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Descanse en paz, Benedicto XVI

El papa emérito Benedicto XVI (Joseph Ratzinger antes de ser el sumo pontífice de la Iglesia católica), ha sido sepultado este jueves 5 de enero de 2023 rodeado de controversias, como lo rodearon en vida durante toda su carrera académica y religiosa.

Siendo humano ante todo, Benedicto XVI tuvo sin duda flaquezas personales. Sin embargo, sus debilidades fueron muy escasas. Lo que destacó en él fue su inteligencia superior, su grandeza moral, intelectual y religiosa; su modestia y sus logros al servicio de Dios y de la Iglesia.   

Tal vez sea por eso que aun después de muerto, a Benedicto XVI o Joseph Ratzinger lo han seguido denigrando, repitiendo los infundios que se hicieron contra él cuando era obispo, arzobispo, cardenal y papa en ejercicio. Los repiten a pesar de que todas las patrañas fueron desmentidas categóricamente.

Benedicto XVI  fue denigrado inclusive por su origen alemán, y porque en su adolescencia lo obligaron a afiliarse a las juventudes hitlerianas y a enrolarse en el ejército de la Alemania nazi, como lo tenían que hacer todos los jóvenes alemanes de la época que no eran  judíos ni pertenecían a otras comunidades calificadas como “inferiores” por aquel régimen totalitario. 

“El papa panzer”, llamaron despectivamente a Benedicto XVI, comparándolo pérfidamente con los tanques que eran la fuerza aplastante del ejército nazi en la II Guerra Mundial. Así como también le decían “pastor alemán” y “rottweiler de Dios”, en alusión a los famosos perros originarios de Alemania.

Pero también en el seno de la Iglesia católica, inclusive dentro del Vaticano, el papa Benedicto XVI tuvo detractores implacables, incluso enemigos. No en vano el periódico oficial de la Santa Sede, L’Obsservatore Romano, tuvo que decir que el papa  Benedicto XVI era “un pastor rodeado por lobos”.

 Sin embargo, como ha escrito el eminente periodista español versado en temas de la Iglesia, Cayetano Gonzáles, Benedicto XVI con su palabra y sus hechos desmontó los prejuicios y desarmó a sus detractores, “ganándose no solo el respeto, sino la estima y el afecto de mucha gente, creyente o no, que vieron en él, una persona sencilla, humilde, serena”.

La historia debe recordar a Benedicto XVI, no solo como el papa que con gran dignidad renunció a su pontificado, sino también como el gran maestro que alertó incansablemente sobre el riesgo de que Occidente olvide sus raíces culturales, que son el sustento de los derechos humanos.

Podemos decir que Benedicto XVI fue un sacerdote de la verdad y el amor. Cuando habló en el funeral de su antecesor, Juan Pablo II, advirtió sobre la amenaza de “una dictadura (ideológica) del relativismo que no reconoce nada como definitivo y cuyo objetivo final consiste exclusivamente en el ego y los deseos propios…” Y recomendó que debemos tener “un criterio para distinguir lo real de lo falso y el engaño de la verdad…  Solo en la verdad resplandece la caridad, solo en la verdad la caridad puede vivirse de forma auténtica”.

Tal vez lo mejor que se pudiera decir del papa emérito Benedicto XVI, ahora que ha muerto y en este día que es sepultado, sea lo que dijo el papa Francisco antes de fallecer su antecesor: Que fue “un gran papa, grande por la fuerza y lucidez de su inteligencia; grande por su importante contribución a la teología, grande por su gran amor a la Iglesia y los hombres y grande por su virtud y religiosidad”.

El sacerdote jesuita, escritor y periodista español Pedro Miguel Lamet, ha recordado que algunos meses antes de morir, Benedicto XVI dijo tener confianza en que su juez (Dios) es al mismo tiempo su amigo: “Ser cristiano me da conocimiento y, más aún, amistad con el juez de mi vida, y me permite atravesar con confianza la oscura puerta de la muerte”.

Sin duda que ahora que ha cruzado esa “oscura puerta”, Joseph Ratzinger o Benedicto XVI —como se le quiera llamar— descansa en merecida paz junto a su supremo juez y protector.

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