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La envidia

La ópera Mozart y Salieri es un acto en dos escenas con música de Nikoláis Rimski-Korsakov, estrenada en Moscú en 1898. Libreto basado enteramente sobre el verso homónimo de Aleksandr Pushkin escrito en 1830 y publicado en 1832 que trata sobre uno de los numerosos rumores de la trágica muerte por envenenamiento que sufriera a temprana edad, Amadeus Mozart (1756-1791) a manos de Antonio Salieri, debido a la envidia que este sentía por el gran compositor.

Este ejemplo es una pequeña representación de lo dañino y moralmente bajo que puede llegar a ser la envidia.

En el artículo de Rubén Darío sobre Jean Moréas publicado en La Nación el 21 de agosto de 1893 y luego incorporado en Los Raros en 1896, nos habla de la injusta imagen caricatural a la que fuera objeto Moréas por el profesor holandés W.G.C Byvanch (“el Tenier filólogo”) llamado así por Anatole France en el prólogo de su obra: Un Hollandais à Paris. El profesor del municipio neerlandés Hilversum, nos diría Darío muestra “un Moréas inadmisible para los que tenemos el gusto de conocerlo” agregándonos: “Un mordisco al ‘querido compañero’, un arañazo al ‘querido maestro’, no hay nada mejor, principalmente cuando ello va acompañado con la salsa del ridículo!  Es un don especial del lobo humano. Al lobo humano parece que el arte le pusiese en el hígado una extraña y áspera bilis”.

¡Una extraña y áspera bilis así pareciera ser la envidia!

El primer crimen de nuestra historia fue cometido por Caín contra su hermano Abel. El segundo más grande aún fue cuando mataron a Cristo y el tercero de gran envergadura, fue el cometido por los hermanos de José cuando primeramente quisieron matarlo para finalmente venderlo por veinte monedas de plata a los ismaelitas.

Los tres crímenes fueron provocados por la envidia.

En el génesis había un resentimiento de Caín contra su hermano Abel a causa de la preferencia divina dada por Dios a su hermano. Caín era un labrador de la tierra y Abel un pastor de ovejas. La envidia es la causa que lo impulsó a matarlo. Es así como ocurre el primer crimen representado en este parricidio bíblico.  

Todo esto ¿por qué ocurre? En el capítulo 15 v. 10 de San Marcos, Pilatos pregunta: ¿Quieren ustedes que les ponga en libertad al Rey de los judíos? Porque se daba cuenta de que los jefes de los sacerdotes habían entregado a Jesús por envidia. 

Israel padre de José quería mucho a su hijo más pequeño por haberle nacido este cuando él era muy viejo. Le había regalado una túnica muy elegante que los otros veían con mucho recelo. José además tenía sueños divinos en donde él se veía rodeado de los astros que le hacían reverencia. Visiones que contaba a sus hermanos y a Israel su padre, quien lo hacía callar porque se daba cuenta de que despertaba envidia entre los hermanos.

En la obra ficcional de Miguel de Unamuno titulada Abel Sánchez, el personaje Joaquín sufre de envidia contra su hermano de leche, Abel. Existe una asociación entre el Caín no favorecido por Dios, y el Joaquín tampoco favorecido por la sociedad y el Abel de ambos relatos, quienes sin haber hecho más méritos para ello, reciben retribución y admiración.

En el capítulo XI de la obra, Abel le anuncia a Joaquín que pintaría un cuadro sobre el Abel bíblico para verlo derribado y herido de muerte a los pies de Caín. Iba Joaquín a observar la exhibición del cuadro y veía las caras de los espectadores temiendo que lo interrogasen ya que se veía reflejado como en un espejo en el alma de Caín y comparaba su espíritu, su pasión y su situación en relación a la de Abel Sánchez.

Joaquín trata de liberarse de este sentimiento que lo consume y que siente que viene del demonio, pero ni su esposa ni su religión le ayudan. Oscuro sentimiento que lo arrastra a su derrumbe.  

El personaje está congelado y estático en el tiempo y con esta atemporalidad, logra Unamuno subrayar el sufrimiento del propio Joaquín y crea el conflicto de la trama. Al final, el autor no nos da la solución porque somos nosotros los creadores de nuestro destino y los responsables de nuestra propia existencia y libertad.

Curiosamente Unamuno unos días más tarde de la muerte de Darío en un maravilloso artículo necrológico sobre Darío, titulado: ¡Hay que ser justo y bueno, Rubén! pediría disculpas por no haber sido lo debidamente justo con Darío y para reconocer el lugar que en realidad merecía y un año más tarde publicaría su obra Abel Sánchez.  

Son múltiples los ejemplos sobre lo perjudicial que ha sido este pecado capital a lo largo de la historia. Muchas han sido las víctimas que por sus cualidades especiales han tenido que pagar con sus sufrimientos y aún con sus propias vidas, la ponzoña de este vicio que pareciera ser innato en el corazón de ciertos humanos como ha ocurrido en los relatos ya mencionados.

Desafortunadamente es entre hermanos donde más pareciera prevalecer.

“La envidia es mil veces más terrible que el hambre, porque es hambre espiritual”, (palabras de Joaquín en la confesión dirigida a su hija al morir).  Abel Sánchez- Una historia de Pasión, de Miguel de Unamuno.

La autora es máster en literatura española.

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