El vaho en la vida de doña Justa Rosa Aburto

Doña Justa Rosa Aburto en su puesto de venta de vaho. LA PRENSA/María Esther López

Iniciaré refiriendo que según la Real Academia Española, Vaho significa “vapor que despide un cuerpo” y de ahí entendemos el porqué del nombre de una de las recetas más importantes de la gastronomía nicaragüense, debido a que su proceso de cocción es al vapor.  Sin embargo, es importante destacar que popularmente muchos lo escriben “Baho”, aunque desde el punto de vista ortográfico no es lo que aplica.

Después de esta introducción, quiero contarles que en el barrio Largaespada, de la vieja Managua, se encuentran dos expendios de vaho. El primero —al que voy a referirme— está en la esquina oeste, saliendo del Hospital Bautista y lleva el nombre de Baho Típico Hermanos Villalobos, fundado por don Enrique René Villalobos Guevara (q.e.p.d.)  y doña Justa Rosa Aburto vda. de Villalobos, quien siempre con su sonora carcajada y entusiasmo convierte cada una de mis visitas en un torrente de alegría, el preámbulo perfecto para luego degustar un delicioso y colosal vaho, acompañado de un exquisito fresco de cacao. 

Doña Justa nació en Jocote Dulce, comarca de Managua, el 21 de enero de 1958, actualmente tiene 64 años y por razones de salud ha delegado en sus hijos la atención del local, aunque ella sigue siendo el pilar de la familia y sentadita en su mecedora lleva cuentas del negocio, como dice el refrán “ojo al cristo”.

Recuerda doña Justa que con su marido empezaron a vender algunas bisuterías, frutas y bebidas a orillas del portón del Hospital Bautista y que ya existía una señora llamada doña Elsita, quien debajo de un frondoso cedro se colocaba con unas mesitas y un perol de vaho y era conocido como Vaho del Bautista, hoy exactamente se ubica en la esquina opuesta a su local.

En 1979, la familia Villalobos Aburto inició en el mismo local que actualmente se conoce, ofreciendo vigorón, refrescos naturales como cacao, ensalada de frutas, semilla de jícaro, pozol, etc., ya en 1989 decidieron quedarse vendiendo solo vaho con bebidas naturales. Las jornadas de trabajo  son extenuantes, desde las 4:00 de la mañana hasta las 11:00 de la noche, todos los días, entre las compras, elaboración y atención a los clientes.

En 1988, el huracán Juana arrasó con el famoso árbol de cedro y doña Elsita se vió obligada a trasladarse una cuadra al oeste de su antigua ubicación. Luego compró un espacio junto a doña Justa y al fallecer, los hijos vendieron el local, perdiéndose con ello el original Vaho del Bautista.

A manera de anécdota, doña Justa cuenta que aprendió a cocinar de su esposo, ya que era de Masaya y un excelente cocinero. A don Enrique lo recuerdo feliz, con su profundo amor a las raíces nicaragüenses y su inmenso cariño a los que éramos parte de El Clan de la Picardía, su programa de televisión favorito.  Tanto don Enrique como doña Justa educaron a sus hijos con valores cívicos y morales, les inculcaron con devoción amar nuestras tradiciones, de ahí el porqué cada cierta temporada vemos a sus hijos vestidos de traje folclórico, atendiendo el negocio con la música nacional de fondo.

LA PRENSA/María Esther López

Este negocio se convirtió en el orgullo y sustento de la familia que creció recibiendo a siete hijos: Estebana, Marina, Flor, Verónica, Rosibel, Vladimir y Enrique, a quienes con mucho esfuerzo y a punta de vaho, heredaron a cada uno su vivienda y el amor al trabajo. 

En cuanto a la oferta gastronómica, esta ha crecido ya que actualmente en el Baho Típico Hermanos Villalobos se encuentra comida corriente a base de carne de res, cerdo y pollo, todo ello con sus complementos acostumbrados como arroz, frijoles, guisos, ensalada, bastimento y su refresco natural o bebidas envasadas, aunque el principal plato y la estrella sigue siendo el vaho.

Pero la vida no es color de rosa y mi Justita ha tenido que afrontar el fallecimiento por ahogamiento de Rosibel, una de sus hijas menores, el 4 de junio de 2000 y la partida de su compañero de vida don Enrique, el 20 de agosto de 2009, hace 13 años, y quien contara en ese momento con 65 años de edad. 

LA PRENSA/María Esther López

Con la entereza que caracteriza a la mujer, esta matrona ha sobrellevado con determinación y valentía sus dolencias, lutos y enfermedades, sin olvidar la pandemia que ha generado ciertas dificultades para continuar con la venta del vaho, sin embargo, ha guiado a sus hijos para mantenerse con firmeza en unidad familiar y lo que más me impacta es verla con la misma alegría con que la conocí hace casi 3 décadas, convirtiéndose sin darse cuenta en un ejemplo vivo de empuje y perseverancia, asumiendo cada día con sus retos y siguiendo adelante mientras tenga vida.

Sin duda alguna, el aporte de doña Justa Rosa Aburto vda. de Villalobos es invaluable, debemos reconocerlo y hacer patria visitando su local que huele a tradición y sabe a vaho.

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