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¿Por qué amar u odiar el 12 de octubre?

Este próximo 12 de octubre habrá quienes lo celebren y quienes lo lamenten. Los primeros lo considerarán un día feliz para las Américas, los segundos una desgracia. Los primeros querrán poner flores a los pies de las estatuas del almirante Cristóbal Colón. Los segundos querrán derribarlas, como efectivamente lo han hecho en muchos sitios en los últimos años.

Habrá muchas explicaciones —sociológicas, políticas, etc.— sobre el porqué unos aman y otros odian la fecha, pero si se escarba bien, si se llega a esas capas de la conciencia que muchas veces se mantienen deliberada o inadvertidamente ocultas, se puede detectar que la razón más profunda del antagonismo procede de la visión que se tenga del cristianismo y de la civilización occidental.

Para quienes la fe cristiana es el tesoro más grande que puede encontrar el hombre, el descubrimiento de América constituye necesariamente un hecho portentoso; el comienzo de la evangelización de un continente entero y la liberación de los indígenas de cultos oscuros, con frecuencia sanguinarios. Muchos de ellos podrán reconocer las sombras —tropelías y abusos— que empañaron la conquista, y cuyos principales denunciantes fueron frailes como Bartolomé De las Casas. Pero no las consideran capaces de inclinar hacia lo negativo la balanza del juicio histórico.

El valor del advenimiento de la fe en Cristo pesa demasiado. Absuelven también a la conquista quienes, sin ser necesariamente creyentes, reconocen en el cristianismo un conjunto de valores humanizantes, y en la cultura occidental un influjo racionalista, científico y artístico, que logró incorporar a la civilización a un mundo tribal, atrasado e ignorante.

Un caso es Mario Vargas Llosa, quien elogió el aporte civilizador que ejercieron los misioneros en comunidades indígenas de Suramérica “ayudándolas integrarse, a defenderse de las incursiones de los ‘bandeirantes’ —paulistas que venían a cazar esclavos— y a modernizar y enriquecer, con aportes occidentales, sus costumbres, sus creencias, su arte y, sobre todo, su música. En vez de armas, traían instrumentos de música; sus experiencias en Perú y Paraguay les habían enseñado que el lenguaje de las flautas, los violines, o las cítaras, facilitaban la comunicación con los naturales del nuevo mundo”.

 Por el contrario, para quienes el cristianismo es falso y alienante, o la cultura occidental transmisora de aborrecibles rasgos patriarcales, racistas, y clasistas, el 12 de octubre es una fecha desgraciada. Es el caso típico de los marxistas. Para ellos fue básicamente el comienzo del sometimiento de los indios a conquistadores crueles que los despojaron de sus bienes, creencias y tradiciones, sometiéndolos a la semiesclavitud y a un auténtico genocidio. En sus narrativas y discursos no hay matices. Toda la colonización fue un proceso abominable. Para ello exageran y absolutizan sus abusos y, pintando un mundo blanco y negro en que solo existen opresores y oprimidos, explotadores y explotados.

Contra toda lógica estos anti-Colón parecieran creer que los indios hubiesen estado mejor sin el arribo de las carabelas. Falsean también para ello la realidad indígena, idealizándola a pesar de que antes del descubrimiento padecían opresiones terribles a manos de imperios sedientos de esclavos y sacrificios humanos, como los Aztecas, e ignorando el tremendo atraso cultural milenario en que vivían. Pues si bien algunas culturas precolombinas exhibieron habilidades arquitectónicas, ninguna había desarrollado el concepto del derecho, ni producidos aportes intelectuales significativos. ¿Dónde está el Aristóteles o el Cervantes de los mayas o los incas? El mestizaje, sin embargo, al fundir la sangre indígena con la sangre y cultura occidental, produciría prodigios como Rubén Darío.

El trasfondo de muchos odios y amores es espiritual, como lo es el de muchas luchas políticas. Los anti-Colón buscan destruir sus estatuas afirmando estar indignados por el atropello de sus amados indígenas. Mas en los recovecos más profundos de sus almas no es el amor el que los mueve, sino su fobia a los bienes más valiosos que trajo el almirante en su alforja. Para el hombre culto, y, en particular para el cristiano que, en palabras de San Pablo, ve todo como basura al lado de tener a Cristo, no hay forma de que el 12 de octubre deje de ser una fecha festiva.

Humberto Belli Pereira, sociólogo e historiador, fue ministro de educación en Nicaragua y autor del libro “Buscando la Tierra Prometida”, (Historia de Nicaragua 1492-2019), de venta en librerías y en Amazon.

COMENTARIOS

  1. Hace 2 años

    Deben de haber más opciones aparte de “amar u odiara”, hay que olvidar esos esquemas de blanco o negro; si no estás conmigo estás contra mí, etc. Hay otros que aceptamos las cosas tal a como son: lo que es es.
    De igual forma hay otros que no amamos ni odiamos la tan sonada “independencia de España”. No debemos estar lamentandonos cada vez que viene la fecha de la independencia.
    Estarse lamentandonos es similar a estar deseando que nuestros padres hubieran sido otras personas.

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