Algunos de los grandes desafíos del mundo reciben mucha atención. El cambio climático, la guerra y la inmigración están constantemente en las noticias y reciben grandes fondos de estados y filántropos privados. Otros problemas importantes como la tuberculosis y la nutrición reciben menos cobertura y concientización, pero figuran entre las principales prioridades mundiales, a las que se destinan fondos.
Incluso las bien llamadas Enfermedades Tropicales Desatendidas, como la rabia, la oncocercosis y la lepra, que matan a 200,000 personas al año en los países más pobres, tienen sus propios programas y atención en la Organización Mundial de la Salud.
Pero hay un reto del que apenas oímos hablar, que afecta a más de mil millones de personas y que podría abordarse con gran eficacia. Podríamos calificarla razonablemente como la “enorme enfermedad desatendida”.
El mundo ha avanzado mucho en la lucha contra las enfermedades infecciosas. Hace dos siglos, causaban habitualmente casi la mitad de todas las muertes, pero hoy matan menos del 15 por ciento. En cambio, la mitad de todas las muertes son causadas por los dos mayores asesinos, las enfermedades cardiovasculares y el cáncer. El cáncer es responsable de alrededor del 18 por ciento de todas las muertes, pero es difícil y costoso de combatir, con tasas de éxito modestas, razón por la cual la mayor parte del tratamiento se realiza en los países ricos.
El mayor asesino de todos, que técnicamente se denomina enfermedad cardiovascular pero consiste mayormente en ataques cardiacos y accidentes cerebrovasculares, mata a más de 18 millones de personas cada año, representando un tercio de todas las muertes en el mundo. Gran parte del problema son las dietas poco saludables, la inactividad física y el consumo de tabaco y alcohol, que provocan obesidad e hipertensión.
Aunque los médicos le dirán que deje de fumar, reduzca el alcohol y la sal, haga más ejercicio y coma menos calorías y más frutas y verduras, es evidente que estos consejos son bastante difíciles de seguir. La regulación del tabaco y el alcohol puede facilitar la tarea, junto con la reducción de los niveles de sal en las comidas precocinadas.
Pero centrarse en la hipertensión arterial es clave para revertir esta enorme enfermedad desatendida. Aunque parezca increíble, el indicador de la hipertensión arterial es el mayor riesgo de muerte a nivel mundial, ya que provoca casi 11 millones de fallecimientos al año y causa el 19 por ciento de todas las muertes en el mundo.
A medida que envejece la población mundial, aumenta la cifra de personas afectadas. El número de personas que padecen hipertensión arterial se ha duplicado en los últimos 30 años, hasta alcanzar los 1,300 millones. Como no hay síntomas evidentes, casi la mitad ni siquiera lo sabe y cuatro de cada cinco personas no reciben el tratamiento adecuado.
Esta combinación hace que la hipertensión arterial tenga un enorme impacto y, a la vez, esté sorprendentemente desatendida. La buena noticia es que el tratamiento de la hipertensión es increíblemente barato y eficaz, ya que consiste en la toma de una o varias píldoras sin patente que no cuestan casi nada. Esto se aplica bastante bien en los países ricos, pero deberíamos hacerlo en todo el mundo.
Los controles comunitarios de la hipertensión cuestan tan solo 1 dólar por persona, y la prescripción de medicamentos para la presión arterial suele costar entre 3 y 11 dólares al año. Estudios revisados por pares, muestran que controlar la hipertensión en la mitad más pobre del mundo costaría unos 3,500 millones de dólares anuales. Pero salvaría casi un millón de vidas al año. En términos económicos, cada dólar gastado generaría 16 dólares de retorno para la sociedad, lo que la convierte en una de las políticas más eficaces del mundo.
A pesar de convertirse en una causa de muerte mayor que las enfermedades infecciosas, incluso en el mundo en desarrollo, las enfermedades crónicas como las cardiovasculares reciben muy poca financiación. La financiación externa representa casi el 30 por ciento del gasto en salud en los países de bajos ingresos, pero solo el 5% de toda esta financiación se destina a las enfermedades crónicas. En Nigeria, donde las enfermedades cardíacas son ahora responsables de una de cada diez muertes, la División de Enfermedades No Transmisibles del Ministerio Federal de Salud ha puesto en marcha un nuevo programa para controlar la hipertensión arterial. Se trata de un excelente comienzo, pero es vital que los donantes incrementen su apoyo a programas que aumenten el acceso a servicios de prevención y tratamientos de la hipertensión arterial, accesibles, integrales y de alta calidad, no sólo en África, sino en todos los países en desarrollo.
La hipertensión arterial es el principal riesgo de muerte en el mundo y, sin embargo, recibe poca atención y aún menos financiación. Por sólo 3,500 millones de dólares anuales, podemos aplicar una de las mejores soluciones para el mundo, salvando millones de vidas. Solo hace falta que lo entendamos.
El autor es académico, escritor y activista medioambiental danés. Presidente del Copenhagen Consensus Center.