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Diez sorprendentes datos sobre las abejas africanizadas 

Las abejas africanizadas nacieron en un experimento de laboratorio en Brasil; pueden reaccionar con furia ante ciertos olores y colores, como el azul; y son capaces de perseguir a su objetivo a lo largo de 200 metros

Nicaragua. La mañana del reciente lunes 8 de mayo un autobús con unos 60 pasajeros se precipitó a un barranco en San Sebastián de Yalí, Jinotega, en el norte de Nicaragua. En su caída, el bus se pasó llevando cajas de madera colocadas por apicultores y seis personas fallecieron luego de ser picadas por miles de abejas africanizadas. Las víctimas tenían 8, 19, 24, 28, 32 y 84 años de edad. 

Descuido. Las abejas africanizadas, popularmente llamadas “abejas asesinas” son el resultado de un experimento de laboratorio que se salió de control. En 1956 el investigador Warwick Estevam Kerr, reconocido científico genetista, introdujo a Brasil abejas de origen africano, con el propósito de mejorar genéticamente la especie europea que ya habitaba en Latinoamérica y darle un impulso a la industria apicultora brasileña. La especie que eligió para este proyecto fue la Apis mellifera scutellata, conocida por su alta producción de miel y su alta resistencia a ambientes inhóspitos. Sin embargo, en un supuesto descuido del laboratorio, algunas abejas huyeron de sus colmenas; entre ellas varios zánganos y abejas reinas, con capacidad para poner 1,500 huevos al día. Estos ejemplares fugitivos comenzaron a aparearse con otras subespecies, formando cruces de distintas razas, sin mantener un linaje puro, por lo que se las denomina “abejas africanizadas”. Desde entonces han colonizado exitosamente las regiones tropicales de América. 

Veneno. Su veneno no es más letal que el de las abejas melíferas comunes. La razón por la que los ataques de las africanizadas son más perjudiciales es que tienden a picar en mayor número, pues persiguen a intrusos con 10 a 30 veces más individuos que las colonias de abejas europeas. Personas sanas y no alérgicas pueden soportar bien hasta 25 picaduras de abejas; a partir de 50 aparece un efecto tóxico a nivel de piel y músculos, con alteraciones de coagulación, fallo renal o del sistema nervioso. Según el diario ABC, se estima que la dosis letal en niños es de 100 picaduras y, en adultos, de 500. 

Olores y colores. Los sentidos de las abejas, en especial el olfato y la vista, tienen un papel fundamental en la selección de su alimento y sitios de anidación, lo mismo que en su respuesta defensiva. Se ha demostrado que las abejas africanizadas discriminan entre diferentes olores y que tienen preferencia por algunos, como el olor a cera de abejas, aromas cítricos y frutales. De hecho, los estímulos olfativos prevalecen sobre los visuales. De acuerdo con el artículo científico “Aspectos toxinológicos y biomédicos del veneno de las abejas Apis mellifera”, el espectro visible para las abejas comprende longitudes de onda más cortas que el percibido por el ser humano; por lo tanto, “los colores azules las atraen especialmente, más que el rojo”, así como los colores del espectro ultravioleta que no percibe el ojo humano. 

Cascarrabias. La gravedad de los accidentes producidos por los linajes “africanizados” se debe a cinco características genéticas, subraya el artículo “Envenenamiento por picadura de abeja”, publicado por la Gaceta Médica de México en junio de 2005: son más defensivas; poseen un menor umbral de irritabilidad; probablemente dispersan más feromonas de alarma, aumentando la probabilidad de ataques múltiples; permanecen excitadas por más tiempo, hasta 24 horas después de una perturbación; realizan una persecución más persistente, de hasta 200 metros desde el sitio del ataque inicial. 

Ataques. Los ataques de abejas africanizadas pueden suceder en lugares inesperados y no tener nada que ver con su víctima, explica la Gaceta Médica de México. Es posible que la agresión inicie por perturbaciones difíciles de percibir, como son los campos eléctricos (momentos previos a una tormenta, roces en ropa sintética o en el cabello), las vibraciones (motores de baja frecuencia), ruidos, movimientos rápidos, aumento o descenso de la temperatura, escasez de agua o alimento. No obstante, la mayoría de los ataques de estos insectos tienen como blanco a animales y raramente a personas.  

Feromonas. Cuando comienza un ataque, las abejas liberan una feromona que alerta del peligro a los demás miembros del panal, animándolos a sumarse a la agresión. Es por eso que el ataque puede concentrarse en una o pocas víctimas. La feromona de alarma liberada por los aguijones insertos en la piel excita a nuevas abejas que pican al mismo individuo. 

Polinizadoras. Se especializan más en recolección de polen que de néctar. En 1987 un estudio en Venezuela encontró que más del 30 por ciento de las abejas de colonias africanizadas realizaban viajes de polen, mientras que menos del 15 por ciento de las europeas lo hacían. Estos resultados fueron corroborados en Arizona.

Anidación. Son menos selectivas que las abejas europeas para establecer sus nidos. Pueden anidar tanto al aire libre como en cavidades, con colmenas de menor tamaño. Se les ha encontrado, por ejemplo, en carros abandonados, neumáticos, cajas y cajones. Jamás hay que perturbarlas. Si ya se les ha perturbado, lo recomendable es huir rápidamente del lugar, cubriéndose la cara. 

Estadísticas. Para 2011 los registros mostraban que las abejas africanizadas habían ocasionado la muerte de más de 1,000 personas en Latinoamérica en 30 años de estadísticas de mortalidad; lo que correspondía a un promedio de poco más de 33 personas muertas por año. Una cifra lamentable, pero bastante baja, si se compara con las muertes ocasionadas anualmente por enfermedades cardiovasculares en la misma región, según datos de 2021: 2 millones.

La Prensa Domingo Abejas libre Nicaragua archivo

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