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Pablo Antonio Cuadra y la identidad nicaragüense

En ocasión de cumplirse en este mes de enero el 20 aniversario del fallecimiento de Pablo Antonio Cuadra, la revista Carátula publicó, con su N° 105, un Dossier en su homenaje. Este artículo es una síntesis de mi aporte al Dossier.

Darío fue uno de los primeros intelectuales del continente en reconocer la riqueza de la contribución indígena a nuestra cultura y fue persistente en el propósito de rescatar ese “otro lado” de nuestro ser.  “Porque fue Darío, nos dice Pablo Antonio Cuadra, en su ensayo Rubén Darío y la aventura literaria del mestizaje, “el primer valor que, en la corriente de nuestra literatura culta, no solo señala lo indio como fuente de originalidad y de autenticidad literarias sino que proclama en sí mismo —contra todos los complejos y prejuicios de su tiempo—  el orgullo de ser mestizo”.

Pero es el propio Pablo Antonio Cuadra quien mejor ha dibujado los rasgos que caracterizan  nuestro modo de ser nicaragüenses y nuestra cultura mestiza. Justamente calificado por Ernesto Cardenal “como el más nicaragüense de nuestros poetas”, su primer libro Poemas nicaragüenses, publicado en 1933, cuando el poeta tenía 21 años, señala un hito en la historia de nuestra literatura pues, además de ser “el primer libro de poesía nueva o de vanguardia publicado en Centroamérica”, la obra es nuestra misma Nicaragua, vista por un joven que en plena intervención extranjera descubre maravillado el encanto de su tierra. En otras ocasiones, he afirmado que en los años de la intervención norteamericana, Nicaragua dio dos grandes testimonios de nacionalismo: Sandino en la montaña y Pablo Antonio Cuadra en sus Poemas Nicaragüenses.

Adentrándose en lo nativo, Pablo Antonio supera el simple regionalismo y se afirma por el lado universal de lo nuestro. Fiel a la divisa de Tolstoi: “Describe bien tu aldea y serás universal”, Pablo Antonio sabe que su “pequeño país cristiano, compuesto de unas pocas primaveras y campanarios, de zenzontles, cortos ferrocarriles y niños marineros” puede, en la voz de sus poetas, alcanzar esa resonancia pues “en el principio existía la comarca, el mundo nos fue dado por añadidura”.

La otra raíz poderosa en la poesía de Pablo Antonio es su nunca negada fe católica. A este respecto, Francisco Arellano nos dice: “En la poética de Pablo Antonio Cuadra hay una estrecha relación entre fe, poesía y sociedad. No la poesía al servicio del catecismo ni la fe como adorno de la poesía, sino una unidad sustantiva… Fe y poesía aparecen en la poética de Pablo Antonio no como una dualidad, sino como una unidad vigorosa y trascendente; el hombre y su creador… Hay en Pablo Antonio Cuadra una voluntad de cristianizar la cultura y en su poética consigue su objetivo”.

En 1967 publica El Nicaragüense, que lleva ya varias ediciones, verdadero “best-seller” de nuestra literatura. La obra es una colección de Escritos a Máquina a través de los cuales PAC nos describe “la ironía y el drama de ser nicaragüense”, dibujando los rasgos más acusados de nuestro pueblo: su naturaleza exódica, vagabunda e itinerante, de la que los pies fugitivos de Acahualinca representan el primer testimonio (“abandonaremos nuestra Patria y nuestra parentela porque ha dominado nuestra tierra un dios estéril”); la dualidad original  “que obliga a la incesante empresa de unir, fusionar y dialogar”; su imaginación y fantasía desbordantes, “que con mucha frecuencia llega a la extravagancia barroca o a la fanfarronería”; su sobriedad en el vivir, que se refleja en la casa que habita; la simplicidad de la carreta que usa o del traje que le cubre (¿será que su espíritu nómada le mueve a construir una morada provisional y a privar de adornos su  “casa peregrina y caminera” que es la carreta?); su gozo en la agudeza, la crítica punzante y la burla, que generalmente revierten contra sí mismo y su tierra (¿o será este un modo de evadir la dura realidad que le agobia?); su extraversión (“el nicaragüense es un pueblo con el almario abierto”), etc.

Esta obra, primera y hasta ahora única aproximación al estudio de nuestro ser, debería constituir acicate para nuestros sociólogos y psicólogos, pues Pablo Antonio Cuadra les ha mostrado a nuestros científicos sociales el rico campo para la investigación que es el ser nicaragüense y su identidad.  

A propósito de este pionero aporte de PAC al estudio de la nicaraguanidad, el doctor Nicasio Urbina afirma: “Todo pueblo necesita sus historias y sus mitos para construir su identidad… Ningún escritor en la historia de Nicaragua ha pensado la nación, ha intuido sus secretos, y ha hilvanado los retazos dispersos de su identidad, como lo ha hecho el gran poeta Pablo Antonio Cuadra”.  

Otro libro muy nicaragüense de Pablo Antonio Cuadra es El jaguar y la luna, que su autor consideraba como “el libro de poemas más original, aboriginal y mío. Está arrancado directamente, no de lo literario, sino de las formas pictóricas de nuestros dibujos en cerámicas precolombinas”. Poemas concisos, a propósitos como para que puedan escribirse en cerámica, extraídos del legado  indio para “devolver a la poesía su mágico destino de creadora de mitos”.

Quizás, uno de los aportes más trascendentes de Pablo Antonio Cuadra es su libro Cantos de Cifar.  Con este canto épico a nuestra Mar Dulce y a sus “Ulises criollos” Pablo Antonio, como le dijera con entusiasmo el poeta José María Valverde, ha “ganado una batalla nueva que, para quien sea capaz de verlo, cambia la situación y naturaleza de la poesía en español”… Se trata de la batalla de la narrativa, pues Pablo Antonio ha hecho en verso lo que debía haber sido hecho en novela”.

Cifar, el navegante, encarna en un humilde marginado, de esos que pueblan nuestro Gran Lago y realizan la hazaña cotidiana de vivir del riesgo y la intrepidez.  Cifar Guevara es un héroe de carne  y hueso, nacido en una isla “pequeña como la mano de un dios indígena”.

El Maestro de Tarca, que es como una prefiguración del propio Pablo Antonio, sabio y conceptuoso, sentado en la piedra del Aguila, le enseña, a través de la vida, los secretos del mar.

En un ensayo publicado en el número 44, 2ª época de la revista Lengua de la Academia Nicaragüense de la Lengua, bajo el título: “El desarrollo de nuestra conciencia de nacionalidad”, Pablo Antonio pasa revista a nuestro desenvolvimiento histórico para determinar en qué momento del mismo surgió nuestro sentimiento colectivo del “nos” nacional.

En el período prehispánico la nacionalidad “estaba encogida, reducida a la tribu”. Durante la Colonia, al principio dominó la confrontación entre lo español y lo indígena. Más tarde surgió entre los criollos y los peninsulares. Los criollos, cada vez más, adquirieron la conciencia de la “americanidad”. La independencia, por eso, más que rasgos nacionalistas los tuvo de americanidad, afirma PAC.

Entre los nicaragüenses, en las primeras décadas de vida independiente, analiza Pablo Antonio, la ausencia de una capital fuerte unificadora fue un obstáculo para la formación de la conciencia nacional. En realidad, la capitalidad era disputada entre León y Granada, lo que no favoreció la emergencia del “nos”.  Según Pablo Antonio: “Fue la Guerra Nacional contra el invasor filibustero la que produjo la primera vivencia colectiva profunda del ‘nos’ nacional”… “Terminada la Guerra Nacional, la siembra de fraternidad y de unidad nacionalista produce una primera cosecha patriótica de convivencia que ha venido llamándose ‘Los Treinta Años’: un proceso oligárquico, de original desarrollo, que sembró el espíritu republicano y que, lastimosamente, no lo dejamos pasar el puente de la oligarquía hacia la plena democracia”… 

Supo muy bien don Pablo Antonio que el escritor no puede guardar silencio ante lo que sucede a su alrededor, porque el escritor “es el ser dicente por antonomasia”. Y Pablo Antonio cumplió bien con esa tremenda responsabilidad. Su pluma, hábil para el canto, fue también afilado estilete en la denuncia social y política. Porque, como él mismo dijo: “La palabra, nos compromete con el Hombre: con su destino, con su evolución, con sus derechos, con su justicia, con su libertad”.

El autor es escritor, jurista y académico.

Opinión
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