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¿Cuál es el primer remedio para sanar Nicaragua?

La búsqueda de remedios para nuestros malos políticos ha sido el objetivo de una serie de artículos que he publicado en las últimas semanas, aunque con dos interrupciones. Hoy retomo el tema con la satisfacción de que ya han producido observaciones discrepantes, pero inteligentes, como la expresada el jueves pasado por mi compañero de pupitre, el distinguido economista Carlos Muñiz (Son varias y no solo una las piedras angulares).

Estas son muy útiles por cuanto ayudan a enderezar o perfeccionar nuestras ideas. En este caso se trata de desacuerdos sobre lo que se debe priorizar para sacar al país del marasmo que ha sufrido en buena parte de su historia. En un artículo anterior Buscando la piedra angular (lunes 6 de marzo), yo insistía en la necesidad de cristianizar Nicaragua dando pruebas del poder transformador de esta religión y añadiendo que en lugar de centrar la educación en la transmisión de conocimientos o habilidades intelectuales y técnicas, debíamos enfocarla en la producción de mejores personas.

Carlos Objetó esto último argumentando que una de las piedras angulares es, precisamente, “darles a los jóvenes los conocimientos y habilidades que se requiere para integrarlos a ellos, y a Nicaragua, al siglo XI”. Tiene razón, igual que la tiene en hablar de varias piedras angulares y no una sola. Reconozco que, en mi afán por destacar la importancia de la formación en valores, mi escrito dio la impresión de menospreciar aspectos valiosos de la educación secular y marginar otros factores importantes.

Debo disculparme y aclarar que no menosprecio ninguno de ellos. La educación secular; las destrezas matemáticas, gramaticales y otra serie de habilidades y conocimientos, son ciertamente fundamentales. Pero al mismo tiempo debo insistir en no dejar en segundo plano la formación moral y el desarrollo espiritual de la juventud. Priorizar algo no significa despreciar lo demás o considerarlo suficiente. Una construcción buena debe tener zapatas, o soportes estructurales fuertes, pero si el techo está mal construido el edificio terminará arruinándose.

Carlos llama a “crear instituciones sólidas que impulsen la democracia, defiendan los derechos humanos y respondan a las necesidades del pueblo”. Totalmente de acuerdo, y llegado el momento pienso describir algunas. Pero es también verdad que sin una ciudadanía mínimamente ética dichas instituciones serán siempre frágiles. La solidez no les viene solamente de su buen diseño sino del respeto que tenga el pueblo por sus principios e ideales. Sobradas experiencias tenemos de excelentes constituciones y leyes que luego son trampeadas, adulteradas, o sutilmente capeadas, por políticos inescrupulosos.

Cristianizar y moralizar nuestra sociedad van juntos y son materia pendiente, aunque Carlos piense que “tampoco hay que recristianizar al pueblo ya que la mayoría tiene sentimientos cristianos”. Le convendría recordar al respecto la frase de uno de los mejores conocedores de nuestra psiquis y cultura nacional, Pablo Antonio Cuadra, quien afirmó “que el pueblo nicaragüense tiene sentimientos cristianos, pero no moral cristiana”. Hay una religiosidad popular, procesional y de múltiples manifestaciones piadosas, pero desafortunadamente no acompañada de conductas verdaderamente cristianas, como se evidencia, entre otras cosas, en la tremenda tasa de abandonos paternos, el alcoholismo y otros vicios de sobra conocidos. Y no se trata de problemas privativos de los pobres. La debilidad ética permea todas las capas de nuestra población, incluyendo a las élites y la clase política.

La pobreza, evidentemente, empeora el escenario. Pero es preciso recordar que gran parte de ella ha sido causada por nuestros desastres políticos. El ingreso per cápita nicaragüense era muy parecido al costarricense antes de 1978. Si hoy es cinco o seis veces menor fue por la catastrófica década revolucionaria que vino después. Y si hoy persiste, sin visos de solución, es otra vez por razones políticas.

El mejor antídoto para la pobreza es una sociedad estable, con Estado de derecho, economía libre e instituciones eficaces, pero para que esto funcione necesita tener de sustento una ciudadanía proba, recia, sujeta a los principios morales que vienen de lo alto. ¿Cómo lograrlo? Explorar las posibles rutas sique siendo el gran reto. Bienvenidos todos los aportes, discrepancias y sugerencias.

El autor, el expatriado doctor Humberto Belli, fue ministro de Educación y es sociólogo e historiador aficionado. Publicó el libro “Buscando la Tierra Prometida; historia de Nicaragua 1492-2019, disponible en librerías locales y en Amazon.

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