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LA PRENSA/Cortesía

Festival de Danza Contemporánea

Homenaje Hace 30 años, emergió un nuevo género en la historia de la danza en Nicaragua: La Danza Contemporánea. Considerada, por algunos colegas de la danza, inclusive, hoy día, como retorcimientos y contracciones de locos que cualquiera los imita. Ni pensar lo que hubiesen dicho Isadora Duncan, Martha Graham, Merce Cunningham o Pina Bausch sobre […]

  • Homenaje

Hace 30 años, emergió un nuevo género en la historia de la danza en Nicaragua: La Danza Contemporánea. Considerada, por algunos colegas de la danza, inclusive, hoy día, como retorcimientos y contracciones de locos que cualquiera los imita.

Ni pensar lo que hubiesen dicho Isadora Duncan, Martha Graham, Merce Cunningham o Pina Bausch sobre este planteamiento, pero lo cierto es que los protagonistas del génesis de esta nueva forma de ver y hacer danza, se acercaron a esos planteamientos estéticos y éticos de estos grandes exponentes que revolucionaron la danza del Siglo XX. Nuestra danza contemporánea surge por una necesidad de expresión, comunicación, reivindicación política y establecimiento de una función social del arte, gracias a la explosión cultural que significó la revolución en 1979, que permitió la apertura de la Escuela Nacional de Danza guiada por Irene López, Bayardo Ortíz, el mexicano Rodolfo Reyes, la colombonicaragüense Patricia López y luego la mexicana Evangelina Villalón.

Se formaban bailarines con una visión clara de su perfil, creadores pensantes, maestros formados y formadores. La técnica moderna, el ballet, el folclor nacional, el folclor latinoamericano, la música, la acrobacia, la composición coreográfica, la historia del arte, la pedagogía, la didáctica y la historia se complementaban mutuamente para formar verdaderos creadores, seres con mística y pasión por su oficio, que iniciaron el camino de la danza moderna y contemporánea en Nicaragua. Un grupo de jóvenes osados, ansiosos y desbordados. Tanto fue así, que algunos maestros descartaban la idea de que sus alumnos empezaran a formar agrupaciones y bailar. Por ello, frente a esta exigencia y ante la urgencia de compartir con el público sus novedosas propuestas, estos osados estudiantes fundaron hace 30 años, en el seno de la Juventud Sandinista, el primer grupo de Danza Contemporánea en Nicaragua. Estos pioneros son Gloria Bacon, Guillermo Márquez, Ligia Espinosa, Yadira Alemán y Patricia López, la rebelde profesora. Luego, en una segunda promoción encontramos a Félida Gaitán, Alenka Díaz, Elving Vanegas, Roberto Picado, Alí Reyes, y Verónica Arana.

Pero hay dos antecedentes históricos que pueden catalogarse, en términos coreográficos, como el génesis de lo moderno en Nicaragua: La coreografía Las Mujeres del Cuá, de Alejandro Cuadra, interpretada por Blanca Guardado y Xiomara Gutiérrez y el otro es la coreografía Las Lavanderas, de la ecuatoriana Susana Reyes, presentada en las calles de Quito en 1978 y luego adaptada en 1979 en Nicaragua por Patricia López, interpretándola junto a Blanca Guardado en el Teatro Nacional Rubén Darío.

A partir de ahí, la producción coreográfica contemporánea fue impactando a un público ávido de consumo cultural, junto a asesores chilenos, mexicanos, norteamericanos y especialmente cubanos, estilo que marcó un referente, dejando una escuela imperecedera en nuestra danza. El repertorio se fue ampliando y madurando, pasando de un concepto realista dentro de lo moderno, hasta lo más abstracto del significante del arte. El arte llegaba a la gente, a los barrios, a las escuelas, a los hospitales, a las universidades y a los frentes de guerra, bailando en escenarios improvisados, muchas veces naturales, sobre el asfalto, el lodo o la montaña, hasta quedar con los pies y las rodillas ensangrentadas. Así fue evolucionando la danza contemporánea, depurando un estilo y presentando nuevas propuestas en coreografías mejor elaboradas, dando paso en 1990, a la escuela de los países nórdicos con la asesoría de los maestros finlandeses.

En este contexto es que se desenvuelven, nuestros hoy homenajeados Patricia López, una de las primeras maestras de danza moderna en Nicaragua, y Elving Vanegas, bailarín y coreógrafo.

Por un lado Patricia, colombiana de nacimiento y nica de alma y corazón, llegó en 1979, invadiendo de solidaridad nuestro territorio. Originaria de Armenia, departamento de el Quindío, Colombia, trasladada de manera fortuita a Ecuador, donde estudió su bachillerato de danza en el Instituto Nacional de Danza de Quito. Patricia, maestra y bailarina, pero ante todo, un ser humano, quien dejó el oficio de la danza contemporánea por la enseñanza de la danza a la niñez, a través del psicoballet, entendiendo la danza como un medio de terapia, especialidad alcanzada en el departamento de Psico Ballet del Hospital Psiquiátrico de La Habana. Creó AÑOS MAGICOS su propio centro de atención especializada, para participar de procesos de sanación de niños con capacidades diferentes, asumida como parte de su sanación y satisfacción personal, porque en cada montaje con ellos, no solamente es la maestra; también es parte fundamental del elenco infantil, haciendo de hada madrina para que cada niño se crea en el escenario que cuentan con un hada a su lado. Eso, produce una enorme satisfacción. Es hacer feliz a un niño y hacerse feliz a sí misma. Por eso el reencuentro con sus viejos colegas y amigas es fundamental en su vida, para reencontrarse con su familia, con los seres que le dieron vida y felicidad. Reencontrarse para el abrazo y revivir esos años mágicos. Este homenaje a Patricia, más que un acto de justicia, es un acto de amor, de solidaridad humana, de convivencia, de respeto, de valoración, de valor.

Por otro lado, Elving Vanegas, desenfadado, mordaz, imaginativo, abierto, cuestionador, con gran ingenio y talento, cualidades que le permitieron enrumbarse por un camino a veces adverso, otras ingrato, pero finalmente lleno de realizaciones espirituales, como las que alcanzó en la Escuela Superior de Teatro y Ballet “Félix Mendelson” en la ciudad de Leipzig, Alemania y su inserción al regresar, sin dudas y sin encumbramientos al movimiento danzario nicaragüense en el que ha logrado destacadas interpretaciones y creaciones en coreografías y obras memorables como Alfonsina y el Mar de 1987, Adán y Eva basada en un poema de Gioconda Belli, su magistral interpretación del Baile de Negras, junto a Guillermo Márquez, construyendo un diálogo sincero entre artista y público, usando la máscara no para esconderse, sino, para reafirmar su identidad y su talento, en contra de prejuicios y de la doble moral, De Profundis obra integral basada en la carta que Oscar Wilde le escribe a su amante. Esta misma realización la sintió Elving al lado de grandes amigos y bailarines (Verónica Arana, Alenka Díaz, Guillermo Márquez, Yadira Alemán, Patricia López, Flor Gaitán, Ligia Luna y por supuesto Gloria Bacon), con las cuales compartió, este hermoso nacimiento y desarrollo de la Danza Contemporánea, sin dejar a un lado las raíces de nuestro folclor y del ballet, géneros que abandonó, el primero rotundamente porque no le permitía expresar lo que él quería y el segundo, eventualmente, su especialidad, porque fue cerrado el espacio donde se enseñaba. Su terquedad y visión por asumir nuevos retos, lo llevó a aventurarse en grandes proyectos en el exterior, alcanzados con éxito. Creó el Ballet de Cámara y la Escuela Profesional de Danza de Nayarit, México, coreógrafo y maestro residente del Ballet de Cámara de Morelos, Maestro examinador de la Escuela Rusa de Ballet Aguas Calientes y coreógrafo del Ballet de Jalisco. Su incansable labor lo ha llevado recientemente a fundar su compañía Ballet Concierto, un sueño de formar una compañía profesional cargado en su memoria desde hace algunos años.

En esta XV edición del Festival Internacional de Danza Contemporánea, celebramos este homenaje que Gloria Bacon ha decidido hacer a estas dos grandes figuras relevantes de la danza, cuyos aportes están registrados por siempre en la historia de la Danza Contemporánea Nicaragüense.

Agosto 2004

La Prensa Literaria

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