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No ceder ante las dictaduras

En las últimas semanas se filtró en la prensa estadounidense la intención de la familia del dictador Daniel Ortega de llegar a un acuerdo en el que, a cambio de liberar a los presos políticos —más de 170 en cifras reales—, se les quiten las sanciones exclusivamente a la familia del círculo del poder. Algo similar está haciendo el otro déspota, el venezolano Nicolás Maduro, y aunque sea respetuosa de las decisiones del Gobierno de los Estados Unidos, debo decir que se ha demostrado una reacción casi instantánea ante estas negociaciones, las cuales no han fructificado como es de esperarse.

Históricamente las relaciones entre Estados Unidos y las naciones latinoamericanas han sido a veces de hermandad, otras complejas y otras hasta de ruptura. Pero de toda esa lección debemos buscar lo mejor para el presente y no caer en actitudes que rompan el intenso poder diplomático y de ayuda de Estados Unidos hacia nuestra región. Se han cometido errores también en ambas partes, pero lo que es innegable es el espíritu de cooperación que siempre ha existido, demostrando además ser excelentes socios comerciales aun en condiciones difíciles.

La política exterior del Departamento de Estado prácticamente ha continuado en muchos aspectos la dejada por el gobierno anterior de Donald Trump, basada en la no intervención armada y en una salida pacífica ante la crisis económica, social y política sobre todo de Cuba, Venezuela, Nicaragua y Bolivia. Pero en estos países sus

dictadores pretenden escabullir el bulto y buscar privilegios como el levantamiento de las sanciones, y no ser llevados a la justicia por múltiples fechorías que bajo el amparo del poder han cometido en detrimento de sus pueblos.

Lo que no debe ocurrir es hacer concesiones a Maduro, Raul Castro, Díaz Canel y Ortega, pues desde hace más de seis décadas la desgracia sufrida por sus pueblos está llegando ya a niveles de desesperación social y caos a todos los niveles. Recientemente escuché al comandante de la contrarrevolución antisandinista, Adolfo Somoza, decir que ellos se sintieron frustrados cuando a sus espaldas fue negociada la entrega de las armas por parte de Estados Unidos y el gobierno de Ortega en la década de los 80, lo que trajo frustración a miles de campesinos que se levantaron en armas contra el sistema castro-comunista de Managua. Dicha frustración se extendió hasta la ciudadanía en general, ya que el partido del Frente Sandinista de Liberación Nacional, como muchos lo han dicho, ha seguido cogobernando desde arriba desde 1990; en otras palabras, no hemos gozado los nicaragüenses de una auténtica paz, democracia y estabilidad social.

Los daños a la vida de muchas personas, violados sus derechos humanos y sus más elementales garantías políticas, no pueden pasar por un simple capricho en beneficio de quienes se han llenado las manos de sangre del pueblo, de quienes guardan prisión injustamente y de quienes han dado sus vidas por oponerse cívicamente a la continuidad de un régimen obsoleto y criminal.

Lo más importante de estas conversaciones filtradas, sin embargo, es que a pesar de que no existe una unidad monolítica en los ciudadanos dispersos en el exilio, las voces en contra de acuerdos en beneficio de los dictadores y sus familiares, no se han hecho esperar. Eso demuestra que en medio de nuestras diferencias es posible unirnos en torno a la salida de ellos y de la implantación de gobiernos con democracia y libertades plenas.

Eso es lo más importante, pues demuestra que aunque haya acuerdos internos entre políticos que no son del todo opositores, y que reciben las migajas y prebendas de sus patrones mayores —la izquierda del socialismo del siglo XXI—, los pueblos de la gran diáspora están convencidos de la necesidad de salir de estos regímenes. Eso parece ser que ha llegado a los oídos del propio presidente Joe Biden y de muchos personeros de la Casa Blanca y del Departamento de Estado. Por otra parte, todos sabemos que las relaciones comerciales con China o con Rusia no son del todo fructíferas, procurando ellos un acercamiento más directo con Washington.

Y aunque Washington tenga la última palabra, es un hecho que debe escuchar la protesta de miles y miles de ciudadanos de estos países, asilados o refugiados en su gran país.

La autora es empresaria, emprendedora, activista de Derechos Humanos. Actualmente se postula al cargo de Comisionada por el Condado de Miami Dade.

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