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Los “liderazgos emergentes”: ¿Activistas o futuros estadistas?

De un tiempo acá, se oye hablar de los “liderazgos emergentes” que, supuestamente, han surgido dentro de la oposición en los últimos meses. Esto podría ser un espejismo, producto de los anhelos de quienes deseamos ver renacer el apagado paisaje político nicaragüense. De todas maneras, y como “la esperanza es lo último que se pierde”, yo voy a asumir que esos jóvenes líderes “emergentes” son una realidad, o van a serlo en un futuro cercano.

La juventud es siempre atractiva, aunque hay que decirlo: la edad de un líder o aspirante a líder no es garantía de nada. Después del 2018, vimos arrugarse aceleradamente a varios líderes estudiantiles que hoy chochean como sus mentores. Así pues, más importante que la frescura de la juventud será la capacidad y voluntad de los líderes “emergentes” para enfrentar dos cosas: primero, una cultura política que, como la nuestra, los va a empujar a convertirse en extensiones del pasado; y segundo, los cantos de sirena de una “comunidad internacional” que, siguiendo sus propios intereses y casi siempre sin entender lo que quieren arreglar, van a habituarlos       —disciplinarlos— al gusto por los viajes a Bruselas, las fotos con Almagro y otros espejuelos por los que, con tanta frecuencia, canjeamos nuestra dignidad nacional.

De la escuela de esa “comunidad internacional”     —con su folletería brillante y cursitos express— nuestros “líderes emergentes” podrán graduarse, a lo sumo, de activistas; no de estadistas, que es lo que necesita nuestro país.

El activismo como un vicio cultural

El activismo, entendido como proselitismo y propaganda, es un componente legítimo de la lucha por el poder. Pero, se convierte en un vicio cultural cuando la denuncia y la agitación se tornan en la razón de ser de esa lucha; es decir, cuando perdemos de vista que la política debe entenderse como la lucha por el poder para resolver las tensiones y contradicciones que bloquean el desarrollo de una sociedad.

 Nicaragua necesita de activistas políticos. Pero, sobre todo necesita de jóvenes con vocación de estadistas. De ahí mi pregunta en el título de este artículo: ¿Son los llamados “liderazgos emergentes” una nueva cosecha de activistas o dentro de ellos se perfilan los y las estadistas del futuro?

Un experimento virtual

Imaginemos un escenario en el que un grupo de líderes emergentes aceptan responder tres preguntas diseñadas para identificar su tipo de liderazgo: Primera pregunta: ¿Cuánto tiempo dedicás a hablar de la democracia y cuánto a tratar de entender por qué la democracia funciona en algunos países y por qué nunca ha funcionado en el nuestro? Si dedicás más tiempo a lo primero, te estás formando como un activista. Para ser un activista basta repetir frases como: “Los nicaragüenses queremos vivir en democracia” (sin pensar o entender por qué la democracia no es una prioridad para un importante sector de nuestra sociedad); o bien, “queremos regresar a la democracia de los tiempos de doña Violeta” —confundiendo las elecciones presidenciales de 1990— que tuvieron como una de sus consecuencias la ampliación de los niveles de libertad política en nuestro país, con el complejo y largo proceso de institucionalización de los derechos ciudadanos —políticos, socio-económicos y culturales— que son el elemento definitorio de una verdadera democracia.

Segunda pregunta: ¿Cuánto tiempo dedicás a buscar cómo salir de los ORMU y cuánto a pensar cómo se podrá gobernar un país polarizado como Nicaragua después de los ORMU? Si solamente pensás en lo primero, entonces sos o vas en camino de ser un activista. Si, por el contrario, sabés o por lo menos intuís que más difícil que sacar a los ORMU va a ser gobernar Nicaragua después de la dictadura, entonces has empezado a pensar como estadista. Los ORMU pueden desaparecer, pero con ellos no desaparecerán los conflictos de intereses y aspiraciones que se cobijan con las banderas del sandinismo y de la oposición.

Tercera pregunta: ¿Cuánto tiempo dedicás a pensar en Nicaragua y sus problemas, y cuánto a pensar en el mundo dentro del que opera Nicaragua? Para ser un activista no necesitás poner atención a los vientos externos que mueven a nuestro país en este turbulento e impredecible siglo. Por otra parte, para ser un estadista, debés ser capaz de entender lo que dice José Martí: “Cree el aldeano vanidoso que el mundo entero es su aldea, y con tal que él quede de alcalde, o le mortifique al rival que le quitó la novia, o le crezcan en la alcancía los ahorros, ya da por bueno el orden universal, sin saber de los gigantes que llevan siete leguas en las botas y le pueden poner la bota encima, ni de la pelea de los cometas en el cielo, que van por el aire dormido engullendo mundos”. ¿Cómo puede Nicaragua evitar ser “engullida” por “los cometas”? Sí, como los ORMU, pensás que la respuesta es: “Arrimándonos a uno de los gigantes de los que habla Martí” —China, Rusia (o bien, los Estados Unidos)— pensás como un activista, y de los nocivos. Ni los gigantes de hoy tienen su futuro asegurado. Mucho menos los países que se cuelgan de sus botas.

Pensar y actuar

Concluyamos: para ser un activista, basta repetir slogans para, con suerte, llegar a viejo repitiéndolos a gritos desde una tarima enflorada, lo suficientemente alta como para no embarrarnos de la miasma de nuestros fracasos como sociedad. Por otro lado, para ser un estadista hay que pensar y actuar: “Actuar como uno piensa para no terminar pensando como uno actúa”, decía Pascal, actuar políticamente de acuerdo con una comprensión de nuestra realidad y una visión de futuro, para no terminar, como han terminado algunos talentosos y talentosas jóvenes nicaragüenses, pensando políticamente en concordancia con las oportunidades que ofrece la llamada “Cooperación”.

El autor es profesor retirado del Departamento de Ciencias Políticas de la Universidad de Western Canadá.

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