El editorial del 31 de diciembre del año pasado lo titulamos “Adiós a 2021, un año nefasto para Nicaragua”. Y señalamos que fueron los antiguos romanos los que llamaron días (o años) nefastos a aquellos en los que todo salía mal, “cuando ocurría lo malo, lo desgraciado y desagradable”.
Ahora debemos poner el mismo titular a este último editorial de 2022, porque ha sido otro año nefasto para Nicaragua. Inclusive fue más funesto que el año anterior, porque en este los ataques del poder estatal contra la Iglesia católica —que es tan querida y respetada por la mayoría de los nicaragüenses— fueron más duros e implacables.
En efecto, varios sacerdotes y otras personas ligadas al servicio eclesial fueron encerrados en la cárcel y con base en delitos inventados los están procesando judicialmente. Inclusive, por primera vez en la historia de la Iglesia católica de Nicaragua un obispo, monseñor Rolando José Álvarez Lagos, ha sido encarcelado, está siendo acusado por crímenes que no ha cometido ni con el pensamiento y es ahora otro preso político y de conciencia.
Sin embargo, es necesario precisar que no para toda Nicaragua —o mejor dicho para toda la población nicaragüense—, el año 2022 y los anteriores fueron nefastos. En realidad, para ser exactos se debe hablar de dos países y dos clases de nicaragüenses, una es la de quienes están situados en el lado y a favor del poder y de cualquier manera disfrutan de sus beneficios; y la otra parte es la de todos los demás, los excluidos y silenciados, los exiliados y emigrantes, los que sufren calladamente una gran tribulación.
Pero también es válido repetir algunas ideas que expresamos en el editorial del 31 de diciembre del año pasado. Sobre todo las de que “no estamos desanimados”; que “somos firmes convencidos del progreso histórico”; que “la historia va siempre hacia adelante”; que “la esperanza no se debe perder ni en las peores circunstancias”; y que “sabemos que la fe mueve montañas.”
De manera que a pesar de lo nefasto que fue también el 2022, con la misma confianza, fe y esperanza antes mencionadas deseamos a todos los nicaragüenses, a los que están en uno y otro bando y que algún día volverán a reconciliarse en democracia: ¡Feliz Año Nuevo! Que el 2023 sea un año mejor que el anterior y que Dios quiera que traiga a Nicaragua la libertad, o al menos que la acerque a ella.