14
días
han pasado desde el robo de nuestras instalaciones. No nos rendimos, seguimos comprometidos con informarte.
SUSCRIBITE PARA QUE PODAMOS SEGUIR INFORMANDO.

La relación entre filosofía y política

Alejandro Serrano Caldera

¿Existe alguna relación entre la filosofía y la política? Y de ser así, ¿cuál es esa relación? ¿Cuáles las características que permite establecerla con aceptable precisión? A primera vista parecieran dos dominios del conocimiento y acción humanas completamente diferentes, pues mientras la filosofía busca la verdad, la política busca el poder y con no poca frecuencia, poder y verdad resultan dos categorías contrapuestas.

No obstante, convendría recordar que en la civilización occidental, desde sus orígenes griegos hasta hoy, la filosofía ha pretendido ser la razón de la política y ésta la práctica de la razón. Una deseada unidad indisoluble entre teoría y práctica, razón y acción, logos y praxis, de tal manera que la una no sea posible sin la otra.

La razón es una forma de la realidad y la realidad es la forma tangible de la razón. Todo lo real es racional y todo lo racional es real, afirmó Hegel dándole a su filosofía una consistencia dialéctica sin precedentes. De ahí que la ética, conjunto de reglas prácticas que debe conducir el comportamiento de los seres humanos, sea un compuesto indisociable entre la acción y la razón que la sustenta y guía.

La razón sin acción es teoría hueca, el espectro de la idea vaciada de contenido, y la acción sin razón es barbarie, instinto zoológico sin sentido, dirección y finalidad humanas. Me viene a la mente aquella frase de Henri Bergson, el gran filósofo francés, que dice: “Piensa como hombre de acción y actúa como hombre de pensamiento” que sintetiza de manera admirable esta doble condición entre el pensamiento y la acción, la teoría y la práctica, la razón y la realidad.

Ahora bien, desde Sócrates, Platón y Aristóteles, la realidad por excelencia es la realidad política. En este sentido, Aristóteles fue brutalmente categórico: “El hombre es un animal político”, quien no necesita de lo político, es decir de lo social, de las relaciones inter subjetivas, de la vida comunitaria, “es un Dios o una bestia”.

De la misma manera filósofos contemporáneos como Ortega y Gasset recuerdan que el yo es también la circunstancia, lo que nos circunda, el medio en que estamos inmersos (yo soy yo y mi circunstancia) o Heidegger que nos habla del ser como un estar siendo en un medio específico, o el concepto de praxis de Marx que enseña que el ser no es algo predeterminado sino que se construye a través de lo que hace.

La política para los griegos es la forma más elevada de lo social y esto es la condición de la vida humana. Pero el relacionar la política con el bien común, el definir la vida individual como resultado de la vida social, el determinar las formas y sistemas de gobierno y el tratar de justificar el poder como una forma necesaria de cohesión social regida por la voluntad comunitaria y el derecho, es y ha sido tarea de la filosofía. De ahí su intrínseca e indisoluble unidad.

Como expresa Paul Ricoeur en su obra Historia y Verdad: “Toda gran filosofía quiere comprender la realidad política para comprenderse a sí misma… pues bien, la política no revela su sentido más que si su objetivo —su telos— puede vincularse a la intención fundamental de la filosofía misma, al bien y a la felicidad”. Y en otra parte expresa: “Lo que sigue siendo admirable en el pensamiento político de los griegos es que ningún filósofo entre ellos —a no ser, quizás, Epicuro— se resignó a excluir la política de lo razonable que ellos exploraban…”

Aristóteles en el inicio de La Política dice: “Todo Estado tal como lo conocemos es una sociedad, la esperanza de un bien y su principio, como lo es toda asociación, ya que todas las acciones de los hombres tienen como fin lo que ellos juzgan que es un bien…”

El genio de los griegos consistió, precisamente en transformar la política en una categoría filosófica, en pensarla como una creación de la razón para alcanzar el bien y la felicidad como fin universal de toda la sociedad.

Esta dimensión universal de la política es hija de la filosofía que nace con los griegos y se desarrolla con la ilustración, la escuela clásica del derecho natural y las teorías modernas del contrato social. Ningún poder ejercido al margen de la ley, que debe ser expresión normativa de la razón, tiene justificación, ningún Estado o poder del Estado que se aleje de la racionalidad y de la voluntad general para satisfacer sus intereses particulares tiene legitimidad.

La filosofía ha dado dignidad a la política en tanto le ha asignando un fin universal como proyecto de la inteligencia y de la voluntad. Cualquier práctica fuera de la razón, la voluntad, la ley y el fin colectivo carece de legitimidad histórica y de dignidad humana.

La política, pues, aunque haya degenerado mil veces en prácticas brutales que desmienten su finalidad, o quizás, precisamente por eso, debe ser lucha para recuperar su condición humana y vencer el reino de los instintos, la ambición, la corrupción, la brutalidad y el ejercicio ciego e ilegítimo del poder.

Ningún mecanismo, llámese Estado absoluto o mercado total puede sustituir el concepto de la política como expresión de la libertad, la voluntad y la razón. Ése es el sentido que le imprimieron los filósofos griegos del siglo IV antes de Cristo al definirla como el arte del bien común y ésa es la lucha que en medio de victorias y derrotas, miserias y grandezas, ha combatido y sigue combatiendo el pensamiento y la filosofía por la humanidad de la política y la dignidad del ser humano.

El autor es filósofo.

Editorial
×