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Mentiras y verdades evidentes

Un representante del rector de la confiscada Universidad Centroamericana (UCA) convertida en un ente estatal y renombrada como Universidad Casimiro Sotelo, dijo a los estudiantes de dicho centro de estudios superiores que los padres jesuitas se llevaron (robaron) todo el  dinero de los aranceles que ellos habían pagado previamente.

 Eso es una mentira enorme y evidente, pues desde la semana anterior se sabía que las cuentas bancarias de la UCA y todas las propiedades y bienes de la Compañía de Jesús (los padres jesuitas, dueños de la universidad) fueron intervenidas por el régimen.

Una mentira evidente es aquella que se ve como tal con toda claridad, de manera patente y sin lugar a ninguna duda. Como han sido también evidentes las mentiras con las que se ha pretendido justificar la cancelación de la personalidad jurídica de la Compañía de Jesús. Que además es el mismo argumento, letra por letra, que se ha usado en todos los casos de las demás universidades privadas que han sido canceladas.

Es que así como hay verdades que son evidentes también hay mentiras de bulto, que están a la vista de todas las personas que las quieran ver.

En el comienzo de la Declaración de Independencia de Estados Unidos, del 4 de julio de 1776, se dice: “Sostenemos como verdades evidentes que todos los hombres son creados iguales; y que han sido dotados por su Creador de ciertos derechos inalienables entre los cuales están el de la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad”.

El mensaje de esta hermosa declaración es que la verdad constituye una de las virtudes primarias y fundamentales de la libertad y la democracia. Todo lo contrario de la mentira en la cual se sostienen la tiranía y la dictadura en todas sus formas.

En la democracia hay políticos mentirosos, que engañan a los ciudadanos, pero eso es una falla de las personas y no del sistema democrático que para ser auténtico debe fundarse en la verdad, así como también en la libertad de expresión para denunciar la mentira política y gubernamental.

Jesús de Nazaret dice en el Evangelio de San Juan que quienes guardan siempre su palabra “conocerán la Verdad, y la Verdad los hará libres”. Y califica al diablo como padre de la mentira. “Cuando habla, de él brota la mentira, porque es mentiroso y padre de toda mentira”. (Juan VIII 32 y 44).

Cabe mencionar que San Agustín escribió un Tratado de la mentira en el que la condena en toda su dimensión y consecuencias. Algunas personas admiten la necesidad de mentiras piadosas, como cuando se dice a una persona moribunda que puede curarse y seguir viviendo. Pero eso “no la hace loable ni del todo inocente”, dice el enciclopedista Guillermo Cabanellas. Aunque sea piadosa, la mentira sigue siendo mentira.

Obviamente, las peores mentiras son las que sustentan a un régimen antidemocrático. Estas ofenden la moralidad pública y hieren la dignidad de las personas humanas.

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