El año 2025 comenzó para el mundo con los mismos problemas candentes que enfrentó en el 2024 y no pudo resolver. Son muchos, como se sabe, entre ellos las guerras en curso, la persistencia de dañinas dictaduras y feroces tiranías, la persecución religiosa y las violaciones masivas a los derechos humanos en muchos países.
Como uno de los problemas internacionales más graves destaca la multitudinaria y al parecer incontenible migración humana desde los lugares más pobres, oprimidos e inseguros del planeta, hacia los países que han alcanzado elevados estándares de vida, como Europa Occidental y Estados Unidos (EE. UU.).
La migración masiva es un grave problema social y humano que atañe tanto a los países donde se origina la fuga de gente, como a los que la reciben.
A los países democráticos que reciben migrantes ya casi no les queda espacio físico ni recursos materiales para seguir acogiendo a los muchísimos “condenados de la Tierra” que por diversas razones se ven obligados a irse o huir de sus propios países. En tanto que los exportadores de migrantes sufren la fuga de su fuerza de trabajo física e intelectual más calificada y productiva, dañando así no solo su presente sino también su futuro.
Guy Sorman, reconocido escritor y periodista francés, al comenzar el año ha escrito en el periódico español ABC que la migración se ha convertido en un éxodo, “un movimiento histórico que nadie sabe encauzar”. Y de manera comparativa menciona el relato bíblico de que “los hebreos vagaron por el desierto durante 40 años para llegar desde Egipto hasta su Tierra Prometida”.
Los vocablos migración y éxodo se usan habitualmente como sinónimos, lo cual es válido, pero en su estricto sentido son distintos. Éxodo es el desplazamiento forzado y definitivo de todo un pueblo, o de su mayor parte, desde un lugar donde ya no puede o no se le permite seguir viviendo a otro donde tiene la esperanza de que podrá vivir mejor, o al menos que podrá vivir. La migración, en cambio, puede ser temporal, como la de las aves migratorias cada año, y en el caso de los humanos no necesariamente de todo un pueblo como fue el éxodo del pueblo judío.
Según Sorman, la migración es ya un éxodo mundial. Dice que “un número ingente de personas se desplaza hasta México y Canadá desde Latinoamérica. Y seguramente podríamos medir en millones el éxodo masivo desde países dictatoriales pobres como Eritrea y China, desde el sur hacia el norte o, en otras palabras, hacia las prósperas democracias liberales: la nueva Tierra Prometida”.
Refiere el autor francés que “alrededor de 10,000 inmigrantes clandestinos se han ahogado supuestamente en 2024 entre Senegal y España, según las estadísticas publicadas por los dos Gobiernos afectados. Esta cifra es sin duda inferior a la realidad. Y únicamente describe una de las muchas rutas por las que el sur se abre camino hacia el norte. Podríamos añadir, en Europa solamente, las migraciones que acaban en ahogamientos en el Mediterráneo, entre Libia e Italia, y en el canal de la Mancha, entre Francia y Gran Bretaña. Nadie sabe el número de inmigrantes que atraviesan Turquía y Grecia, o los que cruzan a pie el Sahel para llegar hasta Libia e Italia. Pasando a otro continente, Australia se ve asediada por multitudes de chinos y vietnamitas”.
No menciona el autor francés a los centenares de migrantes que en su afán de llegar a EE. UU. han muerto en la ruta, o tratando de cruzar la frontera de México con EE. UU. Ni las decenas de migrantes que han perecido en la selva del Darién queriendo avanzar hacia el Norte, a la mítica Tierra Prometida.
Guy Sorman concluye su enfoque sobre la migración actual señalando que, “igual que los hebreos en el desierto, todos los pueblos sueñan con la Tierra Prometida, ya sea real o mitológica. El éxodo forma parte de nuestra historia y de nuestro destino; no podremos impedirlo”.
Habrá que ver si el próximo presidente de EE. UU., Donald Trump, lo podrá lograr con las medidas draconianas con las que promete o más bien dicho amenaza resolverlas.