condición latente.
Una persona seropositiva puede ser portadora del virus de VIH y no padecer la enfermedad.
Así que el profesor de Franklin se equivocó, al igual que muchas personas que andan escribiendo una palabra que no existe en nuestro idioma. No inventemos más disparates. Evitemos una catástrofe lingüística o nuestro español morirá.