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Elecciones en Estados Unidos

Una vez más, haciendo gala de una larga tradición democrática que se inició en 1789 cuando los estadounidenses eligieron a George Washington como su primer presidente, los habitantes de esa gran nación acudirán el 7 de noviembre a las urnas para elegir un nuevo presidente de la república.

Las elecciones prometen ser una lucha cerrada entre el candidato republicano, George W. Bush y el demócrata, Al Gore. Los otros dos candidatos, Ralph Nader, del Partido Verde, y Pat Buchanan, del Partido de la Reforma, son irrelevantes en la contienda. Nader marca un 3 por ciento en las encuestas, mientras que Buchanan no logra pasar del uno por ciento.

En una encuesta de seguimiento que practica diariamente el diario The Washington Post, se observa que, al 19 de octubre, Bush contaba con un 48 por ciento de la intención de voto, seguido muy de cerca por Gore con un 44 por ciento.

Una característica de esas elecciones es que no existe un solo tema que haya captado en definitiva el interés popular. A diferencia de otras elecciones, como la de 1992, por ejemplo, en donde la economía constituyó el eje central de la contienda, esta vez son una variedad de temas de orden doméstico los que comparten el interés del electorado, incluyendo el seguro social, la educación, el seguro médico, el gasto del superávit y los impuestos.

Se esperaba que el recrudecimiento del actual conflicto entre judíos y palestinos en el Oriente Medio llevaría a primer plano el tema de la política exterior. No ha sido así. La política exterior sigue siendo un asunto secundario, aunque, obviamente, ambos candidatos tienen sus pensamientos definidos en ese particular. Gore, quien ha sido Senador, y Vicepresidente por 8 años, tiene mucha mayor experiencia que Bush, que sólo ha sido Gobernador de Texas. No obstante, ese no es un inconveniente insalvable para manejar con destreza y habilidad los asuntos exteriores, tal como lo demostró el presidente Ronald Reagan, quien, antes de ser presidente sólo había sido Gobernador de California.

Al Gore, en varias ocasiones, ha manifestado estar mucho más dispuesto que Bush para intervenir -incluso militarmente- en cualquier parte del mundo en donde considere que el caso lo amerita. Bush, por su parte, trata de convencer al electorado de que su falta de experiencia no lo llevará a involucrarse de manera apresurada en aventuras militares sin antes haber valorado muy cuidadosamente si los intereses de su país están siendo amenazados o no.

Mientras tanto, América Latina sigue ocupando un lugar muy secundario en las preocupaciones de política exterior estadounidense. Los temas seguirán siendo los mismos: comercio e inversión, inmigración ilegal, mano de obra importada, Cuba, y tráfico de drogas.

Dadas las declaraciones de Gore se desprende que una administración demócrata sería más proclive a involucrarse en el conflicto político-militar colombiano de lo que lo sería un gobierno republicano. En cuanto a Cuba, ambos han manifestado posiciones similares: democracia primero, relaciones normales después. Los dos favorecen también la extensión de visas para la mano de obra especializada, aunque en materia de inmigración ilegal -si bien es cierto que tanto uno como el otro ofrecen controlarla- Gore ha sido más claro y duro que Bush al decir: “Debemos de regresar a los inmigrantes ilegales a su casa”.

En donde parece estar la gran diferencia para América Latina, y muy particularmente para Centro América, es en materia de comercio. Ambos dicen favorecer el libre comercio, pero si sus discursos son una guía para anticipar su comportamiento, no hay duda que Gore pondría más restricciones que Bush. Gore ha dicho: “Nosotros le damos la bienvenida y promovemos el verdadero libre comercio. Pero les digo una cosa: debe de ser un comercio justo. Debemos de establecer estándares… que prevengan la explotación de los trabajadores y el envenenamiento del ambiente”. Suena bien, sin duda. Pero, en la realidad, ese pensamiento se llegaría a concretar en un poder enorme para los sindicatos, los ecologistas y demás grupos de interés dentro de los Estados Unidos, quienes lograrían persuadir muy fácilmente a la administración Gore para que pusiera mayores trabas y dificultades a la importación de productos elaborados en nuestros países, y eso… suena muy mal.  

Editorial
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