Ocho con yo
No sé cuál es el origen de la frase “ocho con yo”, pero desde pequeño la escuché en mi pueblo para describir con burla a esos tipos que en todo quieren figurar. Alguien alguna vez la habrá dicho y quedó para describir a los metidos, entrometidos, que buscan protagonismo en eventos y terrenos que les son ajenos o les quedan muy grandes. Colados e ignorantes. Tal vez alguien me ayuda y encuentra el origen de esta frase que me parece resumir en tres palabras todo esto que he descrito.
Cumpleaños
Daniel Ortega, y posiblemente Rosario Murillo, es un buen ejemplo del “ocho con yo”. Por ejemplo, siempre me ha llamado la atención esa obsesiva disposición de mandarle felicitaciones de cumpleaños a “Raimundo y todo el mundo” y a ellos nadie, o poquísimos, los pelan. Que a su Majestad Fulano de Tal… que al presidente aquel o al Primer Ministro Tal… Y no solo mandan las felicitaciones, sino que ellos mismos publican en sus páginas que mandaron felicitaciones de las que nadie, o pocos, acusan recibo. Es su forma de decir, creo, “escupimos en rueda”, “somos uña y mugre” u… “ocho con yo”.
Sudáfrica
Lo de los cumpleaños podría pasarse como una pintoresca costumbre de doña Rosario. Allá ella y sus extravagancias. Pero esta actitud la llevan a otras cosas que comprometen a Nicaragua entera. Revienta el conflicto entre Palestina e Israel, el mundo se pronuncia en uno u otro sentido, Sudáfrica demanda a Israel por genocidio, y Daniel Ortega, desde Nicaragua, levanta la mano y grita: “Ocho con yo”. Es probable que en ese momento los sudafricanos se hayan ido al mapa para saber dónde queda Nicaragua e Israel se haya reído del dedo que le acusa.
Alemania
Ir de segundones en la demanda de Sudáfrica no va con el nivel que ellos creen tener y tampoco les genera la figuración buscada. Entonces, el otro día Ortega demanda a Alemania por el apoyo que da a Israel. Van contra un animal más grande. Ocho con yo, dicen.
Ecuador
Ortega es el chihuahua de la cuadra que le ladra a todo lo que se mueve. Ahí está rompiendo relaciones con Ecuador por la invasión a la embajada mexicana que ordenó el presidente Noboa. Aparte del país afectado, México, nadie más que Nicaragua lo hizo. Ni Venezuela, ni Cuba ni Brasil. Es algo de sentido común: si eso hubiese sucedido a otro país tampoco México hubiese roto relaciones, porque nadie con tres dedos de frente va por el mundo buscando amigos peleándose con otros.
Techo de vidrio
No se trata aquí de discutir las razones o la justicia de unas y otras posiciones, porque eso sería tema para otra columna, sino de lo irracional de las pedradas que tira Ortega, en su afán de figurar y mostrar lealtades en la pequeña pandilla internacional que lo usa. Sobre todo, cuando Ortega tiene techo de vidrio y es responsable de crímenes tan o más grandes que los que les reclama a otros países.
No me ayude compadre
Ortega acusa de genocidio y él mismo está acusado de crímenes de lesa humanidad; se indigna por la violación a la embajada en otro país, pero no cuando él sacó a los diplomáticos y se robó las sedes de las embajadas de Taiwán y la OEA. No lo hemos visto criticar la invasión rusa a Ucrania, pero le gusta justificar como soberanía todas sus tropelías. Incluso podría llegar a tener alguna razón en el fondo algún reclamo, pero, con esa cola, no es Ortega el indicado para salir a dar lecciones de comportamiento. No me ayude compadre. Parece no darse cuenta de que, incluso una buena causa, Ortega la ensucia cuando la hace suya con sus ya cansinos “ocho con yo”.
