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Los siete saberes necesarios para la educación del futuro, según Edgard Morin

El filósofo y sociólogo francés Edgard Morin, uno de los principales promotores del concepto del pensamiento complejo, nació en París, en el año 1921. En realidad, su verdadero apellido es Nahoum. Sucede que durante la ocupación nazi de Francia, el joven Nahoum, ya graduado en Historia y Geografía, decidió unirse a la Resistencia como parte de las “Fuerzas unidas de la juventud patriótica”. Adoptó el seudónimo de Morin para proteger a su familia. Como miembro  activo de la Resistencia participó en la liberación de París (agosto de 1944).

Incorporado al Ejército Francés con el rango de teniente, participó en la ocupación de Alemania en 1945. En 1946 regresó a París, se dio de baja en su carrera militar para proseguir sus estudios y su trabajo como escritor y como político. Durante su larga carrera como escritor ha recibido muchos reconocimientos académicos, y también fue condecorado con la Legión de Honor de 1983.

Su tesis parte de la necesidad, para toda educación, de liberar las grandes interrogantes sobre nuestra posibilidad de conocer. Hay quienes prefieren hablar, más que de reforma o transformación de la educación superior, de una revolución en el pensamiento, caracterizada por su complejidad en la elaboración de nuestra construcción mental y en la estructura misma del conocimiento contemporáneo. El pensamiento complejo, que está en la esencia de la interdisciplinariedad, está animado, según Edgard Morin, de una tensión permanente entre la aspiración a un saber no parcelado, no dividido, no reduccionista, y el reconocimiento de lo inacabado e incompleto de todo conocimiento.  De aquí surge un desafío, que requiere una respuesta: superar la concepción unidisciplinar del conocimiento y buscar estructuras académicas flexibles que promuevan la interdisciplinariedad.

La esencia misma de la educación del futuro, en el contexto de su visión del “pensamiento complejo”, radica, para Edgard Morin, en “siete saberes”:  “Siete saberes fundamentales que la educación del futuro debería tratar en cualquier sociedad y en cualquier cultura sin excepción alguna ni rechazo según los usos y las reglas propias de cada sociedad y de cada cultura”.

Siendo quien escribe, Consejero Especial del Director General de la Unesco, profesor Federico Mayor, Edgard Morin dictó una conferencia exponiendo su tesis sobre “Los siete saberes necesarios para la Educación del futuro”. El director general quedó tan impresionado por la propuesta de Morin que lo invitó a escribir un libro sobre el tema de su conferencia, lo que Morin aceptó y el libro se publicó bajo el sello editorial de la Unesco.

De este libro ofrezco a continuación, en apretada síntesis, los siete saberes fundamentales propuestos por Morin y que son los siguientes: 

“1) El conocimiento del conocimiento: Es necesario introducir y desarrollar en la educación el estudio de las características cerebrales, mentales y culturales del conocimiento humano, de sus procesos y modalidades, de las disposiciones tanto síquicas como culturales que permiten arriesgar el error o la ilusión.

2) Los principios de un conocimiento pertinente: La supremacía de un conocimiento fragmentado, según las disciplinas, impide a menudo operar el vínculo entre las partes y las totalidades y debe dar paso a un modo de conocimiento capaz de aprehender los objetos en sus contextos, sus complejidades, sus conjuntos.  Es necesario enseñar los métodos que permitan aprehender las relaciones mutuas y las influencias recíprocas entre las partes y el todo en un mundo complejo.

3) Enseñar la condición humana: El ser humano es la vez físico, biológico, síquico, cultural, social e histórico.  Es esta unidad compleja de la naturaleza humana la que está completamente desintegrada en la educación a través de las disciplinas y que imposibilita aprender lo que significa ser humano.  Hay que restaurarla de tal manera que cada uno, desde donde esté, tome conocimiento y conciencia al mismo tiempo de su identidad compleja y de su identidad común a todos los demás humanos.

4) Enseñar la identidad terrenal: El conocimiento de los desarrollos de la era planetaria que van a incrementarse en el siglo XXI y el reconocimiento de la identidad terrenal que será cada vez más indispensable para cada uno y para todos deben convertirse en uno de los mayores objetos de la educación.

5) Enfrentar las incertidumbres: Las ciencias nos han hecho adquirir muchas certezas, pero de la misma manera nos han revelado, en el siglo XX, innumerables campos de incertidumbre.  La educación debería comprender la enseñanza de las incertidumbres que han aparecido en las ciencias físicas (microfísica, termodinámica, cosmología), en las ciencias de la evolución biológica y en las ciencias históricas.

6) Enseñar la comprensión: La comprensión es al mismo tiempo medio y fin de la comunicación humana. Ahora bien, la educación para la comprensión está ausente de nuestras enseñanzas.  El planeta necesita comprensiones mutuas en todos los sentidos.  La comprensión mutua entre humanos, tanto próximos como extraños es en adelante vital para que las relaciones humanas salgan de su estado bárbaro de incomprensión.

7) La ética del género humano: La ética no se podría enseñar con lecciones de moral. Ella debe formarse en las mentes a partir de la conciencia de que el ser humano es al mismo tiempo individuo, parte de una sociedad, parte de una especie.  De allí, se esbozan las dos grandes finalidades ético-políticas del nuevo milenio: establecer una relación de control mutuo entre la sociedad y los individuos por medio de la democracia y concebir la humanidad como comunidad planetaria.  La educación debe no solo contribuir a una toma de conciencia de nuestra Tierra-Patria, sino también permitir que esta conciencia se traduzca en la voluntad de realizar la ciudadanía terrenal.”

El autor fue ministro de Educación de Nicaragua, rector universitario y consejero especial del director general de la Unesco.

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