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¿Quién fue Pedrarias Dávila?

Pedro Arias de Avila, apodado el “Galán” por su apuesta figura (tenía fama de ser el hombre más alto de su época) y el “Gran Justador” por su lucimiento en justas y torneos, donde ganó fama de invencible.  En tierras americanas agregaría luego otro apodo, quizás más justo: “Furor domini”, por su duro carácter y sus inhumanas crueldades con los indios, de las que tampoco escaparon los mismos españoles.

Hijo del segundo conde de Puñoenrostro, fue paje del Rey Poeta Juan II, en cuya corte se educó. Heredó de su tío, el obispo de Segovia, Juan Arias, una inmensa fortuna. Se casó con Isabel de Bobadilla y Peñalosa, hija del comendador de Calatrava y sobrina de la Marquesa de Moya, Beatriz de Bobadilla, íntima amiga y dama de la corte de la reina Isabel la Católica.  Por esa época, una copla popular decía: “Después de la reina de Castilla, la Bobadilla”…  

Antes de pasar a América, Pedrarias se había distinguido en la guerra contra los moros y en las campañas de África, donde participó en la toma de Orán y Bujía. Con esta fama, no es extraño que cuando Fernando el Católico pensó en una gran expedición de conquista y colonización, la más importante de cuantas se habían enviado al Nuevo Mundo, el mando de la misma se confiara a uno de los militares de mayor prestigio y abolengo con que entonces contaba España, Pedro Arias de Avila, designado Gobernador y Capitán General de “Castilla del Oro”, nombre que se dio a la Tierra Firme.  La Armada encabezada por Pedrarias se compuso de veintidós barcos y las tropas la integraban más de dos mil hombres, buena parte de ellos hidalgos pertenecientes a las mejores familias españolas. Varios de los capitanes y soldados, que más tarde se hicieron famosos, venían en esta expedición, entre otros: Diego de Almagro, Sebastián de Benalcázar, Hernando de Soto, Bernal Díaz del Castillo, Fernández de Oviedo, Gaspar de Morales, etc.

Pese a lo desastrosa que fue la administración de Pedrarias en Panamá, donde su prepotencia, celo por su autoridad y el odio que parecían inspirar sus acciones le valieron un juicio de Residencia, sus influencias en la Corte le permitieron salir adelante e incluso hacer que se le nombrara Gobernador de Nicaragua en junio de 1527, a donde se trasladó a fines de marzo de 1528.

Cuando Pedrarias, primer Gobernador de Nicaragua, llegó a León era un anciano mayor de ochenta años, pero lleno aun de energía y pasiones, pese a sus dolencias y quebrantos de salud.  Su primera decisión fue decapitar al fundador de León y Granada, el capitán Francisco Hernández de Córdoba. Antes, en Panamá, había ordenado también el decapitamiento del descubridor del Océano Pacífico, Vasco Núñez de Balboa, desposado con una de sus hijas.

Pedrarias trajo de Panamá ganado vacuno, bovino, porcino y mular, así como otros animales domésticos, granos e implementos agrícolas. Pedrarias se esforzó por precisar los límites de su gobernación, continuó las expediciones al Desagüadero y con él se inicia para Nicaragua el período propiamente colonial. La ciudad de León dejó de ser una simple colección de miserables barracas y las primeras construcciones, al modo de España, comenzaron a levantarse.  Para 1529, cinco años después de fundada, la ciudad contaba con la casa de la orden de Santo Domingo y el Convento e iglesia de la Orden de la Merced, estos últimos construidos por el propio fray Francisco de Bobadilla. Una edificación junto al lago, a la cual llamaban “La Fortaleza”, levantada sobre un montículo natural, había sido construida por Hernández de Córdoba.  Existía también la Casa Real de Fundación, con paredes de tapia y techos de tejas, construida por órdenes de Pedrarias. El propio Pedrarias se había hecho construir una casa espaciosa con portón y dos puertas, frente a la plaza principal. Algunos personajes, como Martín Estete, habían también levantado sus casas. Pero la ciudad ofrecía aun un aspecto muy pobre y primitivo.

De temperamento despótico, Pedrarias impuso su autoridad sin reparar en los medios. Los indios fueron sus víctimas más propicias, a los cuales hizo objeto de grandes crueldades. 

El 6 de marzo de 1531 murió Pedrarias después de larga y penosa enfermedad en los urogenitales. Dice el historiador español, el Marqués de Losoya que “la población asistió, amedrentada aun, a las solemnes exequias que en honor del tan magnífico como desalmado caballero se celebraron en la catedral por orden del licenciado Francisco de Castañeda, Alcalde Mayor de la ciudad”, quien, además, aprovechó la oportunidad para alzarse con el Gobierno por cuatro años, mientras la Corte nombraba al sucesor de Pedrarias.

En su carta al emperador, fechada el 30 de mayo de 1531, Castañeda informa de la muerte del gobernador Pedrarias, la cual atribuye a “vejez y pasiones y enfermedades que tenía”. Agrega el dato que fue enterrado en la capilla mayor del monasterio de Nuestra Señora de la Merced, de la ciudad de León, junto con las banderas arrebatadas a los moros que trajo de España.

A Pedrarias sucedió en el Gobierno de Nicaragua Rodrigo de Contreras, natural de Segovia, yerno de Pedrarias, casado con doña María de Peñalosa, hija del temible “Furor Domini”, digna heredera del carácter violento y aventurero de los Arias Dávila, quien llegó a ser la mujer más rica del Nuevo Mundo, pero también una de las más desgraciadas, por la suerte que corrieron sus hijos mayores Hernando y Pedro de Contreras, quienes se rebelaron contra la abolición de las Encomiendas y asesinaron, en León Viejo, al obispo de Nicaragua fray Antonio de Valdivieso, discípulo de fray Bartolomé de las Casas y defensor de los derechos humanos de los indios. Se le considera un precursor de la defensa de los derechos humanos y un alto exponente de la misión profética de la Iglesia católica.

Los hijos de María de Peñalosa tuvieron un fin trágico, Hernando en Panamá fue capturado por un ejército español que venía de Lima de sofocar la rebelión de los Pizarro, fue condenado a muerte, decapitado y su cabeza expuesta en la plaza de Panamá. Pedro, a su vez, en su huida se internó en los manglares de Panamá, donde encontró la muerte. Tiempo después su cadáver fue encontrado y plenamente identificado. Tal es la suerte que corrieron los asesinos del obispo Antonio de Valdivieso.

El autor es académico, educador y escritor.

Opinión
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