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Mártir de las Libertades Públicas y la justicia social

El título habla de Pedro Joaquín Chamorro Cardenal, cuya verdadera personalidad fue mutilada con la designación “Mártir de las Libertades Públicas”, otorgada por el FSLN a través de la Junta de Gobierno de Reconstrucción Nacional (JGRN), el 21 de noviembre de 1980. Este “reconocimiento” pudo haber sido un maquiavélico “desconocimiento” de la verdadera identidad de PJChC, para quien la libertad estaba indisolublemente ligada a la justicia social, una causa que el FSLN reclamaba como propia y que, en medio de la guerra de símbolos de los años 80, no estaba dispuesto a compartir con nadie.

Otra cosa eran las “libertades públicas” que, por su connotación política —espacios de libertad frente al Estado, de acuerdo con Remedios Sánchez Férriz— eran consideradas por el FSLN como “libertades burguesas”, es decir, propias del orden “capitalista” contra el que la revolución decía luchar.

Los nicaragüenses “mordimos el anzuelo” y, a partir del decreto de la JGRN, el discurso político de quienes invocan el nombre de PJChC y el énfasis de las publicaciones que revisan su vida y su obra han contribuido a consagrar a Pedro Joaquín como el paladín de la libertad de expresión y de una democracia política-electoral que él hubiera rechazado como defectuosa por carecer de “sentido social y cristiano” (La Patria de Pedro, 99).* Esa misma democracia hubiera sido calificada por Rubén como “baldón y ruina” para los pobres, precisamente los que se lanzaron a las calles para execrar el asesinato del hombre que fue su voz.

Nadie puede dudar de la entrega de PJChC a la causa de las libertades públicas, de prensa, expresión, asociación y elección de autoridades. Su memoria, sin embargo, debe ser reparada y ampliada para recuperar el ejemplo de su ética, su empatía con los humildes y su pensamiento político pluridimensional.

La ética de PJChC

Al recibir la Orden Pedro Joaquín Chamorro Cardenal (02/12/1992), Pablo Antonio Cuadra señaló que la ética de Pedro Joaquín fue el “escudo” que lo protegió en su lucha. Ninguna “oferta o tentación alguna del poder”, dijo el poeta, pudo atravesar ese escudo.

El escudo ético de Pedro Joaquín quedó definido en su primer editorial, donde prometió no obedecer “consignas de nadie”, ni anteponer los intereses políticos de “amigos, lectores o colaboradores” a la defensa de “la democracia y la justicia” en Nicaragua (19/09/1948). Mantuvo su palabra y jamás se dejó guiar por las dos antinormas rectoras de la política nicaragüense: “El enemigo de mi enemigo es mi amigo” y la otra peor: “Mis amigos no tienen defectos”.

PJChC solamente fue amigo incondicional de sus principios cristianos y, particularmente, del que establece que “el sujeto y el fin de todas las instituciones sociales es y debe ser la persona humana” (Catecismo Católico, 1881). Para él, este principio lo obligaba a luchar por una “reforma política” encaminada “principal y casi exclusivamente al beneficio de los más pobres” (La Patria de Pedro, 104).

La empatía de PJChC, aun cuando nació favorecido con las ventajas de su apellido, Pedro Joaquín expandió su capacidad empática por encima de su círculo social y defendió decididamente los derechos de “los muertos de hambre, los sin diente, los llenos de enfermedades” y, en fin, los derechos del prójimo que la mayoría de nosotros optamos por ignorar (Editorial, 25/09/64).

Y no fue este compromiso una moda pasajera o una simple “calentura de juventud”, sino el fruto de una apreciación racional y emotiva de la realidad nicaragüense que se tradujo en una visión política construida desde la perspectiva de los desgraciados. Así lo confirman sus editoriales, desde el primero, en donde promete luchar contra el “comunismo”, por la “democracia” y por “el establecimiento real y efectivo de una justicia social” (19/09/1948), hasta el último, en el que discute el papel que deben jugar los diversos sectores de la sociedad nicaragüense para alcanzar estos objetivos (06/01/1978).

El pensamiento de PJChC

El pensamiento político de PJChC es un “pensamiento complejo” —como lo conceptualizaría el filósofo francés Edgar Morin— porque se hunde en nuestra realidad para integrar las múltiples facetas de la vida social. De esta forma de pensar se deriva su insistencia en enmarcar la lucha política dentro de visiones integrales y propositivas que eviten que ella degenere en impúdicas pasarelas electorales o “zopiloteras” para derribar tiranos.

Así, su lucha contra los Somoza no se orientó simplemente a derrocarlos, sino que se extendió hacia el futuro con una propuesta de unidad: “Unidad para luchar por la justicia (…) por la libertad (y por) un proceso de democratización que abra camino a transformaciones estructurales (para) establecer un régimen de democracia política, de justicia económica y social, y de efectiva independencia externa de nuestra patria” (Discurso, 06/11/1977).

La patria rota

Restaurar la memoria mutilada de PJChC es recuperar la guía más luminosa que posee nuestro país para reconciliar la justicia y la libertad. Desechar esta guía y separar los valores que integran la

verdadera personalidad de Pedro Joaquín es condenarnos a vivir enfrentados, los que reclamamos libertad porque ya tenemos qué comer, y los que con sabiduría darwiniana priorizan la materialidad de un “paquete alimenticio” o un techo de zinc, por encima de las etéreas libertades que ofrece nuestra mentirosa Constitución.

*Ver, por ejemplo, el perfil biográfico Pedro Joaquín: ¡Juega!, de Edmundo Jarquín (1998) o la antología El Periodista, seleccionada y editada por Cristiana Chamorro y Guillermo Rothschuh Villanueva (2007).

El autor es profesor retirado de la Universidad de Western, Canadá.

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