El mundo entero fue sorprendido sobremanera en esta semana con la información de que el miércoles y jueves miles de bíperes e intercomunicadores portátiles (walkie-talkie) explotaron al mismo tiempo, matando a unas cuarenta personas e hiriendo gravemente a alrededor de tres mil que portaban los habitualmente inofensivos, pero de repente mortíferos aparatos.
El hecho ocurrió en Líbano, en la gran mayoría de los casos y en menor medida en Irán. Y casi todas las víctimas eran miembros y colaboradores de la poderosa organización militar y terrorista musulmana Hezbolá (“el partido de Dios”), que igual que Hamás en Gaza está en guerra contra Israel.
Las autoridades israelíes no reconocieron la autoría de la operación, pero según los expertos solo Israel podía realizar una acción tan novedosa y de semejante envergadura.
A operaciones violentas y letales como la de los bíperes e intercomunicadores electrónicos explosivos les llaman “guerra asimétrica”, en la que hay cualquier clase de ataques irregulares. El concepto de guerra asimétrica se originó en Estados Unidos (EE. UU.), pero fueron dos coroneles chinos quienes lo desarrollaron en un libro titulado Guerra sin restricciones, en el que justifican el uso de cualquier forma de lucha, sin ninguna objeción moral, cuando se trata de enfrentar a un contendiente militarmente superior.
Entre las diversas modalidades de la guerra asimétrica se incluye el terrorismo, que el enciclopedista político Rodrigo Borja define como “la táctica de ejercer el terror —o sea el miedo intenso e insuperable— para lograr un objetivo…” Y agrega que en todos los casos “el terrorismo se impone a través del miedo paralizante que impide a las personas defender sus derechos o protegerse de la acometida violenta”.
El terrorismo se ha practicado desde las épocas más tempranas de la historia humana y ha sido utilizado tanto en la lucha por conquistar el poder político como para aferrarse a él. En este caso es el terrorismo de Estado, que es la represión absoluta y despiadada de quienes detentan el poder contra toda clase de oposición, disidencia y protesta.
También los bíperes y walkie talkie explosivos entran en la clasificación de “armas autónomas” que hace el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR), en referencia a “todas las que seleccionan objetivos y les aplican la fuerza sin intervención humana”.
Señala el CICR que su “preocupación en torno a este proceso radica en la falta de criterio humano con relación al uso de la fuerza. Ese fenómeno dificulta el control sobre los efectos de estas armas. Una vez que el usuario activa el arma, ¿cómo sabe si la forma que desencadenará el ataque será un vehículo militar y no un coche civil? Y aun si atacara un vehículo militar, ¿qué sucede con la población civil que pueda estar en las inmediaciones en ese momento?”
Sin embargo, hay quienes justifican el terrorismo en cualquiera de sus formas, por una supuesta “superioridad moral” de los fines que persiguen. Aplican al uso del terrorismo el mismo criterio de “guerra justa”, como son supuestamente las defensivas o las que se libran “con la intención de reparar un mal o una injusticia”. Las organizaciones terroristas palestinas justifican sus actos terroristas porque dicen luchar contra la ocupación de Israel; mientras que los israelíes justifican los propios porque alegan defender su derecho a existir como Estado y nación.
Según el derecho internacional el terrorismo es un delito incluso en casos de guerra. Prohíbe los actos o amenazas de violencia para aterrorizar a la población civil y señala que el terrorismo no está autorizado como método de guerra. Pero en este caso como en muchos otros el derecho internacional humanitario no pasa de ser una declaración de buenas intenciones.