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Pedro Selva el bateador más impactante que ha pasado por el beisbol nacional.

Pedro Selva, el bateador más feroz de la historia de Nicaragua

No ha existido en el beisbol nacional un bateador con una mezcla tan perfecta de habilidad para hacer contacto con la pelota y fortaleza para enviarla lejos como Pedro Selva

No ha existido en el beisbol nacional un bateador con una mezcla tan perfecta de habilidad para hacer contacto con la pelota y fortaleza para enviarla lejos como Pedro Selva, quien a pesar de verse obligado a esquivar desgracias que lo perseguían, pudo acumular cifras que no solo le han garantizado la perdurabilidad en el tiempo, sino que mantienen la distancia entre su obra y la construida por sus contemporáneos o figuras posteriores.

A 44 años de su retiro como jugador y 25 de haber fallecido, el legado de Selva jamás ha estado en peligro de ser devorado por el olvido. Al contrario, sus cifras lucen más brillantes con el tiempo, juez infalible que suele colocar a cada quien en el lugar que corresponde. Y Pedro sigue ahí, firme como las piedras que le tocaba picar antes de empuñar un bate para hacer estragos entre los lanzadores y agitar a los fanáticos en las tribunas.

Después de un inicio discreto con promedios de .208 y .239 en sus primeras dos campañas en 1969 y 1970, Selva puso de relieve su calidad capturando su primera triple corona con .355 de average, 16 jonrones y 49 remolques para Carazo. Y repitió en 1972 con .348, 15 tablazos y 55 empujadas. Y para no dejar dudas respecto a su nivel, lo hizo de nuevo en 1973 con .364, 16 jonrones y 50 empujadas en un alarde de consistencia.

Y justo cuando se había convertido en la figura del beisbol nacional a sus 30 años, llegaron las desgracias: el 30 de enero de 1974, su pareja en aquel instante le disparó a matar y casi lo consigue. Se salvó de milagro. Se le practicó una cirugía para extraerle la bala alojada en el pecho y se descartó que volviera a jugar. Pero eso no fue lo peor. La señora mató a sus tres hijos y Pedro fue detenido como sospechoso, pero resultó inocente.   

Todo ocurrió en menos de un mes. Y sin haber logrado una recuperación total y en medio de un ambiente hostil volvió a la acción ese mismo año y terminó con .271, siete jonrones y 28 empujadas. Fue tan dramático su regreso, que el maestro Edgar Tijerino asegura que a Pedro se le abrieron al menos dos puntadas de la cirugía que se le practicó para extraerle la bala. Aún así continuó jugando y poco a poco recuperó la credibilidad popular.

En 1975 regresó a su nivel habitual y con su sello de distinción, una triple corona: .346 de promedio, 28 jonrones y 84 empujadas. Y al año siguiente (1976) pretendía conseguir esa proeza por quinta vez, de no ser porque Chinandega no se presentó a un juego al final de la temporada. Pedro terminó con .364, 25 cuadrangulares y 76 impulsadas, pero Pablo Juárez, del Chinandega, cerró con .366 como líder de los bateadores.

Selva logró .323 con 28 tablazos y 83 empujadas en 1978, pero ya eran los días en los que Ernesto López había subido la vara con 42 tablazos y 117 remolques, mientras Vicente López lideraba a los bateadores con .436. La última temporada de Pedro fue 1979 y acumuló .329, 11 jonrones y 45 remolques en la campaña recortada por la guerra, tendiendo que trasladarse a Honduras luego de ser apresado por los sandinistas.

En Honduras jugó y trabajó como entrenador. Volvió al país en 1991 y trabajó como coach de bateo en Carazo y después con los Dantos, antes de desvincularse totalmente del juego y vivió en medio de muchas carencias, al punto que Tijerino hizo una recolecta para ayudarlo a adquirir una casa y murió el 16 de febrero de 1998. Sin embargo, su impacto sigue vivo y su legado como el bateador más destructor está más vigente que nunca.

Selva cerró su carrera de diez temporadas con .329 de promedio, acumuló 151 jonrones entre sus 685 hits, empujó 501 carreras y anotó 409. Recibió más bases por bolas (235) que ponches (218) y su frecuencia de un jonrón cada 13.8 turnos al bate es la mejor es la historia del beisbol nica, incluso mejor que la de Ernesto López (14.9), el máximo jonronero (319) o Próspero González (22.5) el que le sigue (260).

Incluso, su paso por la Selección Nacional fue notable, al extremo de cerrar con .308 (111-36), logrando su punto más alto en 1972 cuando bateó de hit en cada uno de los 15 partidos del equipo nica y terminó con .382 (55-21) un jonrón, nueve anotadas y 11 empujadas. Así que no hay dudas que Selva ha sido el bateador más destructivo visto aquí.

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