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Chivo expiatorio

Josefina Leroux

Tienen que suceder muchas cosas para que una persona cambie la jerarquía de sus valores.

Ser parte de la clase política mexicana pudiera ser una de ellas. El poder enferma, nos consta desafortunadamente, pero me pregunto si a todos corrompe e influye negativamente, si puede universalizarse el principio.

Convertirse en servidor público tiene un alto precio, ya lo han mencionado muchos, especialmente cuando dejan el poder. Mientras están en la cima todos pretenden su amistad y sus favores pero cuando se les termina el plazo, la mayoría dejan de saludarles y en caso de conflictos, los desconocen o dan la espalda.

Cuando su partido postuló a Oscar Espinosa como Regente de la Ciudad de México, le pregunté si no tenía miedo de asumir un puesto de ese rango, sabía a qué me refería y me respondió que estaba consciente de la responsabilidad y los riesgos que implicaba, pero que la política era su carrera.

Pobre de Angeles (su esposa), ¡qué vida le espera! Pensé.

Recordé aquella plática cuando me enteré que se le acusaba de desvío multimillonario de fondos, la evoco otra vez ahora que está aprehendido.

Conozco a Oscar desde los 15 años, formaba parte del grupo de amigos cercanos de mi hermana menor: Era un lindo y sano círculo; muchos de ellos se casaron con las novias de esa época y a la fecha siguen ahora con sus familias reuniéndose frecuentemente.

Oscar siempre se distinguió entre el resto de los adolescentes por extrovertido, se acercaba a platicar con mi novio y conmigo con toda naturalidad sin importarle que era más chico; siempre le interesó la sicología, la que estudiaba en esos días y sin ningún prejuicio preguntaba.

Era y sigue siendo una persona buena y sensible que siempre ha ayudado a personas de escasos recursos, motivó a sus amigos por años a que colaboraran con los mazahuas con los que se asociaban para ayudarles.

Hace tiempo que, de vez en vez, por su iniciativa familias de amigos incluyendo a sus hijos se acercan con ellos, les llevan cosas, platican y conviven, sin embargo nunca he visto que lo publicite ni lo promocione a su favor.

Oscar es una persona sencilla que no se le ha subido el poder. Cuando ya era Regente del DF estubo largas horas acompañándonos en el funeral de mi hermana y el de mi padre, sin otro interés que la amistad.

Espinosa y su esposa espontáneamente se hicieron cargo de los hijos y la casa de mi hermana al menos durante una semana, mientras ella se recobraba en cada duelo.

Antes de morir mi padre, disfrutaba de la pancita que él le enviaba cuando iba a comer a un mercado por Toluca, no tenía otro interés que complacerlo porque sabía que le gustaba mucho.

Alguna vez los hemos encontrado a él y a su esposa comiendo en algún restaurante en el DF con diez o más chiquillos de la calle sentados, conversando y riendo con ellos en la misma mesa.

Fundó la Asociación Alzheimer en México para ayudar a las personas con ese mal, tal vez contribuyó el hecho de haber sufrido esa enfermedad en la carne de su padre.

Oscar es una persona amable y generosa, sensible y excelente amigo, buen hijo, esposo y padre; me consta. Si cayó en las redes del poder, si abusó de la confianza de la ciudadanía, si extrajo recursos del erario público, que le juzguen y lo castiguen si lo merece; sin embargo, los desvíos que se le atribuyen sabemos todos que eran parte de las reglas del juego dentro del PRI, así como las cuentas de banco en el extranjero, acto común y corriente de los funcionarios.

Es esta la injusticia en su caso, porque acusarlo específica y únicamente a él exhibe la costumbre mexicana de elegir a un chivo expiatorio para que expíe las culpas por el resto, tanto o mucho más involucrado que él.

Para muestra, Ricardo García Sainz, multisecretario del PRI y ex dirigente del Seguro Social, finalmente quebrado, quien desde principio de los ochenta viajaba los fines de semana a Houston para ver sus partidos de béisbol favoritos, llevaba acompañantes e invitaba las cenas que acompañaba con vino Chateau Laffite cosecha 48, y todo por cuenta de la Secretaría a su cargo.

La autora es mexicana  

Editorial
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