14
días
han pasado desde el robo de nuestras instalaciones. No nos rendimos, seguimos comprometidos con informarte.
SUSCRIBITE PARA QUE PODAMOS SEGUIR INFORMANDO.

El Heodra

Heodra son las siglas del Hospital Escuela Oscar Danilo Rosales Argüello, institución médico-hospitalaria que a lo largo de siete décadas y desde León,  ha tenido como estandarte la docencia y el servicio asistencial.

La presencia de la UNAN-León con prestigio académico acumulado por ya más de dos centurias y la necesidad de cubrir a una población regional que demandaba servicios de salud, ya sea de seguridad social o asistencia social, ha constituido un binomio estructural que ha hecho que este hospital funcione y cumpla con su cometido, a través de toda su existencia. Y así, ha prodigado servicios y beneficiado a millones de nicaragüenses.

Este hospital de unos años para atrás ha necesitado el traslado a nuevas instalaciones y ahora observamos entusiasmados, tanto pobladores como personal de salud, un majestuoso edificio que ocupa una amplia extensión en un predio de 10 manzanas, en la misma propiedad que ocupara el hospital fundacional San Vicente, de grata memoria, a estudiantes y médicos de varias épocas y grandes beneficios a sus coetáneos.

Se ve un trabajo febril de obreros de la construcción, movimientos de grandes grúas… donde se trasladará el Heodra. La fecha exacta no se sabe, pero la esperanza de todos es que sea muy próxima.

Mi relación profesional con el Heodra y su precursor, el San Vicente, ha comprendido desde mi carrera médica como estudiante, después como médico y especialista en neurorradiología, asistencia en proyectos sociales, servicios públicos y privados, interconsultas, en docencia como conferencista, profesor de Radiología ad-honorem, organizador de simposios universitarios de radiología e imagenología, gestor de proyecto de la especialidad de Radiología en el Heodra y organizador de la carrera de técnico superior en radiología.

En todos estos años de trabajo y ahora jubilado desde agosto de 2022, mi relación ética, de respeto y mutua consideración con el Heodra ha permanecido inalterable.

En abril de este año, una hernia inguinal que me había aparecido en el 2021 empezó a mostrar criterios quirúrgicos. Había que operarme. Sin dudarlo escogí el Heodra como mi hospital y a mi amigo y discípulo académico, el doctor Sergio Midence, como mi cirujano. El Hospital me acogió de inmediato y tanto el doctor Julián Corrales, jefe de cirugía como el doctor Midence, me expresaron con gran ética su beneplácito en atenderme. “¡Contamos con todo para atenderlo maestro!”, fueron sus palabras.

Me programaron para operarme el 26 de mayo, a las 8:00 a.m. y así fue. La anestesióloga doctora Fátima Somarriba, magistral y delicadísima en su atención con un bloqueo raquídeo y sedación… al despertar en la mesa de operaciones escuché al doctor Midence con voz que hablaba desde su corazón: “¡Maestro, ya usted está operado!”

Conducido por un camillero profesional y educado, acompañado por mi esposa Glenda y mi hijo Omar Enrique, subí por el ascensor hacia mi habitación asignada.

Olvidaba decir que en el ascensor coincidí con el padre Jorge, sacerdote capellán del hospital y buen amigo, quien me bendijo, me absolvió de mis pecados y me ungió con el aceite de los enfermos.

Las 6 horas que estuve en la 312, me acompañaron mi esposa y mi hijo; periódicamente con profesionalidad y amabilidad me visitó enfermería y los médicos asignados, quienes solícitamente controlaban mi buena evolución.

Dos bellas palomas, a través de un vacío en las persianas de mi habitación se colaron a visitarme y junto con el aire puro que me entraba por el ventanal, me pusieron en contacto con la vida y la naturaleza… ¡como un niño me alegré!

A las 4:30 p.m. un séquito de jóvenes médicos, internos y residentes, varios de ellos alumnos míos en Radiología Clínica, llegaron hasta mi cama y  me comunicaron que estaba de alta.

A las 5:00 p.m., conducido en una silla de ruedas por la enfermera de la sala y escoltado por mi esposa y mi hijo, estaba en la acera del hospital donde esperé que mi esposa llegara con la camioneta que nos llevó a nuestra casa. Ahí fuera del Heodra levanté mis ojos al cielo, di gracias al Señor, contemplé el hermoso vetusto edificio y experimenté que este Heodra con todo lo que significa, había entrado más íntimamente a mi corazón, con un agradecimiento que perdurará.

Cuando en su consultorio el doctor Midence me quitaba  las puntadas, exclamé: “Sí doctor…  yo ya estoy operado por usted y muy bien! Gracias”.

El autor es médico neurorradiólogo, profesor de Radiología, expresidente de la Sociedad Nicaragüense de Radiología.

×

El contenido de LA PRENSA es el resultado de mucho esfuerzo. Te invitamos a compartirlo y así contribuís a mantener vivo el periodismo independiente en Nicaragua.

Comparte nuestro enlace:

Si aún no sos suscriptor, te invitamos a suscribirte aquí