En los primeros días de esta semana se realizó en Managua la XVII Cumbre Empresarial China-América Latina y el Caribe. En el evento funcionarios del régimen de Daniel Ortega anunciaron la firma de acuerdos y contratos con empresas de China para la realización de varios grandes proyectos de desarrollo nacional.
Se mencionó la construcción de un gran puerto en Bluefields, el diseño e implementación de un Centro Logístico Inteligente para la Empresa Portuaria Nicaragüense, el diseño e instalación de un centro logístico regional para atender atoda Centroamérica; laconstrucción de un moderno Mercado Oriental de Managua; la construcción de una planta de reciclaje de metales en Nindirí; la construcción de una planta de energía eólica; así como un acuerdo para el suministro de productos farmacéuticos y la construcción de un centro de producción y distribución regional de medicamentos.
El autócrata Ortega aprovechó la oportunidad para proponer al gobierno de China un proyecto de nueva ruta para la construcción del canal interoceánico en Nicaragua. Ortega insiste en su ambición canalera, a pesar del fracaso del proyecto anterior que le costó mucho dinero al país y le arruinó la vida a muchas familias indígenas y campesinas de los lugares por donde supuestamente tendría que pasar el fallido canal interoceánico.
Precisamente ese mismo día se conoció que la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) ha condenado al Estado de Nicaragua por haber violado los derechos de las comunidades étnicas del Caribe con la onerosa concesión canalera que hizo a la empresa del chino Wang Jing. En realidad, la condena de la CIDH debió ser al Gobierno, porque el Estado de Nicaragua incluye a la población nacional, al pueblo, a todos los nicaragüenses que fueron víctimas y no podrían ser culpables de aquella desastrosa y costosa concesión canalera que el mismo Sandino hubiera calificado como vendepatria.
Ahora bien, si todos los proyectos de desarrollo que China ofrece impulsar y financiar en Nicaragua se convierten en realidad, sería de gran beneficio para el país y la población nacional. Eso a pesar de que, según advierten expertos independientes en declaraciones a LA PRENSA, el mayor provecho sería para la propia China y Nicaragua se podría convertir en una especie de protectorado chino, carente de la soberanía y autonomía nacional que le pertenecen por derecho propio y que en el discurso tanto dice defender el régimen orteguista.
Pero no solo Nicaragua, sino toda América Latina y el Caribe están a merced del expansionismo chino, que avanza poco a poco, pero con seguridad a convertirse en la nueva gran potencia hegemónica mundial.
La penetración y expansión económica de China comenzó en esta región del mundo desde hace tres décadas. Se inició con una agresiva política de inversiones para la extracción de materias primas en provecho de las industrias chinas y la oferta de sus productos manufacturados baratos. Siguió con grandes inversiones en infraestructuras que continuaron después en tecnología moderna de las comunicaciones, centros de datos, inteligencia artificial, internet industrial, transmisión de electricidad, vehículos de tracción eléctrica, etc.
Lo mismo o más ha hecho y sigue haciendo China en África, Asia e incluso en Europa. China es ya la segunda potencia económica mundial y camina aceleradamente a su supremo objetivo de arrebatarle a Estados Unidos el liderazgo global. Mientras que en paralelo avanza también su proyecto geopolítico de crear, junto con Rusia y otros países afines, un nuevo orden mundial que excluya a EE. UU. y la Europa democrática.
El próximo presidente de EE. UU., Donald Trump ha asegurado que va a detener y revertir ese avance chino que hasta ahora ha sido imparable. Dice que se propone hacerlo ante todo atacando con altos aranceles la columna vertebral del expansionismo chino que es la economía, particularmente el comercio internacional. Ya veremos si lo consigue o claudica en el intento.
En 1904, cuando EE. UU. expandía su dominación imperialista, inclusive mediante intervenciones militares, Rubén Darío escribió en un célebre y aclamado poema dirigido al entonces presidente estadounidense, Teodoro Roosevelt:
“Los Estados Unidos son potentes y grandes. Cuando ellos se estremecen hay un hondo temblor que pasa por las vértebras enormes de los Andes… /Tened cuidado. ¡Vive la América española! Hay mil cachorros sueltos del León Español. Se necesitaría, Roosevelt, ser Dios mismo, el Riflero terrible y el fuerte Cazador, para poder tenernos en vuestras férreas garras”.
Probablemente ahora el gran poeta nacional que forjó con su obra literaria la identidad cultural nicaragüense diría lo mismo o algo muy parecido dirigido al presidente de China comunista, Xi Jinping. Y a su socio y cómplice de Rusia, Vladímir Putin.