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Vigencia de los partidos políticos

En nuestro comentario editorial de este lunes 10 de junio opinamos que las tensiones en el seno de la asociación opositora Concertación Democrática Monteverde, una de las principales del exilio, trascienden lo propiamente ideológico y tienen que ver con el debate sobre la vigencia versus caducidad histórica de los partidos políticos.

Sobre todo se discute si los partidos políticos son los que deberán conducir la transición democrática y sustentar la creación y el funcionamiento de la nueva democracia en Nicaragua; o si es a las  organizaciones de la sociedad civil a las que corresponderá cumplir esas funciones históricas.

En realidad, independientemente de la debacle del sistema de partidos políticos de Nicaragua —ya fuese por sus propios pecados o por la devastación de las instituciones democráticas perpetrada por el régimen autoritario—, ellos son una parte sustancial del sistema de la democracia representativa y, por tanto, indispensables para el futuro de Nicaragua.

La alternativa a los partidos políticos son las “vanguardias” revolucionarias en el totalitarismo y el partidismo hegemónico en los autoritarismos electorales. Los cuales liquidan el pluralismo político, no permiten que los ciudadanos ejerzan sus derechos fundamentales de elección y participación, sustentan en el poder a camarillas autocráticas y tiránicas.

En realidad, la democracia representativa no puede existir sin los partidos políticos. Sobre estos, su origen e historia, sus errores y aciertos, su perenne actualización y las funciones indelegables que desempeñan, se han escrito y se siguen escribiendo y publicando innumerables libros y ensayos. Y se sigue estudiando y discutiendo sobre ellos, sus nuevos desafíos y la necesidad de su regeneración donde y cuando esta sea necesaria. 

La vigencia de los partidos políticos radica en que son actores fundamentales e indispensables en los procesos electorales y en la integración de las instituciones de representación ciudadana y gubernamentales. Contribuyen de manera decisiva a la formación de la opinión pública política. Ofrecen a la ciudadanía diversas opciones de concepciones ideológicas y programas de gobierno. Permiten un dinámico juego institucional de pesos y contrapesos que son clave para la vida democrática.

En los países dominados por cualquier clase de régimen autoritario, los partidos políticos son los que pueden y deben ser los conductores de los procesos de transición democrática y los principales garantes de la construcción y consolidación de la nueva democracia. De manera que donde no existen los partidos políticos es necesario formarlos para que cumplan esas funciones fundamentales.

Las organizaciones de la sociedad civil no pueden sustituir a los partidos. Las organizaciones de la sociedad civil  son necesarias y sus atribuciones son o pueden ser complementarias a las de los partidos. Pero sus fines no son de proselitismo político ni se constituyen para buscar la toma y el ejercicio del poder del Estado. Una organización de la sociedad civil que asuma esas funciones y pretenda alcanzar tales objetivos, renuncia a su naturaleza y se convierte de hecho en partido o movimiento político, independientemente de cómo quiera llamarse o que se siga llamando sociedad civil. Pues las cosas y las organizaciones son por lo que son y no por lo que dicen ser.

En resumen, si lo que se pretende es poner fin al régimen autoritario y establecer la democracia en Nicaragua, las herramientas indispensables para luchar por esos objetivos y alcanzarlos son los partidos políticos. Y si están desmantelados o no existen del todo, hay que reconstruirlos o crearlos.

Y no hay que sorprenderse y menos asustarse porque en una asociación política plural de personas como Monteverde, e inclusive dentro de los partidos constituidos, hay tensiones, contradicciones y antagonismos. Como sostiene y demuestra el filósofo político Fernando Mires, “lo político es antagónico” porque se trata de la lucha por el poder, por conquistarlo o defenderlo. Y el antagonismo es inevitable y debe ser ventilado y resuelto “con debates y con polémicas”.

Agrega Mires que los políticos son portaestandartes de intereses y pasiones, de ideales y visiones de quienes “luchan entre sí en busca de mayores espacios de poder”. Quien se mete a la política debería saberlo y no escandalizarse ni “tirar la toalla” por eso.

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