Yader Loza Jarquín
Para muchos la oposición política en Nicaragua no existe, debido a la desintegración de los grupos políticos que están llamados a representarla y al poco peso o incidencia efectiva que tienen en función de frenar los caprichos del Gobierno, dado el control absoluto que este tiene en todos los poderes e instituciones del Estado.
Ambos argumentos son ciertos y de acuerdo a ellos la oposición parece estar aniquilada. Es una realidad que los líderes de los diferentes grupos políticos, que se dicen oposición, se alejan de la unidad haciéndole la comparsa al oficialismo, tomando posiciones mesiánicas o cuando hablando de bases, tendido electoral y capacidad de movilización, exigen más de lo que pueden aportar en una alianza política.
Es una realidad que en las actuales condiciones políticas, donde el partido de gobierno controla el poder legislativo, el papel de la oposición en ese terreno es prácticamente nulo, en tanto no tiene la capacidad de detener ningún tipo de iniciativa del ejecutivo, y lo único a lo que se puede llegar es a un dictamen de minoría o votos razonados, lo cual no le preocupa en lo más mínimo al oficialismo, que con su aplanadora legislativa convertirá en añicos los criterios de la oposición. En tales circunstancias parecería que todo está perdido, sin embargo, es posible cambiar la realidad siempre y cuando se vea esta adversidad como una oportunidad, no de acomodarse con el poder, sino de comenzar a construir una oposición verdadera. Esto significa, que en temas políticos donde el interés partidario se antepone al nacional, la oposición debe abstenerse de votar en la Asamblea Nacional. Conscientes de que no se puede incidir a favor ni en contra es preferible vender la imagen de no estar de acuerdo con la aprobación de leyes irresponsables que envía el ejecutivo, a continuar haciéndole el juego al oficialismo, como ocurrió recientemente con la aprobación de las reformas a la Ley Electoral, las que nunca se debió apoyar, primero porque son cosméticas y no van al fondo de las reformas que el país necesita en esa materia y segundo porque con o sin los votos de la oposición serían aprobadas por la bancada sandinista, dejando un mal sabor en el electorado opositor que con justa razón ve despertar el fantasma de un nuevo pacto.
La oposición se construirá y fortalecerá en la medida que sus líderes se unan y actúen en congruencia con el discurso público surgido del mandato de las bases, sin oscuras componendas a espaldas del pueblo, ofreciendo a sus partidarios la garantía de que se es oposición y no se está a disposición del Gobierno.
Bajo esta premisa el dilema de sí se participa o no en las próximas elecciones municipales, va mas allá de la razonable exigencia de condiciones mínimas para la contienda electoral y pasa porque el votante tenga la certeza de que los líderes de la oposición defenderán el voto democrático, no mandando a la ciudadanía a protestar en las calles, sino acompañándolo y poniéndose al frente de los reclamos, protegiendo a los fiscales para no sucumbir en el ofrecimiento ante jugosas sumas de dinero o cargos públicos a cambio de entregar alcaldías ganadas.
De nada servirá que se brinden las condiciones que la oposición reclama si al final de la jornada la voluntad popular será nuevamente burlada, no en las urnas sino en una mesa de negociaciones donde es posible se cocine otro perverso pacto. Allí está el reto de la oposición, salir de este próximo proceso electoral fortalecida o siendo una vergüenza para Nicaragua.
El autor es miembro del Grupo Projusticia
Ver en la versión impresa las páginas: 11 A