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Ocurrió en España y lo estamos viendo aquí

En la historia de España hay capítulos polémicos que aun suscitan verdadero interés entre los investigadores. Está, por ejemplo, el caso del rey Felipe II (1527-1598), a quien sus detractores acusan de haber mandado a asesinar a su hijo don Carlos de Austria, cuando ya se encontraba encarcelado por órdenes suyas.

A mí particularmente me llamó la atención, porque el verdugo que ejecutó la acción nefanda se parece en su comportamiento a Rosario Murillo. La mencionada señora, aunque ve que el barco se está hundiendo, que el desempleo sigue creciendo por falta de inversiones y que pronto estarán al borde del abismo, en sus peroratas televisivas, según la información que tengo, ella dice todo lo contrario a lo que los nicaragüenses estamos viviendo: que Nicaragua sigue progresando; que estamos en Jauja y que con la ayuda de Cristo-Jesús y su régimen anticristiano, pronto llegará la felicidad a todos los hogares de la tierra de lagos y volcanes. En resumidas cuentas: que todo lo que su gobierno hace es por el bien de los nicaragüenses.

Es casi exactamente lo que le decía el verdugo al príncipe don Carlos de Austria cuando le estaba poniendo la soga al cuello para matarlo: “Paz, paz, señor don Carlos, que todo esto es por su bien”.  ¡Habrase visto!  Así vemos entre otras cosas, cómo la dictadura de los Ortega-Murillo dilapida millones de córdobas del erario en propaganda radial y televisiva, pagando a periodistas mercenarios que tratan de engañar al pueblo con sus falsedades, anunciando obras monumentales que solo existen en sus mentes corruptas por el afán de lucro desmedido.

No quiero concluir la presente entrega sin referirme brevemente a dos temas de fundamental importancia para el conglomerado nacional:

El primero es el sensible fallecimiento súbito de Michael Healy. Fue un ciudadano ejemplar, arquetipo de virtudes, que dedicó los últimos años de su vida bregando  en la dura lucha por alcanzar la democracia y la libertad para todos los nicaragüenses. Paz a sus venerables restos y resignación cristiana a su distinguida familia, a quienes presento por este medio mis más sentidas condolencias. No hay duda que la dictadura con sus erráticas políticas contribuyó a su muerte.

Y lo segundo es el Informe de Transparencia Internacional (TI) del 2023, en el que de acuerdo con el Índice de Percepción de la Corrupción (IPC) Nicaragua aparece en el número 172 de 180 países evaluados. Eso quiere decir que estamos entre los 10 países más corruptos del mundo. ¡Qué vergüenza!  ¡Qué bochorno!  Mientras una humilde jovencita llamada Sheynnis Palacios Cornejo, haciendo ingentes sacrificios llena de honor y de gloria a su patria como reina de la belleza mundial, Daniel Ortega y Rosario Murillo la llenan de inmundicias para baldón y ludibrio de Nicaragua. Fíjense en la calidad de gobierno que tenemos. Aunque hay quienes piensan como Gaspar Melchor de Jovellanos (1744-1811) que “los pueblos tienen el gobierno que se merecen”, yo no pienso así en el caso de Nicaragua, porque nuestro pueblo ha dado extraordinarias pruebas de sacrificios en procura de su libertad. Nicaragua no se merece eso.

Según la vocera de la prestigiosa Transparencia Internacional (TI), Luciana Torchiaro: “Con la corrupción los grupos más afectados son los más pobres y los grupos vulnerables, como las mujeres, los grupos indígenas y los migrantes”. Es entonces cuando uno se pregunta: ¿Cuántas viviendas para los más pobres, cuántas clínicas y hospitales, cuántas escuelas, cuantas obras de beneficio social se podrían haber construido, con lo que han malversado la familia Ortega-Murillo y su pandilla de facinerosos? La respuesta debe darla el pueblo nicaragüense que es el principal afectado.

Es por tal razón, que los nicaragüenses tenemos la obligación moral y política no solo de reflexionar sobre este tema, que tiene por los suelos el prestigio de nuestra querida Nicaragua, sino en ver qué es lo que podemos hacer para cambiar esa horrible situación por la que estamos atravesando. No nos olvidemos que esta es la patria que vamos a heredar a nuestros hijos y a los hijos de nuestros hijos y sería lamentable que ese legado sea tan bochornoso que no se sientan tan orgullosos, como nosotros, de haber nacido en tierra nicaragüense.

El autor es periodista y secretario general de la Asociación de Nicaragüenses en el Extranjero (ANE).

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