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En Nicaragua no hay política

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El escritor y profesor español de Filosofía Política, Agapito Maestre, asegura que “donde se suprime por completo la diferencia y diversidad de pareceres no existe la política”.

De acuerdo con esa tesis, válida sin duda, en Nicaragua no hay política porque en este país no se permite ni siquiera que las personas expresen públicamente sus opiniones, salvo las favorables al régimen. Y mucho menos que los ciudadanos puedan organizarse en partidos políticos y cualquier otra clase de organizaciones sociales independientes.

El régimen de Nicaragua ni siquiera tolera opiniones distintas al discurso oficial, aunque solo sean superficiales. No las permite ni siquiera cuando las opiniones son de miembros o devotos del FSLN que señalan errores y sugieren su corrección para bien del mismo régimen imperante.

Los adeptos al sandinismo orteguista que se atreven a expresar ideas distintas al discurso oficial son inmediatamente reprimidos. Como le ocurrió a Carlos Fonseca Terán, el hijo del fundador del FSLN que fue purgado y desapareció de la vida pública porque tenía un espacio de conversación en wasap, con otros sandinistas, en el que hacía críticas constructivas y sugerencias de corrección de errores formales, no de fondo, del régimen orteguista.

Hasta el hermano de Daniel Ortega y excomandante de la revolución sandinista, Humberto Ortega Saavedra, quien fue miembro poderoso de la dirección nacional del FSLN y jefe del ejército sandinista, murió en la condición de preso político con casa por cárcel, porque públicamente hizo propuestas de reformas según él para la sobrevivencia del régimen sandinista orteguista.

El doctrinario político Fernando Mires, citando al filósofo británico-polaco de origen judío, Zygmunt Bauman (1925-2017), explica que “la política es la representación de lo privado en el ágora (plaza pública), el lugar de las diferencias y del debate, pero también de los acuerdos desde donde nacerán las leyes que valen para todos.”

Eso significa que donde no se permite que se expongan las diferencias sobre los asuntos de interés público, y mucho menos el debate de las ideas para procurar acuerdos, las leyes y decisiones del poder estatal no son actos políticos sino imposiciones autoritarias y arbitrarias de un régimen que no se sustenta en el consentimiento social, sino en la fuerza bruta de la represión policial, militar y judicial.

Por supuesto que hay muchos nicaragüenses políticos que son muy activos en los campos donde pueden operar, pero todos están desterrados y exiliados. Dentro del país, las personas pueden tener opiniones políticas, y de hecho las tienen, pero no pueden expresarlas en público porque el Estado represivo no se los permite.

Sin duda que en Nicaragua hay mucha gente que tiene ideas políticas, porque la facultad de pensar de las personas no la puede impedir la dictadura. Pero como no se puede expresar ni debatir públicamente esas ideas de la gente, entonces no se puede decir que dentro del país existe y funciona la política.

También la filósofa judía alemana estadounidense Hanna Arendt (1906-1975), célebre estudiosa de la política y de la ideología y práctica del totalitarismo, se refirió al hecho inobjetable de que sin libertad no puede haber política. Al respecto la catedrática española de Filosofía del Derecho, Paloma Durán Lalaguna, señala que para Harendt la política “se identifica con la libertad, comprendida negativamente como no ser dominado y no dominar”. “Sin mis iguales no hay libertad”, escribió Harendt en el ensayo Qué es la política.

De manera que en Nicaragua, hasta que vuelva a haber libertad y democracia habrá también política en el correcto y auténtico sentido de la palabra. Y Dios ha de querer que sea pronto.

Editorial
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