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Lucha contra deterioro urbano

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washingtonpost.com

Cuando era niña en la Bogotá de los años 70, el reciclaje no tenía un programa gubernamental o un estudio ambiental que lo motivara. Simplemente ocurría. Cada semana, un carro de madera aparecía en la calle y una voz penetrante repetía incesantemente: “¡botellas, frascos, papel!” Mi madre salía con lo que había guardado y lo intercambiaba por unos cuantos pesos con aquellos bogotanos que intentaban subsistir con la basura de otros.

Este tipo de reciclaje no me inspiró mayor reflexión en ese momento pero ahora me doy cuenta que se trataba de una adaptación —una innovación— que surgía de la urbanización y la pobreza. Ahora, 30 años más tarde, estas mismas circunstancias se han expandido a lo largo del planeta y requieren innovaciones sin precedentes. En algún momento el año entrante, la mayoría de la población mundial vivirá en ciudades.

Para responder a los retos de la urbanización están surgiendo en América Latina algunas de las fórmulas más categóricas, según un nuevo informe emitido esta semana por el Worldwatch Institute. Titulado State of the World 2007: Our Urban Future (El estado del mundo en 2007: Nuestro futuro urbano), el informe revela a América Latina como una “región fascinante que está inspirando innovación en todo el mundo”, afirmó Molly O’Meara Sheehan, la directora del proyecto.

No hace mucho tiempo, Loja, Ecuador, era una ciudad afligida por la deforestación, la polución y el crecimiento descontrolado. En la última década, bajo el liderazgo del alcalde José Bolívar Castillo, ha logrado transformarse en una “ciudad ecológica y saludable”. Loja impone serias exigencias a sus ciudadanos por medio de estrictas políticas de manejo de tierras y protección ambiental. Entre otras cosas, la ciudad requiere que los constructores preserven el 20 por ciento de la tierra para espacio público. Los parques y áreas verdes creados por esa política han mejorado el manejo de aguas y la salud pública.

Un sorprendente 95 por ciento de la población cumple con el programa de reciclaje en Loja que ahora reutiliza “todos los desperdicios orgánicos y más del 50 por ciento de los desperdicios inorgánicos”, según el informe.

Al noreste de Loja, Bogotá, la capital de más de siete millones de habitantes, ha puesto en práctica “la campaña más decisiva del mundo para recapturar el espacio público de manos de los usuarios de automóviles privados”, de acuerdo con Walter Hook, del Institute for Transportation and Development Policy con sede en Nueva York.

Bogota, bajo el entonces alcalde Enrique Peñalosa, restringió el tráfico en las principales avenidas de la ciudad para su sistema de transporte masivo rápido con autobuses. El TransMilenio, inspirado en el sistema desarrollado en Curitiba, Brasil, en 1974, ahora transporta a 53,000 pasajeros en una dirección cada hora, una capacidad comparable a la de los sistemas más grandes de metro.

Hoy, los bogotanos pueden recorrer en 30 minutos lo que antes les tomaba una hora o más. El espacio público también ha sido transformado en nuevos parques, calles de uso exclusivo de peatones y kilómetros de ciclorutas donde antes había sólo automóviles.

Algunas de estas innovaciones podrían de hecho estar llegando a una ciudad cerca de donde usted vive. Tanto el sistema de Bogotá como el de Curitiba han sido estudiados por ciudades a lo largo del mundo. El nuevo sistema Transjakarta en la capital de Indonesia es una réplica del TransMilenio de Bogotá. Mientras que en Los Ángeles, la ciudad tan conocida por su congestión vehicular como por Hollywood, ha estado desarrollando su propio sistema siguiendo el ejemplo brasileño.

Detrás de los cambios físicos —los espacios verdes, los programas de reciclaje y los sistemas de transporte— el informe deja la impresión de que existen líderes cívicos dispuestos a luchar contra el deterioro urbano y enfrentar problemas que son prácticamente ignorados por gobiernos nacionales apáticos. Son el tipo de líderes como los de más de 300 ciudades estadounidenses que se han comprometido a reducir las emisiones de carbono mientras el Gobierno Federal bloquea acuerdos globales y otras respuestas nacionales a los cambios climáticos.

Estos líderes miran sus ciudades como fuentes de soluciones. Tal como lo hizo Jaime Lerner, ex alcalde de Curitiba, al impulsar en los años 70 innovaciones que todavía merecen ser duplicadas. En esa forma continúa desafiando, como lo escribió en un prefacio al informe del Worldwatch Institute, a quienes piensan en las ciudades como “lugares desapacibles donde las personas no pueden respirar, movilizarse o vivir adecuadamente”.

Estas innovaciones tal vez también señalan una democratización de la calidad de vida, un reconocimiento de que una vida feliz no es exclusividad de ciertas clases sociales sino que puede ser realidad para los más necesitados, muchos de los cuales viven ahora en centros urbanos. Es verdad que las ciudades pueden agravar la pobreza pero como mínimo pueden proveer, como le gusta decirlo a Peñalosa, espacios públicos donde “todos se encuentran como iguales”.

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