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El drama del Bancafé

  • ¿Por qué unos bancos están quebrando y otros no? ¿las causas de la crisis bancaria son estrictamente económicas y técnicas o hay de por medio intereses e influencias políticas? Tres expertos en la materia debaten para los lectores de LA PRENSA sobre esta problemática que mantiene angustiada a Nicaragua desde el mes de agosto pasado

Salvador Zambrano G.

La quiebra del Bancafé fue como el título de la novela de Gabo, “La crónica de una muerte anunciada”. Desde hace más de un año se venían escuchando rumores sobre la mala situación financiera, a comienzos del año cambiaron la administración y se rumoró que obedecía a una intervención silenciosa de la Superintendencia de ese Banco. La campanada final se escuchó cuando se supo que Bancafé también estaba pegado con el grupo comercial que originó la quiebra del Interbank. No obstante, muchos depositantes siguieron en ese banco y hoy se encuentran en una terrible situación.

El respaldo que le brindó a los depositantes del Interbank dejó postrado al Banco Central y desequilibró las finanzas públicas. Además, los organismos multilaterales no van a permitir que se use la máquina de hacer dinero para respaldar a los depositantes del Bancafé, máxime que sería una decisión irresponsable. Por otra parte, ¿deberá hacerse cargo el Banco Central de la cartera mala del Bancafé, tal como lo hizo con la de Interbank, para respaldar a los depositantes? Eso sería otro absurdo, a menos que seamos el primer país del mundo en estar convirtiendo su autoridad monetaria (Banco Central), en una institución de cobranza.

¿Por qué los depositantes siguieron confiando en Bancafé y siguen confiando en otros bancos sobre los cuales también se han escuchado campanadas de alerta? En Nicaragua, nunca habíamos tenido la cruel experiencia de una quiebra bancaria con pérdidas para los depositantes y esto no dejó de pensar en la confianza del público. Siempre había salido el Gobierno, a través del Banco Central como prestamista de última instancia, respaldando los depósitos a costa de todos los contribuyentes. Pero lo que más impactó en la confianza, fueron las señales que el Gobierno envió a raíz de la quiebra de Interbank. Se le dijo a todos los depositantes que siguieran confiando en el resto de bancos, y ni siquiera se insinuó que en caso de otra quiebra ya no había posibilidad de respaldo. El Superintendente de Bancos dijo que el problema de Interbank era único y excepcional y que no existía tal situación en ningún otro banco. El presidente del Banco Central hizo coro con estas declaraciones y agregó que sin el respaldo los costos hubieran sido mayores, y la gente entiende que siempre se van a tomar las decisiones menos costosas.

Aunque el Banco Central y la Superintendencia ya sabían sobre la inminente quiebra del Bancafé, no podemos juzgar de incorrectos todos los esfuerzos que hicieron para fortalecer la confianza de los depositantes. Cualquier gobierno en el mundo haría eso, pues que la responsabilidad de estas instituciones es velar por la estabilidad monetaria y bancaria del país.

Sin embargo, la gran cuota de responsabilidad que tiene el Gobierno está en los débiles procedimientos de supervisión que ejercen, en la falta de revisión de las normas prudenciales y por no buscar nuevos esquemas de supervisión que vayan más allá de las simples visitas de rutinas que hace. La supervisión en las reuniones de juntas directivas, y presencia constante de personal calificado con facultades suficientes para conocer y evitar decisiones que no se consideren sanas y que no se ajusten a las normas. Esto además de viable es lógico, si al fin de cuenta los depositantes son más dueños de los bancos que los accionistas.

Es duro decírselo en estos momentos, pero los grandes depositantes, son responsables de sus propias decisiones y no deben estar esperando siempre que el Gobierno los salve. Siempre andan de banco en banco buscando quién les pague más intereses y soslayan su seguridad. Deben convencerse de una vez, que los bancos que pagan las tasas de intereses más altas, son los Bancos más inseguros. Algunos bancos ofertan tasas muy altas para incrementar sus captaciones y de esa forma sostener la liquidez que pierden por la irrecuperabilidad de su cartera, cayendo en un círculo vicioso que cuando se detiene en su giro, los hace colapsar estrepitosamente. Por tanto, los depositantes deben ser más selectivos, y para esto sería importante que la Superintendencia publique constantemente un ranking de bancos, que indique cuáles son los bancos de primero, segundo y tercer orden, para que cada quien tome los riesgos que quiera tomar. No puede la Superintendencia seguir echando en un solo saco a todos los bancos. Aquí hay bancos muy sanos pero también hay bancos sobre los cuales pende como espada de Damocles la fusión o liquidación si no encuentran quién los compre o los capitalice.

Sin embargo, la mayor responsabilidad de estas quiebras la tienen las juntas directivas de los bancos y sus ejecutivos de primera línea. Un banco puede quebrar por causas fortuitas o situaciones que escapen de la voluntad de los administradores. Hay indicios de malos manejos, operaciones dolosas y fraudes, sin que se haya podido castigar a los culpables. Esto evidencia la falta de responsabilidad del Gobierno en la supervisión y lo obliga a revisar el sistema que tenemos para ejercer justicia, a fin de que delitos de esta naturaleza no queden impune.

Licenciado en Banca y Finanzas.  

Editorial
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