INVERSIÓN
Hace unos días Enrique Quiñónez dijo que un candidato a la Alcaldía de Managua en las elecciones pasadas le habría pedido 10 mil dólares para abandonar su candidatura. El aludido ripostó que, al contrario, le ofrecieron 50 mil para que lo hiciera. Hay más. Esta semana un precandidato a diputado del PLC le pidió al doctor Arnoldo Alemán en una vehemente carta pública que no suspendan las primarias, porque “estoy seguro ganaré el primer lugar. Para lo cual he invertido recursos, producto de un préstamo”. Estamos claros. Las candidaturas tienen precio. Son una inversión. Ese dinero, es de suponer, se recupera con creces en el cargo. Y, como vimos, vale hasta el “no ir”. ¿Cómo llegamos hasta esto?
MERCADO PERSA
No voy a pecar de ingenuo y pensar que antes los políticos eran mejores. Tal vez sólo menos descarados. Raras han sido las expresiones francas, como la del general conservador Luis Mena, quien en 1911 le dijo a un periodista: “¡Ideales! ¡Propiamente hablando, no hay entre nosotros ideales políticos. El afán de todo grupo es llegar al poder, apoderarse del tesoro y robar!”. Lo que asusta de estos tiempos es que ya no son grupos que buscan tomar el poder y distribuírselo, sino que han convertido la política en un mercado persa. Se regatea, se subasta, se invierte y se especula por cargos, casillas, votos, traiciones y fidelidades. ¡Todo tiene precio!
PERRERÍAS ELECTORALES
El resultado es que el país está condenado a ser administrado por estos gánsteres que especulan en las elecciones como si de la bolsa de valores se tratara. Nadie espera ya que para tal o cual cargo o diputación se elija a quienes estén más capacitados para desempeñarlo. No, eso es imposible. Los cargos son para quienes inviertan tiempo y dinero en las perrerías electorales y ese solo hecho bastaría para explicar por qué Nicaragua está ahora entre los países más pobres del mundo.
BUEN NEGOCIO
El mejor negocio que puede haber hoy en Nicaragua es pertenecer al Consejo Supremo Electoral. Ahí está la mina. Entran palmados y resultan millonarios, desde que este poder del Estado, que antes era la cenicienta, se volvió el que decide quién queda en qué puesto, más allá de lo que digan los votos de los ciudadanos.
EL MUNDO CAMBIA
Hay algo que no están calculando nuestros políticos criollos. El contexto político mundial está cambiando vertiginosamente. Y esto siempre ha tenido una influencia decisiva en lo que pasa en Nicaragua. Daniel Ortega lo sabe. Ha pagado caro por estas vueltas de calcetín. En noviembre de 1989 cayó el muro de Berlín y en febrero de 1990 Ortega perdía estrepitosamente las elecciones mientras el mundo socialista se derrumbaba a pedazos. En septiembre de 2001 el ataque a las Torres Gemelas en Nueva York desató una ola antiterrorista que el mismo Ortega reconoció luego que incidió en la derrota que dos meses después le propinara Enrique Bolaños. Ahora arde África y el tsunami, pronto, prontito podría estar en nuestras costas
FIDELIDAD
Pero si algo hay que reconocerle a Daniel Ortega es la fidelidad a sus padrinos. Él podría hacerse de la vista gorda con su antiguo benefactor, al fin y al cabo ya de poco le va a servir una vez derrocado. Pero no, ahí está el hombre, casi íngrimo peleando por él a pesar de todo el color que se está dando. Más que solidaridad con Gadafi, creo yo que es un mensaje a su actual padrino, Hugo Chávez. Es un mostrarle lo bien que paga él los “patrocinios” y que, así como se está enlodando por Gadafi ahora, mañana podría hacerlo por Hugo Chávez, cuando a éste se le empiece a incendiar el rancho. Y esa fidelidad tiene precio también. En petrodólares.
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