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Sus padres y familiares cuando depositaban una ofrenda floral tras celebrar una misa, a un año del asesinato del adolescente Jean Paul Genie.

La oscura noche del crimen

Han transcurrido 15 años desde que mataron a balazos al adolescente Jean Paul Genie, en Carretera a Masaya, la noche del 28 de octubre de 1990. Las investigaciones policiales y militares de la época oscurecieron los hechos para tratar de aniquilar la principal hipótesis del crimen: lo mataron escoltas del general Humberto Ortega Saavedra José […]

  • Han transcurrido 15 años desde que mataron a balazos al adolescente Jean Paul Genie, en Carretera a Masaya, la noche del 28 de octubre de 1990. Las investigaciones policiales y militares de la época oscurecieron los hechos para tratar de aniquilar la principal hipótesis del crimen: lo mataron escoltas del general Humberto Ortega Saavedra

José Adán [email protected]

I ENTREGA
28 de octubre de 1990. Fueron aproximadamente cinco minutos de fuego. Los testigos calculan como “una eternidad” el tiempo en que sonó el primer disparó y el momento en que las ráfagas dejaron de escucharse en aquella vía oscura y desolada que era en 1990 la Carretera a Masaya.

Alguien, varios, vieron los destellos trazadores de la fusilería AK-47. Otro vio pasar la misteriosa caravana de vehículos jeeps “Renegados” como el que usaba la escolta del general Humberto Ortega Saavedra, quien vivía sobre esa misma carretera en un complejo habitacional custodiado todo el tiempo por militares del para entonces todavía Ejército Popular Sandinista (EPS).

Uno más vio el vehículo Mitsubishi opalina, placas MW3612, estrellado en un terraplén al costado derecho de la carretera entre los kilómetros 7 y 8; otro más hasta alcanzó a ver con vida, todavía jadeante y quejoso, al infortunado adolescente cuyo nombre, 15 años después, sigue siendo sinónimo de postergación de justicia en Nicaragua: Jean Paul Genie Lacayo.

LA MANO PODEROSA

El capitán Roberto Chacón era el jefe de escoltas del general Ortega en el Complejo Militar 003, donde el alto jefe del Ejército habitaba con su familia.

Dice que ese día él pidió permiso para ir a cambiarse de ropa a su casa en la Colonia Centroamérica y que eso lo sabía el mayor Sidney Lacayo, su superior en el complejo militar, quien no tuvo objeción en permitirle a su subalterno que se tomara un tiempo libre.

Contó Chacón que al regresar a su puesto, a eso de las nueve de la noche por el kilómetro ocho de la Carretera a Masaya, vio varias patrullas policiales alrededor de un auto estrellado al costado de la carretera y pensó que era un accidente.

Chacón, junto a siete militares más, formó parte de los acusados en un tribunal civil, y luego en una auditoría militar, por la muerte del joven Genie, quien tenía 16 años al momento de morir de shock hipovolémico por hemorragia, producto de las tres balas que le alcanzaron el cuerpo.

Los acusó la familia del joven fallecido, porque las pocas luces que arrojó la investigación oficial es que esa patrulla estuvo de turno el día en que ocurrió el asesinato.

Varios testigos señalaron que el joven Genie intentaba aventajar por el carril izquierdo a una caravana de jeeps de escoltas y que eso motivó la lluvia de balas: 51 casquillos de tiros de AK-47 fueron encontrados en la zona. De ellos, 21 impactaron por todas partes del vehículo y tres entraron al cuerpo del muchacho.

Sobre el caso hubo dos investigaciones: una de la Policía Nacional que supuso la existencia de un único vehículo y que, reforzado con una autopsia rara, suponía la muerte del joven mediante un tiro de escopeta a quemarropa por la espalda.

La otra, proveniente del cuerpo técnico de la Policía Judicial del Ministerio de Justicia de Venezuela, establecía la presencia de una caravana y la muerte a tiros desde varios ángulos que sólo pudieron darse desde varios vehículos en movimiento. Es decir, desde una caravana.

“Todo el mundo vio una caravana de jeeps y todo el mundo sabía que ahí la única caravana que transitaba era la del General. Pero hubo mano poderosa que torció el cauce de la justicia y todas las pruebas que parecían certeras, caían viciadas”, recuerda ahora el abogado Daniel Olivas Zúñiga, quien llevó el caso por la familia Genie Lacayo.

LAS ÚLTIMAS GIRAS

El domingo 28 de octubre, como a las 3:45 p.m., Raymond Genie, Gloria Ángeles Lacayo y su hijo, Jean Paul, regresaban de un paseo familiar con sus abuelos en las costas de Casares, en el océano Pacífico, unos 70 kilómetros al suroeste de Managua.

Ahí entraron a la Quinta Esmeralda a recoger el carro Mitsubishi en el cual Jean Paul iría a visitar a su novia, Carla Lacayo Abreu, en residencial Los Robles.

Raymond y Gloria Ángeles partieron hacia su casa en Las Colinas, a donde llegaron como a las 4:15 de la tarde. Jean Paul llegó a la casa de su novia Carla Lacayo Abreu y no la encuentra. Le dejan razón que está donde Dionisio Chamorro, en el Mirador de Santo Domingo. El joven Genie parte allá y los encuentra a eso de las 4:30 de la tarde.

De allí salió con sus amigos Luis Enrique, Katia, Ricardo, Nicho, Fara, Anakara, Claudia y su novia Carla, al Chico Soda, en el Camino de Oriente, a la salida de Carretera a Masaya.

Ahí permanecen aproximadamente una hora comiendo hot-dogs y gaseosas, tras lo cual se regresaron a la casa de Los Robles, Jean Paul, Carla y Katia. Ellas se cambiaron de ropa porque tenían que ir a misa a las seis de la tarde en la iglesia El Carmen.

Al terminar la misa se fueron a recoger a Claudia Chamorro y llegaron después, ya entradas las siete de la noche, a la casa de Luis Lacayo Debayle, situada en la carretera que va hacia la iglesia de Santo Domingo, donde permanecieron una hora organizando una fiesta de fin de año y bromeando.

Como a la 8:15 p.m., Jean Paul, Carla y Katia fueron a dejar a Claudia Chamorro Baltodano a su casa en Las Colinas Sur y regresaron a Managua, al reparto Los Robles, a la casa de su novia, donde él permaneció hasta las 8:35. Se despidió de ella y se vino a casa.

Antes pasó por el Camino de Oriente, por la entrada de la Lotería. Pasó frente a El Lobo Jack, en ruta hacia el McDonals, hasta que entró en la Carretera a Masaya.

Un testigo que lo conocía, dio el testimonio de haber estado junto con un amigo X en el Camino de Oriente, esa misma noche a las 8:40. Compraron unos cigarrillos y regresaron hacia la pista de patines del Bolerama y se encontraron con una caravana compuesta por un carro Toyota y dos jeeps “Renegados” abiertos, con tres a cuatro hombres armados con fusiles plegables en cada “Renegado”.

Ellos cuentan que siguen tras el convoy y lo pierden de vista cuando doblan en la esquina frente al Topkapi y van a salir a la carretera, frente al Ministerio de Comercio Exterior. Desde allí vieron cómo salió el carro Toyota, el primer jeep siguiéndole y el segundo jeep que se cruza la carretera, siguiéndolos en el carril izquierdo.

LA CARAVANA DE LA MUERTE

De acuerdo con el testimonio del testigo Andrés Duque —en narración hecha a los padres de Jean Paul y dos personas más—, estando él parado en el semáforo de la Centroamérica, vio pasar un carro a alta velocidad, comentándole a su compañero que “ese carro se iba a estrellar”.

Ese carro iba conducido por Walter Salmerón, de 16 años, quien declaró ante un grupo de compañeros de clase del Colegio Centroamérica, donde estudiaba Jean Paul, que esa noche él rebasó el carro Mitsubishi, conducido por Jean Paul, cuando éste iba “arrancando despacio” del Camino de Oriente, a la altura del puente de los cinemas.

Según la narración de este mismo testigo, Walter Salmerón, él iba rápido y al llegar aproximadamente a la primera colina, después del puente, se encontró con un convoy de jeeps “Renegados” que iban en la carretera con dirección a Masaya.

“Iban despacio, como a unos 70 kilómetros por hora. Dos de ellos abiertos, color verde oliva, con militares armados, y uno de éstos va sobre el carril izquierdo impidiendo la pasada y el otro sobre el carril derecho escoltando a otros dos jeeps”, dijo, contando luego que él logro sobrepasar la caravana.

Al llegar a la parte alta de la subida, el convoy cerró formación, se alineó en el carril derecho y encendieron luces de señales. Salmerón aprovechó para aventajarlos. Atrás venía, ya tomando velocidad, el auto de Jean Paul.

JADEOS Y QUEJIDOS

Cuando Walter estaba llegando a su casa en el Mirador de Santo Domingo, escuchó la primera ráfaga corta. Diez segundos después escuchó otra ráfaga más larga y fuerte, como si fuera de otro calibre y luego como un golpe seco.

Andrés Duque narra que al comenzar a ascender sobre la loma ubicada después del puente de los cinemas, escuchó la primera ráfaga que confundió con una llanta explotada.

Continuó un poco sobre el camino y comenzó ver adelante suyo balas trazadoras en el aire y se detuvo en la cima de la loma, desde donde pudo ver, como 100 metros adelante, disparos simultáneos de dos o tres ametralladoras sobre un carro que iba en el carril izquierdo e intentaba aventajar a otros vehículos que iban en formación en el carril derecho, que llevaban señales lumínicas y desde los cuales salían las chispas del fuego.

Andrés Duque observó cómo el carro de Jean Paul giró sobre sí mismo, como si hubiera frenado bruscamente, se deslizó hacia el carril derecho, pasó en medio de los últimos dos vehículos que iban en formación y se estrelló contra el barranco del lado derecho.

Los vehículos disminuyen la velocidad al pasar frente al carro de Jean Paul, dispararon en corto, y luego aceleraron en dirección hacia Masaya.

Duque, al ver retirarse los vehículos pasó de largo sobre donde yacía el auto ametrallado. Luego, como a los 200 metros regresó hasta detenerse frente al auto accidentado. Alguien que estaba ahí, al parecer un vecino del sector, le hizo seña y le dijo que fuera a avisar a la Policía.

Antes de partir, Duque apagó la llave del auto estrellado que aun seguía con el motor encendido, los vidrios rotos y las luces encendidas.

Dentro estaba un muchacho recostado sobre la puerta derecha, la cabeza apoyada en el dintel de la ventana y las manos apretadas sobre el tórax. Había sangre sobre el pecho del joven que aún jadeaba y se quejaba pero que no respondió cuando el testigo aterrorizado le preguntó: ¿Estás bien?

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