Al finalizar la semana conmemorativa de la rebelión de abril de 2018 es importante hablar, aunque sea un poco, del simbolismo de aquella gesta que fue grabada a sangre y fuego en la historia política nacional.
El ilustre historiador latino del siglo I antes de Cristo, Cayo Salustio, anotó que el simbolismo ocupa un lugar equidistante entre el mundo de las ideas y el de los hechos. Y declaró además que “los hechos históricos no son patrimonio del poder dominante”, lo cual tiene una impresionante actualidad en la Nicaragua de estos días, donde “el poder dominante” trata en vano de apropiarse, adulterándola, la significación de los sucesos de abril de 2018
De acuerdo con el pensamiento de Salustio, los símbolos inspiran la formación de la conciencia y el desenvolvimiento de la acción humana. Lo cual es lo que determina la conciencia cívica, por ejemplo, sobre la bandera, el escudo y el himno nacionales.
En su definición básica el símbolo es aquello “que por convención o asociación, se considera representativo de una entidad, de una idea, de una cierta condición…” Tales son los casos de la bandera y el lema de un partido o la consigna de una movilización social.
De una manera más elaborada, el psicólogo y ensayista suizo Carl Gustav Jung (1875-1961) determinó que “el símbolo es vivificador”, porque “aporta un suplemento de vida en favor de la experiencia”. O sea que un símbolo puede convertirse en una fuerza poderosa de movilización y transformación, como ocurrió en Nicaragua en abril de 2018 con el simbólico azul y blanco de la bandera nacional alrededor del cual se unió toda la gente que salió a la calle en busca de libertad, justicia y democracia.
Otros autores explican que el símbolo es algo que “evoca, es decir, llama con la propia voz… lleva intrínseco tanto el significado como el camino. El símbolo es algo más que un signo, porque es ya de por sí un camino hacia lo que señala”.
Dicho con otras palabras, eso significa que Abril de 2018 no es solo lo que ocurrió, sino también el objetivo que quedó pendiente de conseguir y por el cual es imperativo seguir luchando.
Ahora bien, el simbolismo de Abril no significa que los acontecimientos que ocurrieron en aquellos días y semanas históricas de 2018 se habrán de repetir de igual manera e inevitablemente. Lo que significa es que las ideas de libertad, justicia y democracia que despertaron la hasta entonces aletargada conciencia colectiva de la ciudadanía, y que la motivaron a lanzarse a la lucha, permanecen vivas, están latentes, a pesar de la derrota de la rebelión ciudadana que no fue para siempre.
Y mucho ayudaría a que esas ideas virtuosas vuelvan a despertar, que la oposición pudiera superar el síndrome de la derrota que la domina y se manifiesta en la confusión, la dispersión y la lucha cainista entre individuos y fracciones cegados al parecer por el sectarismo político y la pasión ideológica.