Esta semana fuimos parcialmente testigos de un encuentro entre la cúpula empresarial del país y el Presidente con su equipo de gobierno. Digo parcialmente porque vimos las fotos y los saludos, pero no el intercambio que se dio entre ellos, que fue a puertas cerradas.
Sé que ver una transmisión televisada, en vivo, de una reunión de ese tipo es muy difícil, pocos, a ambos lados de la mesa, la aceptarían, pero como periodista no pierdo la esperanza que algún día nuestra sociedad evolucione hasta ese nivel.
Pero antes debemos avanzar en muchos otros aspectos. Como el que quedó en evidencia en esa reunión del lunes.
Ahí la cúpula empresarial presentó al Presidente sus principales preocupaciones y en primer lugar estaban la necesidad de una observación electoral nacional e internacional, cedulación efectiva, el llamado al voto ciudadano y la seguridad jurídica.
Pero esos temas no son del agrado del compañero comandante pueblo presidente Daniel y pasó a los otros, los temas económicos y le dijo a los empresarios que las perspectivas para el 2011 son “excelentes”, que el crecimiento va a ser igual o mejor que en el 2010. El Cosep, por su parte, hizo énfasis en la importancia de “mantener la tendencia” del crecimiento económico del año pasado.
Dicen que todos los asistentes salieron contentos de la reunión. Grave problema.
¿Por qué es grave problema que el gobierno haya ofrecido buen crecimiento para el 2011 y que los empresarios estén contentos?
Porque esto revela una visión cortoplacista, más bien miope, del futuro del país. Porque aunque sin duda el crecimiento económico es bueno, no es igual a desarrollo económico, que es lo que se debió haber exigido en esa reunión.
Crecimiento económico es el crecimiento del Producto Interno Bruto que sólo es el valor de los bienes y servicios producidos en un país.
Desarrollo incluye el crecimiento, pero también educación, esperanza de vida y hasta la libertad política.
O sea que el hecho que estemos creciendo no quiere decir que estamos mejor ni que va a ser sostenible, pues el crecimiento actual, que de paso hay que aclarar no es nada espectacular, se debe a razones externas que igual están hoy y pueden no estar mañana. Estas razones son: excelentes precios de nuestros productos (materia prima) en el mercado internacional, la apertura del mercado venezolano que es más política que económica, y el negocio entre Hugo Chávez y Daniel Ortega que trae cantidades fantásticas pero no sostenibles de dinero al país.
Para que un país empiece a desarrollarse necesita instituciones serias, fuertes, que no se muevan según el ánimo del caudillo de turno y sobre todo que se respeten las leyes y se hagan cumplir. Si eso sucede, todo lo demás viene más fácil.
Pero, tal vez sin advertirlo, los mismos empresarios que se reunieron el martes con Ortega reconocen que aquí no se están sentando las bases para el desarrollo. Aunque con toda la buena intención del mundo, el mero hecho de pedirle a Ortega elecciones libres revela que están claros que el Consejo Supremo Electoral no es más que un títere del Presidente.
Al no tocarle el tema de su candidatura inconstitucional reconocen que aquí no hay ley.
Y cuando le piden respeto a la propiedad privada, dejan en evidencia que no hay un poder judicial independiente que garantice eso.
Sólo basta recordar que bajo la dictadura somocista este país creció durante 25 años a un ritmo superior a la “tendencia” que vimos en el 2010 y al final todo no sólo se desplomó, sino que se hundió.
Con el crecimiento algunos pueden hacer unos bollitos por un rato, pero no se puede sacar a un pueblo de la miseria.
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