Antes fue en Costa Rica y ahora en Panamá. Los nicaragüenses migrantes son tema de discusión y entre las opiniones saltan indicios de xenofobia, lástima y comprensión, pero independiente de si el inmigrante proviene de Nicaragua u Honduras, la nación panameña es hoy un destino migratorio muy atractivo por el auge de la construcción.
“El éxodo de Nicaragua” es el título de una nota que publicó hace días el diario La Prensa, de Panamá, en la que explica cómo el alto desempleo y los problemas políticos obligan a más nicaragüenses a emigrar.
Para quienes conocemos in situ la situación de Nicaragua, los comentarios de los lectores en el sitio web del periódico panameño se vuelven más interesantes. Alguien se queja de que Panamá no puede ser “la tierra prometida” de “nuestros arruinados vecinos” y otro pide más controles en las fronteras.
Me llama la atención eso de “arruinados”. Se refiere a los nicaragüenses como arruinados, no sólo pobres, porque pobres hay en todo Centroamérica y en Panamá también.
Creo que se está tejiendo una percepción particular del migrante nicaragüense, producto de la imagen que Nicaragua transmite al exterior con sus escándalos políticos y la mala relación del gobierno de Daniel Ortega con sus vecinos, por estar él al servicio de la política del venezolano Hugo Chávez.
El comentario de otro lector panameño parece confirmarlo: “Aquí está el famoso socialismo del siglo 21 del comunista de Daniel Ortega Si ese socialismo es tan bueno, ¿por qué la gente se va?”.
Y como para marcar un antecedente histórico, entra en línea una nicaragüense residente en Panamá, llamada Reyna. “Tengo 20 años de vivir en este hermoso país, he podido lograr mis metas de graduarme en la universidad, tener un buen trabajo Me hubiera gustado mucho lograr todo eso en mi propia tierra Ojalá el gobierno (de Ortega) se dé cuenta de su error, pues se quedará sin pueblo para gobernar”.
Si Reyna emigró hace 20 años a Panamá, lo hizo cuando Nicaragua quedó en la ruina económica tras la primera década de gobierno del Frente Sandinista, con Ortega a la cabeza.
Ortega está hoy de nuevo empeñado en destruir la democracia para instaurar una dictadura y, por eso, es probable que en el exterior ya se comience a percibir el incremento de la migración nicaragüense como el inicio de otra diáspora por razones políticas, similar a la que hubo en este país en la década de 1980, cuando él gobernó la primera vez.
Nicaragua ya es el principal emisor de mano de obra migrante dentro de América Central, como confirmó hace días el Sistema de la Integración Centroamericana (SICA), porque decenas de miles de nicas se han ido a trabajar a Guatemala, El Salvador, Belice, Honduras, Costa Rica y Panamá.
Se van porque en Nicaragua el empleo es escaso, y si hallan trabajo en las naciones vecinas y se quedan es porque les necesitan. Sin embargo, cargan el estigma, en unos países más que en otros, de ser los que llegan a quitar el empleo a los ciudadanos locales, aunque ésta sea una percepción equivocada.
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