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Las Olimpíadas, Píndaro y Salomón de la Selva

Los Juegos Olímpicos fueron las fiestas más importantes de la antigua Grecia. Allí se congregaban centenares de personas, incluyendo importantes figuras de la vida pública, para celebrar actos religiosos, civiles, culturales y deportivos. Datan desde años anteriores a La Ilíada. Homero en la Rapsodia XXIII da detalles de los juegos en honor a Patroclo similares a las que cantaría Píndaro. Tomaron su nombre de Olimpia donde se realizaban cada cuatro o cinco años. De aquí vino la costumbre de computar el tiempo llamándoseles a partir del 776 a.C. Olimpíadas y permanecieron hasta que el emperador cristiano Teodosio las suprime en el 393 d.C. por considerárseles paganas.

Píndaro, príncipe de la poesía “lírica” —llamada así porque se acompañaba de la danza, la flauta y la lira—, nació en Tebas 518-438 a.C. Se inspiró en la poesía didáctica de Hesíodo, cuyas obras junto a las de Homero son parte del corpus fundacional de la cultura griega. Su principal maestro fue Laso Hermione, célebre poeta autor de famosos ditirambos. De los diecisiete libros de las poesías de Píndaro solo perduraron cuatro, de cuarenticinco Odas triunfales para honrar a los dioses, exaltar a los vencedores de los juegos panhelénicos, revivir los mitos y recordar a los héroes del pasado.

Odas que se compusieron de Olímpicas que tomaron su nombre de Olimpia y fueron dedicadas a Júpiter Olímpico, las Píticas en honor a Apolo se celebraban cerca de Pitona llamada después Delfos, las Nemeas, celebradas en la misma ciudad de la Argólide y fueron consagradas a Júpiter y las Ístmicas tomadas del nombre del Istmo de Corinto consagradas a Neptuno.

En la carta prólogo enviada a D. Marcelino Menéndez de Pelayo del traductor mexicano, Ignacio Montes de Oca, expresa al referirse a Píndaro: “Es un autor tan profundo, tan oscuro a veces y tan difícil de interpretar, que para entenderlo y hacerlo entender al público profano se necesita consagrarse al estudio con toda el alma y con todas las fuerzas”. Agregando lo que sobre él dijera Quintiliano: “Es el príncipe de los nueve poetas líricos griegos, sobresaliendo por su inspiración, sus magnificencias, sus sentencias, sus figuras. Es felicísimo en la riqueza de sus expresiones, y la variedad y abundancia de sus asuntos, y se deja llevar, por un torrente de elocuencia, de tal suerte, que Horacio juzga que nadie es capaz de imitarlo”.
Cuentan los historiadores antiguos que siendo niño un enjambre se formó en su boca de un panal de dulcísima miel, como presagio “de su futura preeminencia sobre los poetas líricos de todos los siglos y países”.

Siendo muy joven el lírico fue vencido por Corina Tanagra. Píndaro cierto día tuvo la humildad de preguntarle a Corina que cómo podría hacer para darle más brío a su poesía, a lo que ella le contestó: “Acerca y embellece tus poesías trayendo nombres mitológicos”.

Píndaro murió mientras atendía unas fiestas sagradas en Argos. Sus restos mortales fueron trasladados a Tebas por sus hijas. Los atenienses le erigieron una estatua de bronce.

Las Odas de Píndaro por su contenido poético, histórico y mitológico han inspirado a muchos poetas y escritores, entre ellos al nicaragüense Salomón de la Selva.

Salomón de la Selva en su obra Evocación de Píndaro (1957) saluda la proeza atlética de la victoria del corredor guatemalteco Mateo Flores (Doroteo Guamuch Flores) en la Carrera del Maratón: Segundos Juegos Deportivos Panamericanos, celebrados en México en 1955, y para conmemorar el cincuentenario de la publicación, en 1905, de Cantos de Vida y Esperanza de Rubén Darío. Como así mismo lo expresó en sus versos:

[…] persuadido/ de que en su tiempo Píndaro te hubiera honrado,/ bajo su evocación, Mateo Flores, quiero/ celebrar tu victoria con el honor de un canto de vida y esperanza, […] dada la circunstancia de cumplirse este año/ el primer medio siglo de los mejores versos/ del Cisne americano. (Canto primero, VI, 6).

La Evocación de Píndaro de Salomón fue publicada por el Ministerio de Educación de El Salvador. Dividida en ciclos, se compone en Epinicio, Primer canto: Recordación y defensa del cisne, Primer interludio: Himno a Perséfone; Segundo canto: Alabanza del Valle de México y Recordación de Maratón, Segundo interludio; Himno a Palas Atenea; Tercer canto: Píndaro en Delfos, Final del poema: Himno a Apolo.

Píndaro en sus Odas celebró la valentía y acontecimientos victoriosos de los reyes panhelénicos cantando a Gerón de Siracusa, a Terón rey de Agrigento, a Saumis de Camarina, a Agesias de Siracusa, a Jenofonte, corredor y vencedor en la carrera y en los cinco-juegos (rey egipcio descendiente de la casa real de Corinto perteneciente a la familia Oligétidas de larga tradición deportivas), y siendo poseedor de un alto sentido moral encuentra en los atletas victoriosos el espíritu de superación que los haría victoriosos acercándolos a los dioses.

Salomón de la Selva en un paralelismo en su Oda, ensalza no solo al atleta victorioso sino al hombre de letras que al igual que Rubén Darío encuentra en la belleza de su poesía la superación y el acercamiento a Dios.

[…] mientras que a Píndaro,/ de sangre y corazón y de voz nobles/ como a Rubén Darío, que lo iguala—¡dorios los dos, robustos, apolíneos!—,/ y como Horacio, que es quien mejor lo entiende y más libremente lo aprovecha. Recordación y defensa del cisne. (IV, 2).

La autora es máster en Literatura Española.

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