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Los niños nicaragüenses que estudian en colegios de Costa Rica suelen vivir discriminación por su nacionalidad o su color de piel. LA PRENSA

Bullying por ser nica: el drama de los hijos de migrantes y exiliados en Costa Rica

Humillaciones, xenofobia, malos tratos y hasta recomendaciones de suicidio reciben algunos niños nicaragüenses en colegios de Costa Rica. En algunos casos, por parte de otros estudiantes, y en otros, de los mismos maestros.

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Cada mañana que Alejandra llega a su colegio en San José, la capital costarricense, uno de sus compañeros le jala el cabello y le deshace la trenza que su madre recién le hizo antes de llegar al colegio. Alejandra no es su nombre real, pero la llamaremos de esta manera porque nos ha pedido proteger su identidad. De hecho, ninguno de los niños consultados para este reportaje quiso que apareciera su nombre.

Cuando Alejandra, de 11 años, llega al aula de clases y se sienta, alguien le lanza una pelota de papel y cuando responde alguna de las preguntas que hace la profesora, alguien dice: “¡Cállese nica!”, mientras la maestra solamente pide: “Chiquillos, no interrumpan por favor”. Esta es una escena recurrente en el día a día de Alejandra.

Mientras tanto, en otro colegio de Heredia, una ciudad al norte de la capital costarricense, a Rosalía le ponen el pie para que se caiga o le muestran señas obscenas con los dedos de las manos. Suele participar mucho en clases y tiene muy buenas notas, pero siente que sus compañeros la excluyen por esa razón, y por ser nicaragüense.

–Ahí va la refugiada. Llamen a Migración – le gritaron en una ocasión

A veces, esta niña de 13 años no quisiera ir al colegio para no enfrentar los comentarios de sus compañeros.

Por su parte, Alex lleva dos años sufriendo malos tratos en un colegio de San José y ya le ha pedido a sus padres que lo matriculen en otro lugar, pero cuando intentaron hacerlo a inicios de año, no encontraron cupo.

Este jovencito cursa el tercer año de secundaria. Tiene 13 años y dice que es muy bueno jugando baloncesto, pero a sus compañeros no les gusta jugar con él. “No quieren que los toque (mientras juegan). Como que les doy asco”, comenta. Por ello, se pone a lanzar la pelota hacia la canasta él solo en la cancha del colegio.

La mayoría de niños extranjeros que estudian en los colegios de Costa Rica, son nicaragüenses. Óscar Navarrete/LA PRENSA

Rosalía, Alex y Alejandra son tres niños nicaragüenses exiliados que sufren discriminación y bullying en colegios en Costa Rica. Los tres son hijos de personas que tuvieron que huir de Nicaragua por la persecución del régimen de Daniel Ortega.

Según cifras del Ministerio de Educación Pública (MEP) de Costa Rica, más de 52,000 menores de edad extranjeros estudian en el sistema público de ese país y la mayoría son nicaragüenses. Muchos de estos niños están expuestos a la xenofobia y discriminación por parte de otros menores, y en algunos casos, de los mismos maestros y directores de los colegios.

Un problema de vieja data

La discriminación a niños nicaragüenses en colegios de Costa Rica no es algo nuevo. En mayo de 2015, hace 8 años, un estudio reveló que el 57.9 por ciento de los menores nicas que estudiaban en ese momento en centros educativos costarricenses, se sentían rechazados por sus compañeros.

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La psicóloga costarricense Ruth Quirós señala que efectivamente los casos de discriminación contra menores nicaragüenses “suceden muy a menudo. Todos los niños que he atendido han vivido una situación de bullying y principalmente lo que rige esta actuación es la xenofobia”, señala.

Quirós trabaja para el Colectivo de Derechos Humanos Nicaragua Nunca Más, brindando acompañamiento psicológico a personas exiliadas. En su experiencia, dice que se ha encontrado con casos de niños que han sufrido agresiones verbales, físicas, humillaciones, intimidaciones, e incluso casos más graves que han requerido de acciones penales.

Los menores de edad nicaragüenses son los más expuestos al bullying en los colegios de Costa Rica. Óscar Navarrete/LA PRENSA

La psicóloga cuenta que recientemente supo del caso de una madre que encontró un artículo de internet sobre técnicas para suicidarse sin dolor que un compañero de clases le había enviado a su hija. “Mirá, para que lo vayas pensando”, agregaba el menor en el mensaje.

Asimismo, Quirós conoció de otra niña nicaragüense que en sus primeros días de clase llegó a su aula y se encontró con varios carteles en las paredes que decían “Fuera nica” y “No te queremos acá”.

Una situación similar vivió Alejandra, cuando otro niño le entregó una carta en la que le decía que no se sentara junto a él. “Me estorba tu cara y más bien quisiera arrancártela”, decía la carta. Después de eso, la menor no quiso ir a clases y cuando regresó dos días después, se sentó en el otro extremo del aula, pero otros niños que estaban en ese lugar le dijeron que se fuera porque ya estaban todos los asientos ocupados.

Alejandra se siente excluida. En Nicaragua, cuenta, era bien querida por sus amigas. “Jugábamos sin problemas y no me decían nada. Iba bien en clases, pero aquí no me gusta. Mucho me molestan”, insiste.

Otra que se siente excluida es Rosalía. Casi todos los días llora por lo que le dicen sus compañeros y también ha sufrido discriminación por su color de piel. “Me dicen que soy bruta o que soy la castrosa (que siempre tiene algo que decir)”, indica esta joven que cursa el primer año de secundaria y se destaca por sus notas.

¿No pueden quejarse?

En el caso de Rosalía, ella no ha querido hablar con los maestros porque cree que sus padres o ella misma pueden tener algún tipo de problemas en el colegio o con las autoridades de Migración, y solamente en una ocasión se defendió de lo que le decía uno de sus compañeros, pero este más bien la acusó con el maestro de haberlo agredido.

Los padres de Rosalía comentan que cuando fueron a matricularla a inicios de año, los hicieron firmar una especie de reglamento en el que se prohíben que ellos como padres lleguen a quejarse por algún problema que tenga Rosalía, bajo la excusa de que “los niños deben aprender a resolver sus problemas solos”.

Sin embargo, la psicóloga Quirós señala que eso es ilegal. “Es imposible que como papá, uno se dé cuenta de una situación con su hijo y no pueda ir a reclamar. Jamás. Eso no debe pasar. Hay cosas que no se pueden resolver entre niños”, señala.

Estudios revelaron que los menores nicaragüenses que sufren discriminación son más propensos a consumir alcohol y drogas. Óscar Navarrete/LA PRENSA

Según Quirós, debe ser la dirección del colegio la que se encargue de este tipo de casos, e incluso cuando hay casos de delitos sexuales, pornografía y demás, se puede involucrar a la Fiscalía y otras instituciones que velan por los derechos de la niñez.

“Lo que sucede es que muchas veces los mismos maestros son los que promueven esta discriminación y esta xenofobia”, comenta la psicóloga.

De hecho, el Ministerio de Educación Pública (MEP) de Costa Rica publicó en 2019 un Protocolo de actuación en situaciones de discriminación racial y xenofobia, en el cual menciona que apenas se identifique un caso de estos, se debe informar a la dirección del colegio, la cual tiene que contactar a los padres de los menores involucrados, hablar con los niños y buscar una solución pronta y oportuna.

En ese sentido, el artículo 69 del Código de la Niñez y la Adolescencia de Costa Rica, “prohíbe practicar o promover en los centros educativos todo tipo de discriminación por género, edad, raza u origen étnico o nacional, condición socioeconómica o cualquier otra que viole la dignidad humana”. 

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En el caso de Alex, su madre se quejó en el colegio el año pasado y dice que la medida que adoptaron en un principio fue mediar entre los menores para que se dieran la mano, contrario a lo que señala el protocolo del MEP, el cual establece que esta es una de las acciones que hay que evitar.

“Al siguiente día, el chavalo ya lo andaba molestando, diciéndole que era un llorón, pone quejas”, comenta la madre de Alex quien ya le prometió a su hijo que hará todo lo posible por cambiarlo de colegio el próximo año.

¿Qué hacer?

La psicóloga Quirós explica que lo primero que afecta a los niños nicaragüenses que llegan a Costa Rica es el duelo del exilio. “Para los adultos es difícil comprenderlo, pero para los jóvenes es muchísimo más complicado comprender lo que está sucediendo y mucho más difícil es poder desprenderse de sus redes sociales, sus amigos”, detalla.

A esto, se le suma el hecho de tener que lidiar con discriminación en uno de los espacios más importantes de su día a día, como lo es colegio. “Apenas estoy asimilando el exilio y llegar a un entorno donde me rechazan y me aíslan es algo terrible. Los impactos a nivel psicológico pueden ser muy graves”, advierte.

Algunos menores de edad exiliados en Costa Rica son de escasos recursos. Óscar Navarrete/LA PRENSA

Según la psicóloga, los menores que sufren este tipo de situaciones son más propensos a consumir drogas o alcohol a temprana edad, e incluso pueden recurrir a las autolesiones. Otras consecuencias pueden ser la baja autoestima, cambios de humor, arranques de ira, apatía y desinterés por ir al colegio.

En el estudio presentado en 2015, se indica que el 25.8 por ciento de los menores nicaragüenses habían sentido deseos de morir y un 15.3 por ciento reportó haberse hecho daño de manera intencional.

El estudio también reveló que muchos niños nicaragüenses empezaron su actividad sexual a los 10 años para tratar de encajar entre los demás, y muchos presentaban síntomas de desnutrición o mala alimentación.

Por ello, Quirós recomienda que es necesario hablar con los hijos desde el hogar, empoderándolos y haciéndoles saber que tienen derechos. “Hay que trabajar mucho desde casa dándole a nuestros hijos herramientas para el manejo de emociones, confianza, seguridad y una buena autoestima”, detalla.

Hay muchos casos, dice Quirós, en que los padres también están asimilando el exilio, y tienen otros problemas como la falta de empleo o la persecución de la que son objeto sus familiares en Nicaragua, entre otras cosas, pero a pesar de eso, no se debe olvidar que los hijos también necesitan atención.

De igual manera, nunca está de más acudir con un profesional en caso de que los padres sientan que no puedan brindar las herramientas necesarias a sus hijos.

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