14
días
han pasado desde el robo de nuestras instalaciones. No nos rendimos, seguimos comprometidos con informarte.
SUSCRIBITE PARA QUE PODAMOS SEGUIR INFORMANDO.

Causa y efecto del cambio climático en Nicaragua

Fernando Centeno [email protected]

Uf, ¡qué calor, Qqué bochorno, qué caliente! Éstas parecen ser las frases más comunes en los últimos días debido a las altas temperaturas que han alcanzado niveles históricos antes nunca vistos, ocasionando varias víctimas mortales.

Era de esperarse. La destrucción ambiental a la que ha sido sometido el territorio nacional en las últimas décadas es la consecuencia del cambio climático que ya había sido pronosticado hace cinco años en “Primera comunicación nacional sobre el cambio climático”, presentada por el Marena en 1998, en la que se advertía que de continuarse con la destrucción de los bosques y la contaminación de las fuentes de agua, disminuirían sensiblemente las precipitaciones medias anuales entre un 15 y 20 por ciento y las temperaturas aumentarían entre 1.5 a 2 grados, con el agravante que se preveían estos cambios dentro de cincuenta años. Pero estamos siendo testigos de ellos a menos de diez años de haberse presentado aquel pronóstico.

Basta señalar los principales problemas ambientales para darnos cuenta que está impactando en el cambio climático:

El agua: las principales ciudades de la costa del Pacífico y de la zona central padecen de una severa escasez de este líquido como producto del secamiento de las fuentes que las abastecen y la contaminación de por lo menos 20 de los 94 ríos importantes que tiene el país. Paradójicamente Nicaragua dispone de suficientes recursos hídricos (37 metros cúbicos anuales) por habitante, mientras países desarrollados como Estados Unidos tienen 8.84, lo que evidencia que no estamos utilizando bien este recurso.

Los bosques: en los últimos 300 años la cobertura vegetal natural de los bosques tropicales secos se ha removido en un 85 por ciento y el 65 por ciento de los bosques húmedos ha desaparecido.

Entre l00 y 150 mil hectáreas de bosques se pierden anualmente como consecuencia del despale y las quemas, debido a la falta de políticas enérgicas y el uso indiscriminado de la leña para cocinar, que abastece el 98 por ciento de los hogares rurales y más del cincuenta por ciento de los hogares pobres urbanos.

Los suelos: la erosión, el crecimiento desordenado de la agricultura y la ganadería, el avance de la frontera agrícola y el predominio de los sistemas de producción de monocultivos, además de la indefinición de leyes sobre la tenencia de la tierra y falta de regulación del uso del suelo, abonan fuertemente al deterioro del ambiente.

Los desechos sólidos: no sólo hay una recolección deficitaria de la basura y falta de tratamiento de la misma en las ciudades principales, sino también una alta contaminación de las fuentes de agua como lagos, lagunas y ríos a nivel nacional por efecto del lanzamiento de los desechos líquidos. Se calcula que cada ciudadano aporta entre 0.5 a 0.7 kilogramos de basura diariamente, lo que se debe multiplicar por los 5.5 millones de habitantes que tiene el país.

A todo lo anterior hay que agregar el impacto de los llamados “gases de efecto invernadero” que no son más que los producidos por sistemas industriales que tienen el efecto perverso de aumentar la temperatura de la atmósfera, siendo entre ellos el más abundante el bióxido de carbono cuyas emisiones mundiales se calculan en siete mil millones de toneladas por año.

Aunque éste no es el principal problema en Nicaragua por el tímido desarrollo industrial, con el tiempo se sumará a los factores adversos para incidir en el cambio climático del país.

Y mientras tanto, ¿qué nos espera? ¿Continuar soportando el calor y observar cómo ante la mirada impasible de nuestras autoridades se contaminan las fuentes de agua, se deforestan los pocos bosques que nos quedan y siguen sin aplicarse las leyes contra los depredadores del medio ambiente?

Posiblemente muchos de los nicaragüenses de ahora no estaremos cuando las temperaturas en el país alcancen niveles que ahora ni siquiera sospechamos, pero nuestros descendientes sí serán testigos de ello y reclamarán por lo que pudimos haber hecho y no lo hicimos .

El autor es periodista.

Editorial
×