Joaquín Absalón Pastora
El repique se respira en el ambiente de la ópera en un palco improvisado donde dos mil asientos esperaban a igual número de diletantes para sentir la miel y el drama de Cavallería Rusticana.
Iglesia verdadera, tangible, de piedras verificables, haciendo de sustitutos de los peregrinos campesinos (así identificados en el guión), miles de curiosos llegados al atrio, rodeándolo sin pretender ser parte del elenco
Algunos de ellos preguntaban ¿Y qué van a presentar aquí? Uno de los organizadores con ironía premeditada les respondía “No se vayan, esta noche vamos a tener a un circo italiano”. Y no se fueron. Perseveraron hasta el final. Aún enterándose de la realidad evidentemente complacidos, algunos ignorando que estaban ante una reliquia del tablado con voces vibrantes hacia arriba, exponiéndose a que el viento se las llevara.
Vestía el templo los colores indefinidos puestos por la tonalidad centenaria con la vecindad tupida de antigüedad del Seminario Tridentino. Los artistas de la Fundazione Festivale Puccini de Italia eran vistos desde distintos ángulos, músicos cubanos y nicaragüenses en el mutuo ejercicio de la espontaneidad y un director dinámico con manos trascendentes .
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