LA PRENSA ha publicado este miércoles 5 de septiembre una nota periodística sobre las contradicciones en el lenguaje político de los líderes del régimen, que según la ocasión reconocen la condición como tales de los presos políticos, o la niegan.
Esto no tiene nada que ver con la ambigüedad normal que suele haber en el idioma español, igual que en todas las lenguas del mundo según los lingüistas. Se trata más bien de una contradicción deliberada en el lenguaje, lo cual es propio de los políticos y sobre todo de los autoritarios, para quienes reconocer los hechos tal como son perjudica su proyecto e interés de mantenerse en el poder por tiempo indefinido, al precio que sea.
Las lingüistas españolas María del Carmen Horno y Natalia López Cortés, de la Universidad de Zaragoza, explican que “la ambigüedad (en el lenguaje) se da cuando un mismo estímulo puede interpretarse de varias maneras diferentes”. En un artículo de ensayo sobre el tema escrito por ellas conjuntamente, titulado “La ambigüedad nos rodea… ¿eres capaz de verla?”, aseguran que “cualquier hecho puede interpretarse de varias maneras y podríamos decir, por tanto, que es ambiguo…”
Agregan que “los estímulos a los que nos enfrentamos rara vez son unívocos, así que podemos afirmar que la ambigüedad está en todas partes. Pero que no cunda el pánico. Afortunadamente, la evolución nos ha dotado de unas armas muy eficientes para que podamos sobrevivir en un entorno tan ambiguo”.
Algo muy distinto son la ambigüedad y la contradicción deliberadas en el uso del lenguaje político, que tienen la intención de ocultar la verdad, engañar y dar a las palabras un sentido distinto al que realmente tienen.
George Orwell (1903-1950) sostenía el criterio de que el lenguaje en política debe ser claro y preciso. Y llamaba la atención acerca de que el totalitarismo estaba interconectado con la corrupción del lenguaje. Así lo describió en su famoso libro titulado 1984, en el cual el régimen totalitario oficialmente llama ministerio de la verdad al ente que difunde una propaganda mentirosa, ministerio de la paz al que predica y promueve la guerra, y ministerio de la abundancia al que maneja la escasez económica y controla el racionamiento de alimentos y demás bienes básicos indispensables; entre otras aberraciones del lenguaje y los conceptos.
Es que según Orwell “el lenguaje puede ser alterado en su estructura para bloquear completamente cualquier pensamiento de desobediencia o rebeldía”. Y “de igual manera, la manipulación del lenguaje es usada en política como campaña masiva de manipulación psicológica”.
Por su valor perenne las obras de George Orwell no deberían faltar en la biblioteca de nadie que se dedique a la política. Sobre todo La granja de los animales y la antes mencionada 1984. Pero también su libro de ensayos sobre La política y la lengua inglesa (traducido muchas veces al español), en el cual plantea que el uso del lenguaje político tiene implicaciones morales. Pues su uso incorrecto “se practica con la intención de engañar, de presentar mentiras como si fueran verdades e incluso hacer que actos de crueldad injustificables parezcan algo respetable”.
Orwell escribió eso en los años de 1945 y 1946. Ahora, casi ocho décadas después, lamentablemente son muchos los países del mundo en los que el lenguaje político se sigue deformando con el mismo propósito malsano.