El cinco de junio del dos mil veinte y tres, en estas mismas páginas de opinión tuve el honor a solicitud de mi amigo Tirso Moreno de comentar su libro biográfico sobre su actuación dentro de las filas de la Resistencia Nicaragüense en los años ochenta. En esa ocasión compartí con ustedes lo que me pareció relevante, entre ellas la prodigiosa memoria de recordar el nombre de caños, quebradas, caseríos y lugares en que operó con su tropa.
Dicho sea de paso, la fuerza de tarea conocida como Jorge Salazar al mando de él, usando el seudónimo de Rigoberto fue una de las más combativas. Su heroísmo trascendió nuestras fronteras y sin temor a equivocarme puedo decirles que el comandante Rigoberto fue y es todavía uno de los comandantes más respetados y apreciados por nuestros comandos y campesinado del centro y norte del país. Hoy en día está dedicado a la vida civil y con empeño y mucho esfuerzo ha logrado convertirse en un ganadero exitoso.
Para los que no tuvieron la oportunidad de leer su libro, en esta ocasión pueden hacerlo aprovechando que, en su segunda edición, comenta datos interesantes que se le quedaron en el tintero en la primera. Esta es la razón por la que les estoy compartiendo este comentario, pues me parecieron muy interesantes algunas cosas que por espacio no pude comentar en mi primer escrito, entre ellas la sinceridad y veracidad con que refiere cada una de las operaciones en que participó. Lo otro que es digno de mención, es su recomendación a las nuevas generaciones, que las guerras intestinas no son la mejor vía para solventar las diferencias entre nicaragüenses y me llamó la atención el énfasis que puso en recomendar no repetirlas. Aquí vale la pena recordar aquel pensamiento que, si mal no recuerdo, dice: Porque conozco los estragos de una guerra soy amante de la paz.
Algo muy cierto, porque los que vivimos esa guerra deseamos hoy convivir en paz. Pero permítanme referirme al adéndum agregado a esta segunda edición, en el cual el comandante Tirso Moreno agrega una serie de fotografías familiares y de momentos críticos vividos durante esa época, hace especial mención de las razones que lo impulsaron a regresar a Nicaragua en 1990 antes de las elecciones que ganó doña Violeta Barrios de Chamorro. En ese punto es muy claro en afirmar que el no ingresó al país amnistiado, sino que fue después de una plática sostenida con el entonces presidente de Costa Rica Oscar Arias, en la que participó también el cardenal Miguel Obando y Bravo. Al respecto en la página 354 coloca la constancia emitida por la Organización de los Estados Americanos que literalmente dice:
“El director de la oficina de la OEA en Nicaragua hace constar que el señor Tirso Ramón Moreno Aguilar, nicaragüense de cuarenta y nueve años cédula de identidad número 243-320854-0002E fue integrante de la Resistencia Nicaragüense”.
“Durante la guerra de los años ochenta el señor Moreno Aguilar fue conocido como comandante Rigoberto y tuvo bajo sus órdenes a más de tres mil hombres, en las fuerzas conocidas como Jorge Salazar”.
“Su ingreso definitivo a Nicaragua se produjo en enero de 1990, como parte de un grupo de personas que dejaron atrás la lucha armada, atendiendo el llamado de los Acuerdos de Paz que impulsaron los presidentes centroamericanos”.
“Por esta razón, el señor Moreno Aguilar no porta carnet de desmovilizado de CIAV-OEA. Sin embargo, es notorio y público su pertenencia a la ex Resistencia nicaragüense, como así también el prestigio de que gozó como comandante entre los campesinos que integraron esa fuerza militar. Diversos testimonios recogidos durante estos años han corroborado esta apreciación”
“Dado en la ciudad de Managua, Nicaragua, a los veinte y cinco días del mes de julio del año dos mil tres.” Aparece la firma de Sergio Caramagna y sello de la oficina de la secretaría de la OEA en Nicaragua.
Se me estaba quedando que en este adéndum Tirso Moreno acompaña fotografías de las multitudinarias manifestaciones que organizó cuando fue candidato a la vicepresidencia por el partido Arriba Nicaragua en febrero de 1996.
Termino diciéndoles que volví a leer una buena parte del libro y como la gran mayoría de los nombres que menciona son de mi conocimiento, no pude evitar transportarme a esa época de nuestra juventud en que no nos importó arriesgar la vida por devolver a los nicaragüenses la oportunidad de vivir y prosperar en paz. Sueño que hoy en día los que participamos en esa gesta heroica mantenemos y estamos dispuestos a contribuir a ella.
El autor es analista político y directivo nacional de las Fuerzas de Veteranos de Guerra de la Resistencia Nicaragüense.