La conmemoración del cincuenta aniversario del golpe de Estado de Augusto Pinochet y el derrocamiento del presidente socialista marxista Salvador Allende, avivó la ancha y profunda división de la sociedad chilena en la valoración de aquel acontecimiento rupturista que cambió el rumbo de la historia de Chile e influyó en toda América Latina.
Pero además la conmemoración del histórico evento chileno sirvió como escenario del agravamiento de las contradicciones y controversias entre algunos gobernantes izquierdistas de la región, en particular entre Daniel Ortega, de Nicaragua; Gabriel Boric, de Chile, y Gustavo Petro, de Colombia.
Para algunos analistas de derecha los choques verbales de esos gobernantes izquierdistas ponen en evidencia una crisis de toda la izquierda regional, causada sobre todo por el aferramiento de cada quien a sus ideas acerca de cómo ejercer el poder.
Pero la verdad es que en la izquierda —llámese socialista, revolucionaria, comunista o como sea— siempre ha habido contradicciones y discrepancias tanto sobre las formas de tomar el poder como las de ejercerlo o detentarlo, llegando en algunas ocasiones hasta el extremo de la ruptura y la violencia.
El movimiento socialista surgió en Europa a mediados del siglo XIX, en tiempos de Carlos Marx que lo presentó como la última alternativa de poder en cada país y a nivel internacional, con la cual supuestamente se terminaría la historia política de la humanidad. Desde entonces sus partidos, teóricos y líderes siempre estuvieron enfrascados en interminables e intensos debates ideológicos y pleitos personales.
El marxista ruso Vladímir Ulianov (Lenin), continuador y renovador de la doctrina socialista de Carlos Marx que por eso pasó a llamarse marxismo-leninismo, creó la teoría del partido monolítico único pero igual que Marx fracasó en el esfuerzo de mantener unidas a sus huestes.
Por la inevitable división del movimiento socialista ruso, Lenin llamó bolchevique (mayoritario) a su partido (que tomó el poder en Rusia mediante el golpe de Estado del 7 de noviembre de 1917) y mencheviques (minoritarios) a los demás. Pero ya en el poder el partido leninista se hundió en peores luchas de facciones internas que condujeron a las grandes purgas estalinistas, o sea la liquidación física de miles de sus mismos miembros y dirigentes.
Tanto en Rusia como en los demás países donde se impuso el socialismo marxista-leninista, o comunismo, solo la más dura represión hasta contra los miembros de los partidos socialistas o revolucionarios impidió que afloraran las contradicciones internas. Pero no las evitó, siguieron bullendo clandestinamente.
En la actualidad, las discrepancias y disputas entre los gobernantes izquierdistas de Chile y Colombia con el de Nicaragua tienen que ver con las formas de gobernar en los países donde han tomado el poder: mediante el autoritarismo y la dictadura o el respeto a las formas democráticas. Pero el objetivo de todos ellos es el mismo, o sea transformar la sociedad y construir lo que llaman el socialismo del siglo 21.
Independientemente de la opinión que se tenga del socialismo, lo más importante a tener en cuenta en los pleitos izquierdistas es que con el modelo autoritario no hay posibilidad de un cambio de gobierno para recuperar la democracia plena.
Al contrario, con el modelo que respeta las bases de la institucionalidad democrática y los derechos humanos, cabe esperar que en las siguientes elecciones se pueda cambiar de gobierno pacíficamente.
Dicho más directamente, en países con gobiernos de izquierda democrática como Argentina, México, Chile y Colombia, en las próximas elecciones podría ganar la derecha democrática. Pero en los gobernados por el socialismo o izquierda autoritaria no existe por ahora tal posibilidad.